Un equipo de investigadores del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid, del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM) y del Centro Nacional de Biotecnología (CSIC) han realizado un estudio sobre la proteína quinasa ANKK1, que hasta ahora no había sido identificada. Para la investigadora principal del estudio, se trata de “la pieza que faltaba para una compresión más amplia del fenómeno genético que supone la asociación de TaqIA a las adicciones”. La segunda aportación del trabajo es la localización espacio-temporal de dicha proteína en células astrogliales no sólo en la edad adulta, sino también durante el desarrollo embrionario.
Un grupo de investigación español ha publicado en el primer número de este año de la revista Biological Psychiatry un artículo en el que, por primera vez, se presenta el patrón de expresión del gen ANKK1. Esta nueva proteína se expresa en el sistema nervioso central (SNC) adulto, en humanos y roedores, exclusivamente en astrocitos y en el SNC en desarrollo en embriones de ratón, en la glia radial. Estudios in vitro de astrocitos de ratón tratados con apomorfina sugieren una potencial relación entre ANKK1 y el sistema dopaminérgico. También se ha encontrado evidencia, en líneas celulares tumorales, de una regulación temporal de la expresión de los genes ANKK1 y DRD2 que podría ocurrir en el desarrollo.
El trabajo se ha realizado en el Laboratorio de Neurociencias que el Servicio de Psiquiatría tiene en la Unidad de Investigación del Hospital 12 de Octubre y en él participan 9 investigadores de este centro. Siete de ellos -Janet Hoenicka, Adolfo Quiñones-Lombraña, Laura España-Serrano, Roberto Rodríguez-Jiménez, Miguel Ángel Jiménez-Arriero, Guillermo Ponce y Tomás Palomo- pertenecen a uno de los 26 grupos del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM), en concreto el encabezado por el Dr. Palomo, coordinador del área de Esquizofrenia. También ha participado en el estudio Leonor Kremer, investigadora del Centro Nacional de Biotecnología CSIC.
Janet Hoenicka, investigadora principal del trabajo, es también la IP de los dos proyectos FIS que han financiado el estudio. Para ella, el primer hallazgo fundamental –la identificación de la expresión del gen, ya que hasta ahora no se sabía que existía ni se había visualizado la proteína ANKK1- es “la pieza que faltaba para una mejor comprensión de este fenómeno genético y de la patología subyacente a los trastornos asociados al TaqIA”.
La segunda aportación del estudio es la localización espacio-temporal de dicha proteína, “que no está en neuronas como se esperaba, sino en células astrogliales. Ello supone”, según Hoenicka, “que desde el propio neurodesarrollo se configuran las características y vulnerabilidades a patologías y se empiezan a tener predisposiciones a enfermedades complejas, en las que”, subraya, “solamente existen vulnerabilidades y no determinismo”.
En el trabajo, que ha sido portada de la citada revista, se llega a la conclusión de que la regulación espacial y temporal de la expresión de ANKK1 permite el inicio de una nueva perspectiva sobre la comprensión de la fisiopatología de los fenotipos asociados al polimorfismo TaqIA, ya que desafía la creencia de que sólo las neuronas participan y asigna un función nueva y activa a la astroglia, al contribuir a la regulación de este vínculo genético no solo en la edad adulta, sino también durante el desarrollo.
El polimorfismo TaqIA, localizado en la región codificante del gen de la quinasa ANKK1, ha sido considerado tradicionalmente un marcador para estudios de asociación del gen contiguo que codifica el receptor dopaminérgico D2 (DRD2). En la literatura científica se han publicado alrededor de 1.000 investigaciones independientes de la contribución de TaqIA en diferentes adicciones, especialmente el alcoholismo, rasgos de la personalidad y en el aprendizaje. Sin embargo, debido a que la proteína quinasa ANKK1 no había sido identificada hasta ahora, en los últimos años ha existido la controversia acerca del correlato biológico de esta asociación.
El Mayo de 2007, este mismo grupo publicó un artículo de investigación clínica y genética sobre pacientes con trastornos adictivos y antisociales, en el que se analizaron marcadores genéticos, como el polimorfismo TaqIA del gen ANKK1, en series clínicas.
El artículo publicado ahora es una investigación de biología celular y molecular realizada en modelos celulares y animales, en tejidos adultos y de embrión. El resultado de este trabajo de laboratorio ha supuesto un gran salto cualitativo en el conocimiento de la relación genética con los trastornos adictivos y antisociales, pues en él se descubre la proteína ANKK1, su localización y el patrón temporal. Estos estudios, que no han involucrado pacientes, están permitiendo ampliar el conocimiento de la fisiopatología subyacente a los trastornos. En conclusión, en este trabajo se ofrece la explicación biológica a los hallazgos genéticos, en pacientes con trastornos adictivos, del grupo (Mayo de 2007) y también de los 1.000 artículos de investigación de otros grupos que han reportado la asociación a TaqIA.
Janet Hoenicka explica que “en el DNA de las personas hay pequeñas diferencias que son las que generan las grandes diferencias, no sólo físicas sino también del comportamiento y de predisposición a enfermedades incluyendo los trastornos psiquiátricos. El polimorfismo TaqIA es la variación genética más estudiada en los trastornos psiquiátricos. Este polimorfismo está muy cercano al gen que codifica el receptor para la dopamina D2, por lo que se consideró una marcador molecular de este gen para el estudio de la implicación de la vía dopaminérgica en las adicciones y el aprendizaje. A medida que fue estudiándose desde 1990, el mejor conocimiento del genoma humano permitió identificar en el año 2004 otro gen en la zona, el ANKK1. El resultado es que TaqIA podría estar influyendo también a este nuevo gen”. Es decir, “estudiamos un marcador por su cercanía a un gen y nos encontramos que está dentro de otro gen nuevo contiguo. Hasta que ha salido este trabajo, no se había encontrado esa pieza perdida del eslabón, ya que nadie había demostrado la expresión de la proteína ANKK1”, aclara. “Es lo que faltaba para una compresión más amplia del fenómeno genético de asociación de TaqIA a las adicciones y la apertura de un escenario más amplio donde las células astrogliales tendrían una función nueva y activa”, concluye.
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