Cuando las polillas no encuentran sus flores favoritas, aprenden a alimentarse de otras

Las polillas tienen dos sistemas olfativos que les ayudan a obtener néctar: uno innato, que les dirige a los olores de sus flores predilectas, y otro –aprendido– para acercarse a plantas desconocidas cuando sus favoritas no estén disponibles. El descubrimiento, realizado por científicos estadounidenses, se publica esta semana online en la revista Science.

Las polillas cambian de flores porque aprenden a alimentarse de otras cuando sus favoritas no están presentes. Imagen: Charles Hedgcock
Cuando las polillas no encuentran sus flores favoritas, aprenden a alimentarse de otras. Foto: Jeff Riffell y Charles Hedgcock

Las polillas tienen dos sistemas olfativos que les ayudan a obtener néctar: uno innato, que les dirige a los olores de sus flores predilectas, y otro –aprendido– para acercarse a plantas desconocidas cuando sus favoritas no estén disponibles. El descubrimiento, realizado por científicos estadounidenses, se publica esta semana online en la revista Science.

Los insectos polinizadores se sienten atraídos de forma innata por ciertas flores, pero también se acercan a otras que desconocen cuando no encuentran sus favoritas. Las bases olfativas de esas respuestas han sido, hasta el momento, algo desconocido para los científicos.

Ahora, un grupo de investigadores estadounidenses ha demostrado que polillas como la Manduca sexta –típica del desierto de Arizona (EE UU)– tienen dos sistemas paralelos: uno innato que les empuja a libar el néctar de las flores que conocen, y uno aprendido, por el que buscan alimento en plantas desconocidas. Los resultados se publican esta semana en la revista Science.

“El sistema olfativo de las polillas es muy sensible a los olores de las flores que visitan”

La M. sexta es una polinizadora nocturna, es decir, prefiere de forma innata el olor de ciertas flores que se abren por la noche. Sus flores favoritas poseen rasgos comunes: “Todas ellas contienen compuestos aromáticos oxigenados, especialmente benzoato de metilo, alcohol bencílico y benzaldehído”, explica a SINC Jeff Hildebrand, del departamento de química de la Universidad de Arizona y coautor de la investigación.

Hildebrand y sus colegas registraron y analizaron la actividad de las neuronas olfativas de sus antenas –que también forman su nariz– y de las neuronas cerebrales. “Nuestros resultados indican que el sistema olfativo de las polillas es muy sensible a los olores de las flores que visitan y que los aromas de todas ellas evocan las mismas respuestas”, comenta Hildebrand.

Las polillas pueden cambiar de flores porque son capaces de aprender a alimentarse de otras distintas cuando sus favoritas no están presentes. “En esas ocasiones, aprenden que de ciertos olores también pueden obtener una buena recompensa de néctar”, añade Hildebrand.

Para estudiar el proceso de aprendizaje, los científicos escogieron la polilla salvaje M. sexta y las flores Agave palmeri, típicas del desierto sur de Arizona (EE UU). En ese entorno natural, la polilla acaba alimentándose de estas flores. Los científicos descubrieron la importancia que tiene la octopamina, una sustancia que altera las neuronas del lóbulo antenal de las polillas.

Un canal innato y otro aprendido

La octopamina proporciona a estos insectos un canal olfativo ‘aprendido’ diferente del canal innato. Este último está programado según las preferencias que estos insectos tienen por determinados olores.

Esos dos canales –el innato y el aprendido– funcionan de forma paralela y permiten a las polillas seguir sus tendencias naturales de polinización mientras obtienen el máximo provecho posible de su entorno floral.

Referencia bibliográfica:

Jeffrey A. Riffell, Hong Lei, Leif Abrell, John G. Hildebrand. “Neural Basis of a Pollinator’s Buffet: Olfactory Specialization and Learning in Manduca sexta”. Science. 6 de diciembre de 2012.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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