Los terremotos de Lorca (mayo 2011) y Emilia Romagna (mayo 2012) tienen muchas similitudes. Por ello, investigadores españoles e italianos han iniciado una colaboración para estudiar estos dos ejemplos. El objetivo es catalogar los efectos geológicos y arquitectónicos de los terremotos antes de que se pierdan para siempre, así como establecer unas adecuadas normas y restauraciones en las edificaciones, para hacerlas más resistentes ante futuras catástrofes.
La tierra tembló en Lorca (mayo 2011) y en Emilia Romagna (mayo 2012), con unas magnitudes de 5.1 y 6.1 en la escala de Richter, respectivamente. Según los sismólogos, son el tipo de terremotos más comunes a los que se enfrenta Europa: presentan moderada o baja magnitud, afectan a zonas intensamente pobladas, con importantes patrimonios históricos e industriales, y la población de la zona no se encuentra concienciada sobre este tipo de riesgo natural.
Por ello, investigadores españoles (universidades Rey Juan Carlos, Autónoma y Complutense de Madrid y el Instituto Geológico y Minero) e italianos (Istituto Nazionale di Geofisica e Vulcanologia, Istituto Superiore per la Protezione e la Ricerca Ambientale) se han puesto manos a la obra con el fin de estudiar estos dos ejemplos 'de libro' sobre deformaciones y efectos de campo cercano asociados a un evento sísmico, y que permiten correlacionar los efectos geológicos y arqueosísmicos con la intensidad sísmica, así como con parámetros propios del terremoto, como magnitud, profundidad, geometría de la falla, etc.
Tendencia a la repetición
Según Fidel Martín, investigador en la Universidad Rey Juan Carlos, los terremotos tienden a repetirse con una periodicidad en una zona que está condicionada por el ciclo de rotura de las fallas que los generan. Por eso es tan importante conocer cuál es la historia sísmica de una falla y tener el catálogo más completo posible sobre los terremotos que han ocurrido en una región.
Sin embargo, añade, a diferencia de los grandes seísmos como los de California o Japón, cuando son de baja a moderada magnitud, el estudio de las fallas es complicado porque no suelen romper la superficie terrestre y, por lo tanto, son difíciles de identificar. Además, "los efectos que generan los terremotos, por su carácter efímero, necesitan ser catalogados y estudiados con urgencia antes de que sean erosionados, destruidos por el laboreo del campo o simplemente sean eliminados tras las etapas de reconstrucción”.
Hasta ahora, explica Martín, los principales efectos geológicos que se han estudiado son licuefacciones (comportamiento líquido que experimenta la arena empapada en agua, y que al ascender hacia la superficie rompe canalizaciones, asfalto o cimentaciones) y numerosas fracturas en el terreno. En Lorca fueron especialmente abundantes las caídas de bloques y deslizamientos en las laderas de las montañas cercanas. Y en ambas localidades fueron muy importantes los daños en las construcciones y en el patrimonio histórico, destacando en el caso italiano el colapso de naves industriales, torres y frontones de iglesias, y edificios de más de tres alturas.
Prevención de catástrofes
En opinión de Martín, la razón del reconocimiento y estudio de los efectos de un terremoto a posteriori se debe a que permite entender cómo se comportarán las edificaciones y prevenir sus consecuencias cuando vuelva a producirse otro terremoto. Este hecho cobra mayor importancia en zonas como la del territorio español en las que los periodos de retorno de los terremotos suelen exceder el registro instrumental (elaborado con sismógrafos), ya que es difícil obtener una buena historia y catálogo de cuándo ocurren los terremotos.
De esta forma, en España los terremotos suelen estar espaciados por largos periodos de tiempo, lo que implica que no se puedan estudiar sólo con sismógrafos sino que haya que recurrir a sus efectos sobre el terreno o edificaciones en épocas pasadas para poder completar el catálogo sísmico y ofrecer una idea más real y fiable de la peligrosidad, indica.
Las técnicas utilizadas para el estudio de terremotos pasados son la paleosismología o la arqueosismología. La primera estudia la fuente del terremoto, que es la falla, para estudiar la magnitud máxima esperable. La segunda técnica completa a la anterior y recupera información de terremotos en lugares donde existían construcciones humanas. Es decir, se trata de conseguir conocer a fondo cuáles son los efectos que generan los terremotos característicos de una región y prevenir futuras catástrofes a través por ejemplo, de mejorar las construcciones para que sean capaces de resistir los efectos de este tipo de catástrofe natural.
Las primeras conclusiones que se están obteniendo en esta investigación conjunta indican que los efectos de los terremotos sobre las edificaciones en las localidades más cercanas al epicentro están fuertemente orientados según la sacudida al paso de las ondas sísmicas y que está relacionado con el tipo de falla que genera el terremoto. De esta forma se pueden planificar las actuaciones de reconstrucción tras un terremoto y se podrían establecer en el futuro actuaciones en las edificaciones que tuvieran en cuenta esa dirección de sacudida y evitar los mayores daños sin necesidad de reforzar o reconstruir completamente los edificios, señala el investigador.
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