La primera circunnavegación de Groenlandia por el hielo a bordo de un vehículo eólico acaba de culminar su trayectoria y ha alcanzado con éxito el punto del que partieron, cerca de Kangerlussuaq, al suroeste de la isla, después de recorrer 4.300 kilómetros en 49 días. Además, los expedicionarios, liderados por el español Ramón Larramendi, han batido el récord de distancia recorrida en una sola etapa con el vehículo eólico: 427 kilómetros.
Cinco expedicionarios, liderados por el explorador polar español Ramón Larramendi, han culminado con éxito la primera circunnavegación de Groenlandia por el hielo a bordo de un vehículo eólico. La travesía comenzó el pasado 5 de mayo cerca de la localidad de Kangerlussuaq –al sur de la isla–. En total han recorrido 4.300 kilómetros en 49 días.
Asimismo, han batido el récord de distancia recorrida con el trineo de viento, al lograr realizar 427 kilómetros en una sola etapa.
En el viaje, el equipo de Larramendi ha puesto a prueba un nuevo prototipo de este ‘eco-laboratorio móvil’ que ha demostrado que es posible viajar e investigar en los territorios polares con ‘cero emisiones’.
A bordo de este vehículo han viajado además los ingenieros españoles Manuel Olivera y Eusebio Beamonte, la danesa Karin Moe Bojsen y el groenlandés Hugo Svenson, que han logrado llegar a la meta sin ningún problema físico, salvo el cansancio propio de una expedición tan exigente como ha sido esta.
La penúltima etapa de la expedición, pionera a escala mundial, estuvo precedida de dos jornadas en las que el viento no les fue favorable. Desde el viernes, estaban en el punto más al sur del recorrido, en el 63ª 55’ Norte, y durante el fin de semana no hubo forma de girar hacia el oeste, para coger el domo de vuelta hacia el norte, camino de las cercanías de Kangerlussuaq, donde habían sido depositados por una avioneta el pasado 3 de mayo.
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La inquietud de las últimas jornadas
“Esos tres días fueron los más desesperantes porque ya estás cerca del final, la comida comienza a escasear y, pese a ello, no puedes moverte porque las condiciones meteorológicas no son favorables. La paciencia es la mayor de las cualidades para los exploradores, pero después de casi dos meses sobre el hielo, es inevitable querer llegar al destino y esos parones estando a las puertas, son más desesperantes”, reconoce Larramendi.
Sin embargo, en la tarde del domingo la situación cambió y un viento fuerte, estable y en la buena dirección fue inflando su cometa más grande, de 80 metros cuadrados, hasta que alcanzaron los 30 kms/hora. Pese a que luego la cambiaron por otra más pequeña, de 60 metros cuadrados, el Trineo de Viento siguió a buen ritmo, con velocidades de 35 kms/h y 45 kms/h, pese a que la visibilidades era escasa. En algunos momentos llegaron a los 54 kms/hora.
“Teníamos un viento muy potente y el terreno era plano, un llano infinito, así que se movía menos el trineo a esa velocidad que otros días yendo a 12 kms/hora. Ha sido realmente espectacular. Al final, incluso nos hemos pasado seis kilómetros del punto de partida, y podíamos haber seguido, pero la nieve estaba muy pesada, con agua por debajo debido al deshielo, y se ha roto una cuerda, así que hemos decidido parar”, explica el líder de la expedición. “Estamos muy contentos porque hemos demostrado las posibilidades del Trineo de Viento para viajar por los territorios polares”, ha asegurado.
En total, esa última jornada de la expedición han navegado 21 horas sin descanso, siguiendo los turnos que habían establecido en todo el viaje. El último piloto en coger los mandos ha sido Manuel Olivera.
En el punto donde pararon la tarde del lunes, situado en 67º Norte, han sido recogidos hoy martes, por la tarde, por un helicóptero de la compañía Greenland.net, que les ha devuelto sanos y salvos a Kangerlussuaq, donde iniciaron la aventura.
“Estamos todos muy contentos. Ha sido duro, sobre todo porque pensábamos tener mejor terreno y mejor viento y hemos sufrido muchos días de poco avance, pero al final hemos conseguido el objetivo y hemos demostrado que el Trineo de Viento, aunque necesita algunas adaptaciones aún, es una gran alternativa para hacer ciencia en los polos”, ha señalado Larramendi nada más tomar tierra.
Ni rastro de seres vivos
La expedición partió de Kangerlussuaq y, subiendo por el oeste, el pasado 2 de junio alcanzaron los 75º norte, el punto más cercano al Polo Norte al que han llegado. En ese punto, giraron al este para luego bajar, por el Parque Nacional de Groenlandia, una de las zonas más inexploradas del planeta, hasta llegar al sur.
En todo este tiempo no se han cruzado con ningún ser vivo, salvo algún ave ártica que ha revoloteado junto a la cometa. Tan sólo en el sureste, el 15 de junio, encontraron huellas de otros campamentos expedicionarios, y tres días más tarde, el día 18, visitaron la estación radar de la Guerra Fría Dye-3, abandonada hace 25 años.
A lo largo de los 49 días, cuatro más de los previstos en un principio, los expedicionarios han realizado periódicamente una recogida de datos de la nieve para el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC).
El día 16 de junio, por vez primera, detectaron 1ºC, cuando habían estado hasta 25ºC bajo cero en el norte. “Hemos tenido temperaturas más altas de lo que esperábamos”, reconocen.
Su misión era tomar datos cada 100 kilómetros introduciendo una varilla en el hielo y cada 400 kilómetros, con un perforador, haciendo zanjas de un metro de profundidad, de las que han hecho una decena. “Los datos los tendrá que analizar el geógrafo Juan Ignacio López, del IPE, pero si se puede decir que hay variaciones interesantes entre los datos recogidos en el norte y en el sur”, ha señalado Olivera, responsable científico de la expedición.
Esta expedición cuenta con el apoyo de la Sociedad Geográfica Española y Acciona.
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