José María Alameda, catedrático de Física de la Materia Condensada

“Toda nuestra evolución como especie se ha basado en asumir un poco de riesgo”

José María Alameda Maestro coordina el grupo de investigación de láminas delgadas y nanoestructuras magnéticas ordenadas de la Universidad de Oviedo. Su amplia experiencia no le resta empuje para nuevas aventuras: este mes ha organizado en la capital asturiana la novena edición del Congreso Tendencias en Nanotecnología, al que han acudido más de 300 congresistas de veinte países. Con la conversación ágil de quien está acostumbrado a la reflexión, Alameda valora el rumbo de la investigación en nanotecnología y ofrece algunas claves para mejorar la innovación de las empresas españolas.

José María Alameda
José María Alameda, en su despacho de la Universidad de Oviedo. Fotografía: FICYT.

Recientemente se ha publicado un estudio científico que muestra que los nanotubos de carbono inyectadas en ratones producen lesiones precancerígenas en los pulmones de forma muy similar al asbesto, y aún no se ha constatado si los nanotubos pueden llegar a los pulmones a través del aire. ¿La fascinación por lo diminuto le está ganando la partida a la prudencia?

Aunque tienen numerosas aplicaciones positivas, hay que tener mucho cuidado con la exposición a las nanopartículas. Quizá el mayor peligro está en posibles tentaciones industriales irresponsables; pero su contrapunto es que existan mecanismos de control a nivel nacional e internacional muy exigentes. Es algo que todos los que nos dedicamos a esto tenemos muy presente. De todas formas, no hay que perder de vista que todos los avances científicos pueden utilizarse tanto para bien como para mal, y el remedio es un adecuado control social y seguir desarrollando la investigación para conocer los posibles efectos negativos de los hallazgos. Lógicamente, siempre hay un riesgo que puede no manifestarse hasta veinte años después; pero toda nuestra evolución como especie se ha basado en asumir un poco de riesgo. Por ejemplo, hay medicinas que sientan muy bien a unos y muy mal a otros, pero en general los mecanismos de control funcionan muy bien. Donde los riesgos serán mayores es en las empresas que fabriquen nanopartículas, que tienen que tomar precauciones para proteger a sus trabajadores expuestos.

¿Es la nanotecnología una ciencia de “ricos”? Cuesta imaginar cómo una rama de la ciencia tan nueva y puntera puede traducirse en mejoras para toda la humanidad, incluso para esa gran parte que no puede cubrir sus necesidades básicas...

Sí es cierto que los países en vías de desarrollo no pueden ponerse inmediatamente a investigar en nanotecnología, por ejemplo por falta de equipos, pero la población sí puede beneficiarse de los avances que se produzcan a nivel internacional. Un buen ejemplo de ello es que la nanotecnología se encamina hacia la revolución en las técnicas de análisis. Investigadores europeos participantes en el Proyecto Lab-on-a-Chip trabajan para que no sea necesario acudir a hospitales dotados de complejos equipamientos para poder conocer los resultados de un análisis clínico. De hecho, en el futuro, estos equipamientos serán más parecidos al pequeño aparato que utilizan los diabéticos para medir su nivel de glucemia en sangre. Y este tipo de avances, además de facilitar el control sanitario en zonas rurales, puede contribuir eficazmente a que pueblos del denominado “tercer mundo” puedan acceder a dicho control.

¿Y podrán costearse esas sociedades un aparato de última tecnología?

Estos sensores pueden acabar siendo muy baratos: lo que es mucho más caro es instalar un laboratorio de análisis clínicos. Este cambio en los equipos de análisis puede equipararse a la revolución que ha vivido la informática este siglo: desde los primeros ordenadores, que ocupaban una habitación entera y a los que la población no podía acceder, a los actuales, muchísimo más pequeños, potentes y baratos. Para lograr una evolución equivalente en el campo de los sensores, se está trabajando en métodos como la nanoimpresión, que consiste en “imprimir” sobre una base un producto orgánico, reactivo a la sustancia que queremos detectar. Este método, y otros equivalentes, en los que trabajan grupos de investigación asturianos, permitirán reducir mucho los costes de producción, al simplificar la metodología y el tiempo de fabricación.

