Miembros del Equipo de Investigación de Atapuerca y de la Universidad de Burgos acaban de publicar en la revista Journal of Anthropological Sciences el caso mejor documentado de raquitismo y escorbuto en la Prehistoria. El hallazgo ha sido posible gracias al estudio de los restos de hace 5000 años de un niño o niña encontrados en el yacimiento del Portalón de Cueva Mayor.
Investigadores de la Universidad de Burgos y del equipo de Atapuerca han publicado el caso mejor documentado de raquitismo y escorbuto –deficiencia de vitamina C– en la Prehistoria. El hallazgo se ha producido a partir de un esqueleto infantil en excelente estado de conservación localizado en el yacimiento del Portalón de Cueva Mayor hace dos campañas. Los investigadores han aplicado el método de datación del Carbono-14 y han estimado que los restos pertenecen a un niño o niña que vivió hace entre 5.020 y 5.030 años.
Como explica a DiCYT José Miguel Carretero, director del Laboratorio de Evolución Humana de la Universidad de Burgos, la adopción de la agricultura y la ganadería durante el Neolítico “tuvo efectos tanto positivos como negativos para la salud humana”. Entre los efectos negativos se encuentran las enfermedades transmitidas al hombre por los animales domésticos y las deficiencias nutricionales debidas a un empobrecimiento de la dieta basada en poca variedad de alimentos.
“Es precisamente durante el crecimiento del individuo cuando las carencias alimentarias y las enfermedades son más críticas, y en estas condiciones de vida, es difícil imaginar que no se produjeran casos de enfermedades relacionadas con la falta de vitaminas esenciales como son el raquitismo y el escorbuto”, detalla.
Sin embargo, esta línea de investigación apenas ha sido estudiada por la comunidad científica internacional y tan solo se conocen dos referencias a este tipo de enfermedades en la Prehistoria, sendos trabajos realizados en Serbia e Inglaterra.
Además, el buen estado de conservación del esqueleto hallado en el Portalón ha permitido a los miembros del EIA María Castilla, Ana Gracia, Juan Luis Arsuaga y el propio Carretero analizar tanto los dientes como los huesos del cráneo, la cara, los brazos y las piernas, documentando en profundidad el caso.
Las técnicas de Microscopía Electrónica, Tomografía Axial Computarizada (TAC) y el análisis antropológico han revelado que el individuo infantil “pudo padecer tanto raquitismo como escorbuto al menos durante dos períodos diferentes de su corta vida, ya que se ha determinado que murió hacia los 6’5 o 7 años”.
Primera crisis al finalizar la lactancia materna
Las señales que han dejado estas enfermedades en sus dientes, conocidas como líneas de hipoplasia, en su cráneo –en forma de porosidades anómalas– y en sus huesos largos (curvaturas pronunciadas y líneas de Harris) han permitido a los investigadores comprobar que una primera crisis se produjo entre el año y medio y los 3 años, justo el período crítico en el que los niños son destetados y comienzan a consumir otro tipo de alimentos además de la leche materna.
Concretamente, la curvatura anormal de los huesos de brazos y piernas podría estar relacionada con el raquitismo cuando aún estaba gateando o aprendiendo a andar. Carretero recuerda que el raquitismo es una enfermedad causada por la deficiencia de vitamina D, lo que hace que los huesos no se mineralicen correctamente y se hagan menos resistentes llegando a curvarse y doblarse de forma pronunciada por la acción del peso.
“La leche materna contiene poca vitamina D, y además depende también del estado de salud de la madre. Además, una dieta muy basada en los cereales puede ser contraproducente ya que estos inhiben la absorción de hierro y calcio. Para colmo, un análisis genético recientemente publicado sobre los huesos de individuos adultos del Portalón ha revelado, para nuestra sorpresa, que estos pastores Neolíticos aún carecían de la mutación genética que nos permite hoy día, sobre todo a las poblaciones europeas, digerir correctamente la lactosa de la leche. Esto habría afectado negativamente a la salud de la madre y el niño o la niña, produciéndoles continuas diarreas y desordenes intestinales”, asegura.
Segunda crisis hacia los 4-5 años
Los investigadores han comprobado que el pequeño padeció una segunda crisis hacia los 4-5 años que ya no se puede relacionar con el destete y cuyas señales en los huesos podrían estar relacionadas con la carencia de otra vitamina esencial, la vitamina C o ácido sacórbico.
“La falta de esta vitamina causa el escorbuto, que también afecta a la formación del colágeno, y por tanto a la resistencia de los huesos y a la de las paredes de los vasos sanguíneos. A una dieta monótona y la intolerancia a la lactosa habría que añadir otros factores como la carencia de alimentos ricos en vitamina C como son la fruta y otros vegetales, que cocinar la comida y almacenarla de manera incorrecta destruye en gran medida esta vitamina o que la falta de higiene favorece las infecciones y la vitamina C es esencial para luchar contra ellas”.
De este modo, diarreas y otros desordenes intestinales debieron ser continuados en el pequeño, lo que se tradujo en deficiencias nutricionales y finalmente en una crisis de escorbuto.
“Nunca sabremos con exactitud cuál fue la causa que le produjo la muerte apenas dos años más tarde, pero las pistas que nos han proporcionado sus huesos apuntan a que su estado de debilidad y malnutrición general pudo ser una puerta abierta para la entrada de infecciones peligrosas y quizá alguna acabó finalmente con su vida”, apunta Carretero.
Referencia bibliográfica:
Castilla, M., Carretero, J.M., Gracia, A., y Arsuaga, J.L. (2014). “Evidence of Rickets and/or Scurvy in a Complete Chalcolithic Child Skeleton from the El Portalón Site (Sierra de Atapuerca, Spain)”. Journal of Anthropological Sciences. 92, 257-271. doi: 10.4436/JASS.92005