Los investigadores Manuel Alvar Ezquerra, de la Universidad Complutense de Madrid, y Lidio Nieto Jiménez, del CSIC, han llevado a cabo esta obra colosal que indaga en la evolución de las palabras del español a través de su presencia en los diccionarios. Pero, ¿cómo se lleva a cabo un trabajo como éste?
Cuando los catedráticos se propusieron continuar la obra del lingüista y lexicógrafo Gili Gaya y confeccionar la obra que rastrearía la evolución de las palabras del español desde el siglo XIV hasta el nacimiento de la Real Academia Española, no imaginaron que el logro de su objetivo les llevaría casi veinte años. Recientemente, un artículo publicado por Manuel Alvar Ezquerra en la revista Historiographia Linguistica aporta las claves que explican cómo pudieron llevar a cabo con éxito una obra de tal envergadura.
Manuel Alvar Ezquerra afirma hoy que, si hubieran sabido de la amplitud de la tarea que pretendían abordar, quizá “habrían abandonado”. Por ello, explican, se marcaban “metas intermedias fáciles de alcanzar, aunque el objetivo último siempre quedaba lejos”. Y es que los profesores han dedicado casi un cuarto de siglo a ella, desde el momento en que se comenzaron los preparativos previos, arropados eso sí por algunos colaboradores -21 en total-, que no obstante han participado por temporadas, y de los que tan sólo otras dos personas han permanecido en el equipo de principio a fin.
El Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español indaga en la historia y la evolución de más de 100.000 palabras de nuestro idioma. La obra contiene, sin embargo, más de un millón de entradas, ya que recoge las diferentes formas que han adoptado las palabras a lo largo de la historia. El marco temporal elegido por estos lingüistas comprende desde el siglo XIV, época de la redacción de los tres primeros glosarios latino-españoles medievales (anteriores a los que se consideran los primeros diccionarios modernos del español, el Diccionario latino-español, de 1492, y el Vocabulario de romance en latín de Antonio de Nebrija, de alrededor de 1495), hasta 1726, cuando se crea la Real Academia Española y se publica el primer tomo del Diccionario de Autoridades, que supone la apertura de un nuevo periodo en la historia de la lexicografía española.
La elaboración de esta obra permite no sólo ser testigo de la evolución de las palabras del castellano, sino que también a través del análisis de la entrada de nuevas palabras y los cambios en su grafía y significado se pueden atisbar hechos como la introducción de los americanismos, las diferentes aplicaciones que se van dando a las plantas provenientes del Nuevo Mundo, o la visión que tenían los españoles del extranjero, y viceversa, a través de las definiciones plasmadas en los diccionarios bilingües.
El trabajo permite asimismo inferir cómo trabajaban los primeros lexicógrafos, cómo realizaban sus obras, qué dudas les surgían y cómo las resolvían. Según explica Manuel Alvar Ezquerra “en aquel entonces los diccionarios se hacían sin la ayuda de fichas, lo que conllevaba un trabajo enorme y numerosos errores. El trabajo de Nebrija, cuya intención era elaborar una enciclopedia en latín que pudiera ser entendida por españoles, es excelente y muy particular. Él no sólo fue el autor del primer diccionario español-latín, sino que además fue autor de otros diccionarios de disciplinas como la medicina o el derecho, de los que iba extrayendo conceptos. Había palabras que él no conocía, o de cuya escritura no estaba seguro. Tenía dudas como cualquier otra persona, y a través de los diccionarios se ve cómo va perfilando y perfeccionando el vocabulario”.
Fue en el año 1990 cuando el profesor Lidio Nieto presentó los resultados de su proyecto incipiente en el Congreso de Historia de la Lengua Española, y ambos investigadores repararon en que se dirigían al mismo punto por caminos distintos. Decidieron entonces aunar sus esfuerzos y trabajar de manera conjunta. El primer paso fue la elaboración de un listado de los diccionarios, glosarios y repertorios que pasarían a formar parte de la obra. En España no existe una historia de la lexicografía detallada, así que la labor de búsqueda y localización de los ejemplares fue, como ha explicado Manuel Alvar Ezquerra, auténticamente “detectivesca”. Los ejemplares seleccionados fueron recabados en bibliotecas españolas, europeas y americanas, mayoritariamente en una época en la que los catálogos no eran tan accesibles como lo son hoy en día.
Principales dificultades
La parte más laboriosa del trabajo fue sin duda la digitalización de los contenidos. El escaneado no era posible, ya que el trabajo se realizó con fotocopias de los originales y su calidad impedía un escaneado fiable. Así que hubo que recurrir al tecleado manual de cada una de las obras. Solamente el de una de ellas le llevó a una persona unos dos años de trabajo.
Tras la construcción de una base de datos lo suficientemente robusta y completa como para permitir la recuperación de la información, vino la identificación, selección y tratamiento de las palabras escogidas. Una de las mayores dificultades encontradas por los investigadores ha sido la interpretación de las palabras: hasta qué punto algunas variaciones eran cambios en el idioma o simplemente erratas. A menudo los diccionarios se copiaban unos a otros, errores incluidos, lo que para los investigadores implicaba que encontrar la misma variante en diccionarios distintos no significaba necesariamente que la palabra fuera correcta, sino una mera copia. Además, había que agrupar palabras que a menudo se escribían con grafías distintas y muy alejadas entre sí en los diccionarios. Los investigadores han llegado a encontrar hasta doce formas para una misma palabra.
Otra de las dificultades encontradas por el equipo investigador fue la gran variedad de idiomas con la que se ha trabajado, ya que se han utilizado no sólo diccionarios monolingües, sino también la parte de entrada española de los diccionarios bilingües. Como detalla Manuel Alvar Ezquerra: “Con el español antiguo todo iba bien, ya que somos profesionales de ello. Con el francés, italiano, portugués, inglés, también, aunque fueran obras de los siglos XVI y XVII. Con el alemán antiguo, escrito en letra gótica, o con el flamenco, el trabajo empezaba a complicarse. Con el árabe o el hebreo, ya había que acudir a colegas del CSIC especializados en estas lenguas”.
El valor de una obra como ésta radica no sólo en la información que nos aporta sobre la formación de nuestra lengua, sino que además constituye una excelente herramienta de trabajo para todos aquellos investigadores que indaguen en la historia de disciplinas como la medicina, la arquitectura o el derecho, que podrán tener en una sola obra la evolución de aquellos conceptos fundamentales en cada una de las especialidades.
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Referencia bibliográfica:
M. Alvar Ezquerra, “The Background to the Lexical Content of the Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español (s. XIV-1726)”. Historiographia Linguistica, Volume 36 (1):19-38, 2009.
Más información:
Unidad de Información Científica de la UCM
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