Partiendo de que los fondos de conservación son escasos, ¿seguimos criterios objetivos para decidir qué especie conservar?. La toma de decisiones relativa a la conservación de especies, es la resultante de un bucle perverso alimentado por la información científica, la opinión pública y la actuación de las ONGs ambientales, en el que una vez que se decide qué especie conservar se convierte en objetivo científico, social y de las ONGs.
Estas son las principales conclusiones de un estudio realizado por los doctores Berta Martín-López, Carlos Montes, Javier Benayas (Departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid) y Lucía Ramírez (Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino) y publicado recientemente en Biological Conservation.
El estudio demuestra que los fondos destinados a la conservación de especies tanto a nivel nacional como en parques nacionales, está sesgado hacia aquellas especies que han sido tradicionalmente objeto de estudios científicos.
El problema radica en que la información científica durante años ha estado orientada hacia las especies carismáticas, filogenéticamente cercanas al ser humano. De tal forma, que tanto la información básica para la toma de decisiones como la divulgación realizada hacia la sociedad, está sesgada hacia los grupos taxonómicos más cercanos al ser humano –mamíferos y aves-.
Consecuentemente, la decisión de cómo destinar los fondos de conservación está sesgada hacia los mamíferos y las aves, de tal manera que en espacios naturales protegidos emblemáticos como es el caso de Doñana, se invierte más del 80% de los fondos de conservación en tan sólo 6 especies de mamíferos y aves (figura).
Adicionalmente, este estudio demuestra una fuerte correlación entre la información científica disponible, los programas de educación ambiental, la opinión pública y las políticas de conservación de especies, en el cual son exclusivamente los mamíferos y las aves los grupos taxonómicos preferidos en todos los niveles (científico, educativo, social y en las políticas ambientales).
Esta fuerte conexión entre ciencia, sociedad y políticas de conservación genera un bucle de retroalimentación positivo en el que una vez que una especie se convierte en objeto de investigación u objeto de conservación, se retroalimenta fomentando que cada vez más fondos vayan a menos especies.
Resulta claro que las políticas de conservación en España responden a dicho bucle de retroalimentación en el cual parece que la actividad científica es el principal impulsor de toma de decisiones, las ONGs actúan como soporte a dicha demanda científica, y la sociedad adopta el papel de audiencia sin ninguna oportunidad de participación crítica o constructiva.
El hecho de que la actividad científica sea el principal motor de la opinión pública y de la toma de decisiones relativa a la conservación de especies, sugiere la necesidad de un foro de discusión académico donde analicemos de manera autocrítica los objetivos que la investigación de la biología de la conservación debería abordar.
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