Ingeniero de telecomunicaciones, experto en el sector espacial y en gestión de la I+D, José Manuel Leceta (Guadalajara, 1963) dirige el Instituto Europeo de Innovación (EIT), con sede de Budapest, desde hace tres años. Una de sus mayores contribuciones ha sido la puesta en marcha de las comunidades del conocimiento (KIC) en los ámbitos de clima, energía y TIC, que ya han generado 100 start-ups. De hecho, según explica el directivo a Sinc, Climate KIC es ya la mayor iniciativa de la Unión Europea en innovación sobre cambio climático.
¿Cuál es el papel del EIT en el impulso de la innovación europea?
El EIT cristaliza la voluntad de Europa por abordar la innovación de manera distinta, enfocándose en las personas, es decir en el emprendimiento innovador. El instituto integra el llamado‘triángulo del conocimiento a través de empresas, centros de investigación, universidades y comunidades de conocimiento e innovación, que llamamos KIC o, de manera coloquial, fábricas de innovación. Intentamos catalizar la oferta de extremo a extremo de las KIC, desde la educación para el emprendimiento hasta la aceleración de start-ups, pasando por nuevos productos y servicios.
¿De qué herramientas dispone?
Está inspirado en el MIT estadounidense por el énfasis en las personas y los ecosistemas de innovación. Sin embargo, no disponemos de laboratorios centrales en Budapest ni tampoco otorgamos títulos porque el EIT no es una universidad. Nuestra forma de operación es una innovación en sí misma, un nuevo paradigma a través de las KIC, que aplican una lógica de negocios en su forma de trabajo.
También aplicamos una lógica de inversión, aprovechando capacidades y programas de apoyo a la I+D+i ya existentes. Más allá del impacto directo, el éxito del EIT dependerá de la medida en que sea capaz de inducir una nueva mentalidad y un apetito por el riesgo y la experimentación en Europa.
¿Puede destacar algunas de sus contribuciones?
Hasta el momento nos hemos centrado en la creación y consolidación de las tres primeras KIC, la de innovación en cambio climático, energía y TIC, cuyos primeros resultados están ya ahí, con más de 1.000 estudiantes, 100 start-ups y un número similar de productos y servicios. Climate KIC es ya la mayor iniciativa de la Unión Europea en innovación sobre cambio climático.
El presupuesto aprobado por la UE hasta el final de la década posibilitará poner en marcha cinco nuevas KIC que movilizarán más de 10.000 millones de euros, con más 50 hot spots que permitan crear las condiciones para que Europa vuelva a ocupar el lugar que le corresponde en la innovación mundial.
¿Cuál ha sido la evolución del instituto desde su nombramiento en 2011?
Partiendo de cierto escepticismo inicial sobre el modelo KIC, con los primeros resultados de las tres comunidades en marcha, se ha abierto paso la opinión general de que son precisas nuevas fórmulas si queremos recortar la distancia que separa a Europa de otras regiones más innovadoras, reduciendo la fragmentación del panorama europeo. He sido testigo directo de cómo ha evolucionado la percepción de muchos países y socios que han entendido la contribución y el potencial de un instituto abierto al aprendizaje y la experimentación para el diseño de abajo arriba de nuevas políticas. Hoy se oyen más voces preguntando qué hay que hacer para participar que interrogantes sobre el por qué existe. Creo que el EIT se ha abierto camino en el panorama europeo de innovación.
¿Cuáles son los puntos fuertes y los débiles de la innovación en Europa?
Europa tiene todos los activos para emprender e innovar. De hecho, la historia de la ciencia y la tecnología es la historia del Viejo Continente hasta principios del siglo XX, cuando Europa era, a su vez, innovadora y emprendedora. El centro de gravedad se trasladó luego a EE UU, pero también los países europeos unieron sus esfuerzos en instalaciones científicas y organizaciones intergubernamentales de ámbito mundial, como el CERN y la ESA, que tienen su sede aquí. Desde los años 80, la UE viene impulsando la colaboración transnacional en I+D con sus Programas Marco. No empezamos de cero, pero es preciso pisar el acelerador elevando la ambición política y ampliando el espacio de experimentación con esquemas de nuevo cuño.
¿Y en España?
España se sitúa en un lugar intermedio. Creo que son tres las pistas de futuro para seguir avanzando y que tuve ocasión de apuntar en el Foro Nueva Economía, del pasado 30 de mayo en Madrid. Primero, debería haber un nuevo contrato social con la ciencia que hiciera de la sociedad el punto de encuentro de la colaboración público-privada en I+D. Además, es necesario impulsar la innovación abierta para acelerar la productividad a largo plazo de las grandes empresas españolas, particularmente, operadoras y proveedoras de servicios. Por último, hay que aumentar el parque de nuevas compañías de media y alta tecnología donde tenemos un déficit y que es donde se produce la mayor parte de la innovación de ruptura.
Es preciso completar el actual debate que parece centrado en el volumen de inversiones dedicados a I+D, para incorporar criterios de rentabilidad económica y social. Sin olvidar una mayor complicidad con las empresas, tanto las ya existentes como aquellas que habría que crear a fin de lograr un compromiso comparable no solo en ejecución sino también de inversión en I+D+i.
¿Cree que es necesaria una mayor cooperación entre las instituciones científicas y académicas con el sector empresarial para una innovación real?
Sin duda. Sin embargo, es también preciso experimentar y evaluar nuevas fórmulas más allá de la colaboración institucional. Porque habitualmente se confunde innovación con ciencia, se asocia la ciencia con los laboratorios, y nos olvidamos del factor humano que hace posible todo esto. Hay una parte del conocimiento que viaja con las personas y las actitudes se contagian con el contacto directo. Por otra parte, la forma de colaboración más habitual son los proyectos de I+D donde las personas de ambos entornos mantienen su filiación con oportunidades de interacción acotadas. En definitiva, el emprendimiento innovador requiere socializar experiencias directas.
¿Por qué se eligió Budapest como sede de EIT?
Fue el resultado de una competición abierta mucho antes de mi incorporación a la que se presentaron otras candidaturas como Austria, Polonia, Eslovenia, Austria y también España. En favor de la candidatura ganadora, pesó el hecho de que Hungría figure entre os países con un ratio de premios Nobel per cápita más alto del mundo. En el ámbito de la ciencia y la tecnología, hay figuras indiscutibles como John von Neumann, el padre de la ciencia informática, que da nombre a la calle donde tiene su sede el EIT, o el científico y filósofo Michael Polanyi y su teoría del conocimiento tácito, clave para entender la innovación. Su capital fue ya una gran metrópolis basada el emprendimiento de cuyo dinamismo da cuenta el compacto e impresionante aspecto de Pest, construido en el corto espacio de 20-30 años a principios del siglo XX. Una realidad histórica que socios públicos y privados del país quieren recuperar en los próximos años recuperando Budapest la ciudad ‘start-up’ del Centro y Este de Europa.
¿Qué tal la vida en Budapest?
Hungría es un país para curiosos. El conocimiento general que tenemos los españoles de esta parte de Europa es muy escaso. Aquí disfruto mucho del ambiente musical, que es una de mis pasiones, y saco mucho más tiempo para leer y reflexionar los fines de semana con mi esposa Kremena y mi hija Marina. Me gusta caminar por Budapest, aunque echo de menos mi tierra, la Alcarria, y la luz de Madrid. Pero intento sacar lo mejor de experiencias locales y globales. Porque, al igual que en la innovación, uno nace en un sitio determinado pero ha de encontrar su lugar en el mundo.