Jesús Martínez de la Fuente (Baracaldo, 1975) se doctoró en Química en Sevilla, trabajó en la Universidad de Glasgow (Escocia) y volvió a España con un contrato Ramón y Cajal en la Universidad de Zaragoza. Una subvención del European Research Council (ERC) le permitió crear su propia empresa, Nanoinmunotech, que desarrolla nanofármacos personalizados contra el cáncer, selectivos y con menos efectos secundarios.
¿Qué son los fármacos inteligentes?
La nanomedicina utiliza las herramientas que la nanotecnología ofrece para el desarrollo de nuevos medicamentos. Por un lado, los materiales nanométricos presentan propiedades ópticas, eléctricas y magnéticas interesantes. Por otra parte, la biotecnología nos permite decorar esos materiales, de manera que mezclamos las propiedades físicas y químicas con las propiedades biológicas de las moléculas, y generamos nuevos biofármacos o fármacos inteligentes para tratar enfermedades como el cáncer.
¿Tienen efectos secundarios?
Puede haber un problema de acumulación con los nanomateriales inorgánicos, por eso dudo que se puedan aplicar a enfermedades crónicas, pero un tratamiento de cáncer es puntual, y sería más fácil pasar los controles para llegar al producto final. Si la nanopartícula se acumula preferentemente en el órgano tumoral y no en otros órganos sanos, el efecto secundario será menor. Buscamos mejorar la selectividad y que el tratamiento sea más efectivo.
¿La nanomedicina se limita a tratar enfermedades?
No, también sirve para crear nuevas técnicas de diagnóstico. Ya existen sensores que detectan toxinas, virus, antibióticos en carne, marcadores tumorales… Otra posibilidad es mezclar el diagnóstico con el tratamiento, con nanopartículas magnéticas que vayan a la zona tumoral de forma que se pueda seguir la terapia mediante resonancia.
¿Qué es Nanopuzzle?
Es un proyecto muy ambicioso que mezcla biólogos, químicos y físicos, para desarrollar una tecnología completamente nueva. Se llama Nanopuzzle porque montamos a nuestro gusto, no lo llamamos Nanolego por problemas legales [risas]. El proyecto tiene dos patas. Una es la conjugación: decorar los nanomateriales con biomoléculas. Nosotros proponemos una tecnología en la que el usuario lo único que tenga que hacer es combinar a su gusto. Lo llamamos plug and play. La segunda parte es decorar una nanopartícula magnética con vectores tumorales y con fármacos. Gracias a los vectores tumorales el fármaco se acumulará donde queramos, y si eso falla y se acumula en otra parte, el fármaco no se liberará. Es un doble sistema de seguridad.
¿Cómo prueban esta tecnología?
De momento en células y en ratones. Estamos desarrollando las nanopartículas y el sistema de combinación. Hemos probado qué pasa cuando se inyectan, si se eliminan con la orina, se acumulan en el hígado, cuánto tiempo están… Podemos engañar al cuerpo para que no detecte las nanopartículas tan rápido y puedan llegar a donde queramos.
Y a partir de este proyecto, crearon Nanoinmunotech…
Sí, es una spin off de la universidad de Zaragoza y de Vigo para comercializar el sistema de plug and play. Surgió cuando patentamos la idea de Nanopuzzle. Tuvimos que decidir entre buscar una empresa que estuviera interesada en una patente, o directamente comercializarlo nosotros. Optamos por esa opción.
¿Qué ventajas tiene montar una empresa así?
Nanopuzzle tuvo un ingreso de 1,5 millones de euros por el ERC. Es dinero público, y el investigador tiene la responsabilidad de convertirlo en algo que genere beneficio a la sociedad. Es verdad que con tu propia empresa estás haciendo un organismo privado con beneficios, pero al final es la única manera que tenemos de dar salida a todo el desarrollo que está financiado con ese dinero público. Nosotros en el laboratorio no podemos producir, vender y desarrollar. Solo en la empresa se puede hacer ese desarrollo, sin contar con todo el conocimiento, puestos de trabajo e innovación que se generan y se quedan en España.
Entonces, ¿montar una empresa es una opción interesante para un científico?
Es duro pero también interesante porque a veces el investigador se centra mucho en su grupo de trabajo y no es consciente de lo que la sociedad requiere. A veces planteamos ideas que son muy bonitas en el papel, pero luego somos incapaces de llevarlas a cabo. Este ejercicio para llevar el conocimiento a un producto final es muy recomendable. Además, para estudiantes o posdocs es una muy buena opción.
¿Cómo le ayudó el European Research Council?
Me llegó en un momento muy bueno, porque yo estaba empezando y sobreviviendo. Es un problema ser joven y tener un grupo nuevo sin estar respaldado por uno consolidado. Cuando conseguimos la financiación del ERC, el dinero permitió que el grupo pasara de tres personas a quince y se consolidara. Además es una tarjeta de visita, las instituciones te ven con otros ojos. Para gente joven es estupendo, porque solo hace falta un investigador prometedor y una buena idea.