Algunas especies de plantas son capaces de colonizar nuevos hábitats gracias a los pájaros que transportan sus semillas en el plumaje o el tracto digestivo. Hasta hace poco se sabía que las aves podían hacerlo a pequeñas distancias, pero un nuevo estudio demuestra que también son capaces de dispersarlas a más de 300 kilómetros. Para los científicos, esta función podría ser clave frente al cambio climático, ya que permitiría la supervivencia de muchas especies.
Las aves pueden actuar como dispersoras de semillas y otros propágulos –yemas, bulbos, tubérculos o esporas– a distancias cortas que, en muchos casos, no superan el kilómetro y medio. Sin embargo, no se había demostrado si eran capaces de hacerlo a distancias más largas.
Un equipo liderado por científicos de la Estación Biológica de Doñana – CSIC en Sevilla confirma esta hipótesis gracias a las semillas halladas en el tracto digestivo de varias especies de aves cazadas por halcones de Eleonor (Falco eleonorae) en Canarias y que se encontraban en plena migración hacia África.
“Este mecanismo de dispersión a larga distancia no había sido verificado hasta ahora principalmente por la dificultad que conlleva muestrear propágulos transportados por aves en pleno vuelo migratorio. Hemos logrado analizarlo gracias al comportamiento de caza de los halcones de Eleonor”, explica a Sinc Duarte Viana, investigador en la Estación Biológica de Doñana y coautor del trabajo.
Los datos, publicados en Proceedings of the Royal Society B, revelan por primera vez que hay especies que pueden ser excelentes dispersoras de propágulos a distancias largas de más de 300 km. Estas aves volaban sobre el mar en un área situada entre Canarias y África, y los científicos encontraron en ellas semillas que pertenecían a una planta que no era nativa de las islas Canarias, lo que demuestra que son capaces de promover la colonización de áreas distantes y remotas.
En total, los investigadores muestrearon 408 ejemplares de 21 especies. Cinco aves de tres especies distintas albergaban 45 semillas en su interior: el papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca), el colirrojo real (Phoenicurus phoenicurus) y la codorniz común (Coturnix coturnix). Las dos primeras transportaban semillas de frutos carnosos (dos especies del género Rhamnus), mientras que la codorniz común transportaba hasta tres especies diferentes (Rubus, Genisteae y Persicaria).
“Las mejores dispersoras serían las aves frugívoras, que se alimentan de frutos; las aves granívoras, que se alimentan de semillas, como la codorniz; y las aves acuáticas, muchas de las cuales se alimentan en el sedimento de lagunas. Podemos estar hablando de miles de especies de aves en todo el mundo, muchas de ellas migratorias”, señala Viana.
Según los investigadores, ante un escenario de cambio global, los dispersores a larga distancia permitirán que muchas especies de plantas y organismos alcancen nuevos hábitats que les ofrezcan unas condiciones óptimas para su supervivencia.
Nuevos territorios para las plantas
Las semillas transportadas por las aves migratorias son defecadas y depositadas en el lugar al que llegan los pájaros. Si el nuevo hábitat es favorable para la germinación y posterior establecimiento de una población viable, la especie de planta dispersada puede colonizar exitosamente esta área, crecer y reproducirse.
El estudio se centró en tres islas al noreste del archipiélago de las Canarias: Alegranza –de donde se obtuvo gran parte de las muestras–, Montaña Clara y Roque del Este, lugares donde nidifica el halcón de Eleonor y hacia donde los vientos alisios suelen arrastrar a las aves migratorias que van de Europa hacia África. Aquí son cazadas por los halconessobre todo en otoño, cuando se produce un gran tránsito migratorio.
Tras examinar el contenido estomacal e intestinal de las presas allí almacenadas en los nidos de halcón, los expertos demostraron que la mayoría de las especies a las que pertenecen las semillas crecen a más de 100 o 200 km de las islas estudiadas, e incluso una de ellas, Persicaria, no es de las islas Canarias.
“En el caso particular de Alegranza, las probabilidades de colonización son escasas, ya que este islote tiene un clima extremadamente árido, poco apto para la vida de la mayoría de las especies de plantas. Sin embargo, otras islas del archipiélago canario pueden haber sido colonizadas gracias a semillas que vienen de fuera, de África continental o, más probablemente, de la península ibérica”, concluye Viana.
Referencia bibliográfica:
Duarte S. Viana, Laura Gangoso, Willem Bouten y Jordi Figuerola. “Overseas seed dispersal by migratory birds”. Proceedings of the Royal Society B 283(1822) DOI: 10.1098/rspb.2015.2406. 6 de enero de 2016
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