¿En qué aspectos puede la nanotecnología contribuir al cambio de modelo energético?

La producción de nuevos materiales, el desarrollo de la microelectrónica o de nuevos tratamientos terapeúticos no son las únicas metas de la nanotecnología. La eficiencia energética centra buena parte de la investigación internacional en esta disciplina. Por ejemplo, se han construido prototipos de transistores que funcionan con un solo electrón, por lo que no se calientan. Y la aplicación generalizada de avances como ése logrará crear máquinas más eficientes y con un consumo de energía mucho menor. Una buena parte de la respuesta al cambio de modelo energético está en la nanotecnología, y otro ejemplo es que tanto EEUU como Europa están abordando investigaciones en nanotecnología para mejorar el rendimiento en la captación de energía solar, basándose en dispositivos inspirados en las plantas, porque la naturaleza sigue siendo mucho más eficaz que la tecnología actual para captar esta energía. También se estudian dispositivos nanométricos para el almacenamiento de hidrógeno y la fabricación de células de combustible basados en dicho gas, inocuo y casi ilimitado.

¿Cuáles han sido los puntos fuertes y los débiles de la aportación española al Congreso Internacional Tendencias en Nanotecnología, celebrado en Oviedo?

En España somos fuertes en diversos aspectos de la investigación en nanotecnología, aunque aún no hemos llegado a tener la suficiente masa crítica que produzca un cambio cuantitativo en el nivel de la investigación. Para los que somos y los medios de los que disponemos, nuestro rendimiento es relevante. Sigue siendo necesaria la inversión, pero no de forma prioritaria en equipos, sino en personas. Necesitamos que los jóvenes puedan tener trabajo en investigación, y para ello son imprescindibles más becas de formación y plazas de investigadores en centros públicos y más contratación de personal de I+D en empresas.

Desde el sector empresarial se apunta hacia la necesidad de un cambio de modelo en la enseñanza universitaria...

Algunos empresarios esperan que la enseñanza en la Universidad se adapte a resolver únicamente sus problemas inmediatos. Pero lo que buscan hoy, mañana estará atrasado, y por eso el objetivo de la Universidad debe ser dar conocimientos, pero sobre todo enseñar a pensar de forma flexible y razonada para poder enfrentarse sin miedos a nuevos retos. Debemos ser capaces de formar personas con confianza justificada en sus propias capacidades creativas, con ganas de involucrarse en nuevos problemas sin resolver y con la suficiente vocación profesional que les impulse a realizarse en cualquier lugar del mundo donde haya un reto profesional atractivo. Hay veces que el paso por la universidad no conlleva un aumento en la vocación profesional que el alumno poseía al inicio de sus estudios. Eso sí que sería un defecto de la Universidad. Dicho metafóricamente: no debemos conformarnos con enseñar el “solfeo”, debemos formar “compositores” que sean capaces de crear. Eso es lo que necesitan las empresas con futuro.

¿Está suficientemente valorada la figura del investigador en las empresas españolas?

En absoluto: las empresas necesitan darse cuenta de que, en cualquier campo, para innovar, es necesaria gente que esté acostumbrada a estar al día, que hayan podido resolver problemas sobre los que no había nada escrito en los libros. Y esas son las características del doctor en ciencias. El siguiente dato, que explica por qué en Finlandia está Nokia, la empresa que fue capaz de enfrentarse con éxito a gigantes como Motorola, es muy significativo: el 75% de los doctores en Física de los países nórdicos están en empresas. Un doctor “bien formado” no es alguien tan especializado que sólo sabe hacer una cosa; sino todo lo contrario : alguien flexible que sabe informarse, analizar el problema y buscar soluciones. Y si las empresas españolas no se dotan de gente que pueda tener ideas en campos emergentes, no podrán ponerse al nivel de las compañías de referencia internacional.

¿Cómo seleccionar a un buen investigador?

Un método muy frecuente en países como EEUU es pedir asesoramiento acerca de los candidatos a investigadores consolidados en el campo en cuestión, que incluso pudieran haberle visto trabajar durante algunos años, o tener referencias directas de sus destinos anteriores, y saber cómo responde, tanto a nivel intelectual como social.

¿No existe el riesgo de que los investigadores de referencia no valoren de forma objetiva las capacidades del doctor que recomiendan a una empresa?

No conozco nada que merezca la pena que no tenga riesgo. Pero, por mi experiencia y la de mis colegas, sé que los directores de grupos de investigación, cuando informamos sobre alguien, nos jugamos también nuestra propia credibilidad. Si recomendamos a alguien a una empresa y no somos objetivos, la empresa no nos volverá a pedir asesoramiento. Por otro lado, la empresa debe valorar a quienes pregunta.

Ya es la segunda vez que se celebra el Congreso de Nanotecnología en la capital asturiana, que también acogió la edición de 2005. Sin embargo, no es frecuente que este tipo de citas se repitan en el mismo lugar y en tan corto espacio de tiempo...

La anterior edición que se celebró aquí fue un éxito: tuvo una gran repercusión científica, mediática y social, un aspecto muy valorado por el comité organizador. En esta ocasión, propusimos unirlo a los eventos del Cuarto Centenario de la Universidad de Oviedo, junto con la exposición fotográfica que reúne imágenes obtenidas por los microscopios más potentes del mundo, que abierta hasta el 29 de septiembre. Y una de las constataciones que más me han alegrado es que la contribución de los investigadores asturianos ha sido en esta edición mucho más importante que en 2005. Incluso una de las sesiones orales fue específicamente dedicada a una representación de la investigación desarrollada en Asturias en este campo.

Parece que Asturias se está tomando en serio la nanotecnología.

Así es, y un buen ejemplo de ello es el proceso de creación del CINN [El Centro de Investigación en Nanomateriales y Nanotecnología de Asturias]. Se trata de una apuesta de la sociedad asturiana para crear un centro como hay muy pocos en España. En Asturias se está haciendo una buena labor de investigación en nanotecnología, y espero que el nuevo centro de investigación contribuya a impulsarla.

¿Qué efectos tendrá la creación del CINN en el sector productivo?

El Centro es de los pocos que en España se enfoca a la colaboración con el sector empresarial desde su constitución: varios de los Grupos que desarrollarán su trabajo en el Centro ya tienen contactos con empresas. Uno de los dos ejes en los que se apoyará el CINN es que las empresas de la región se den cuenta de que necesitan ideas y que hay grupos de investigación en Asturias que pueden ayudarles a desarrollar nuevos productos. Lo importante es estructurar bien esta colaboración desde el comienzo, y estamos cuidando mucho este aspecto. La otra “pata” sobre la que se apoyará el Centro es el trabajo de investigadores que desde Asturias están publicando sus resultados de investigación en revistas de máximo impacto internacional, unos resultados que no están tan directamente orientados a la empresa a corto plazo.

¿Qué peculiaridades tendrá el nuevo Centro de Investigación?
La filosofía del CINN es convertirse en un centro de investigación al máximo nivel en ciertos temas de nanotecnología, que sea equiparable a cualquier otro centro de referencia internacional. Además, unir grupos de investigación que han creado spin-offs [empresas con origen en la Universidad] y grupos que han publicado en revistas de impacto internacional es muy poco usual en España. También se potenciará la colaboración con científicos del ámbito internacional y se aprovechará la investigación básica, muy desarrollada en Asturias a través del Instituto Nacional del Carbón (INCAR-CSIC), la Fundación ITMA y la Universidad de Oviedo.

Fuente: FICYT
Derechos: Creative Commons
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