Las emociones intensas, como el enfado o la frustración moral, explican el éxito de las campañas de bulos en redes sociales, según un estudio de las universidades estadounidenses de Northwestern y Princeton. Estas estrategias apelan a los sentimientos de las personas, con el objetivo de viralizar estos contenidos falsos.
Episodios trágicos como la DANA, que asoló partes de Valencia y de otros lugares de Castilla-La Mancha y Málaga, han dejado más de 200 muertos y destruido miles de casas, edificios e infraestructuras. En este contexto, las emociones de la gente han estado a flor de piel, pasando del miedo y la incertidumbre a la indignación por los fallos en la gestión política del desastre.
En una de estas emociones, la indignación, se ha fijado un nuevo estudio publicado en Science por un equipo de las universidades de Northwestern y Princeton (ambas en EE UU).
El trabajo apunta a que la desinformación, ya sea con motivación política u otra, provoca enfado en una proporción notablemente mayor que la verdadera. Esta indignación moral puede cegar a las personas ante señales de alerta que normalmente les harían pensar dos veces antes de compartir un contenido sin comprobar su veracidad.
Según comenta a SINC, Killian McLoughlin, primer firmante del estudio e investigador del departamento de Psicología de Princeton, “estudios previos habían sugerido ya que la desinformación está más asociada a las emociones que las noticias fiables, especialmente a los sentimientos negativos. Sin embargo, “hasta ahora no estaba claro si esa relación se daba en el caso de la indignación”.
McLoughlin añade que este trabajo demuestra que la indignación no solo aumenta el intercambio de información en general, sino que también facilita una mayor difusión de bulos, al reforzar cuestiones como la identidad de grupo. Todo ello, a pesar del coste reputacional que pueda tener expandir noticias falsas en internet”.
Para William Brady, coautor principal del estudio y profesor de Gestión y Organizaciones en Northwestern, “cuando la desinformación provoca enfado, la gente tiende más a compartir el contenido sin ni siquiera leerlo. Es una reacción automática que nos lleva a priorizar la emoción sobre la precisión, lo que, en contextos como las noticias políticas, fomenta aún más la difusión de falsedades.
Cuando la desinformación provoca enfado, la gente tiende más a compartir el contenido sin ni siquiera leerlo
El trabajo se basa en ocho estudios realizados con datos procedentes de Facebook y Twitter –ahora X– a lo largo de varios periodos de tiempo, junto con dos experimentos conductuales, para saber más sobre la indignación relacionada con la difusión de información falsa.
La investigación descubrió que los difusores de bulos jugaron con los sentimientos exacerbados de los estadounidenses sobre creencias profundamente arraigadas.
El objetivo de una de estas campañas de falsedades, lanzada por una organización rusa llamada Internet Research fue sembrar la desinformación y la discordia entre los estadounidenses durante el clima político de 2016 y 2020.
“Muchos de los enlaces estaban claramente dirigidos a provocar indignación, Uno de ellos era desinformación en forma de anuncio dirigido a los republicanos. En él se calificaba a los inmigrantes de parásitos, decía que unos 20 millones vivían ilegalmente en EE UU y que ya era hora de deshacerse de ellos”, cuenta McLoughlin.
La maquinaria de desinformación de la agencia rusa produjo 9.026 enlaces y 3.329 tuits de 1.656 usuarios entre de enero y julio de 2017. Y de agosto de 2020 a febrero de 2021, estos dominios crearon en esas mismas plataformas 192.108 enlaces y 10.550 tuits de 5.236.
“Nuestra investigación muestra que muchas de las fake news que más se difunden son las que provocan indignación. Y cuando uno está enfadado, puede que la gente tenga más tendencia a compartir información que confirme los prejuicios de su grupo sin comprobar su veracidad”, reitera el coautor.
Cuando alguien está indignado, puede que tenga más tendencia a compartir información que confirme los prejuicios de su grupo sin comprobar su veracidad
Para frenar esta avalancha de falsedades, una de las tareas pendientes es “tener en cuenta la influencia de los algoritmos de clasificación de las redes sociales”, dice McLoughlin.
En el estudio publicado en Science “hemos demostrado que la indignación produce una participación en redes como Facebook y X superior a la media, en forma de ‘me gusta’ y ‘retuits’. En consecuencia, es probable que la desinformación que provocan los bulos se extienda más, en parte, porque los algoritmos que están diseñados para amplificar los contenidos atractivos”, añade.
El investigador señala que algunas las estrategias actuales para combatir las fake news son añadir etiquetas de contexto y advertencia. Además de fact-cheking y de formación para que los usuarios identifiquen las características del contenido falso.
Sin embargo, añade: “Nuestros resultados muestran que estas medidas no siempre funcionan. Fomentar la veracidad puede ser útil, pero no detiene la viralización de contenido falso, que suele compartirse por motivos ajenos a la precisión, como la lealtad grupal o la expresión de posturas morales. Por ello, es urgente diseñar estrategias que aborden estas razones no relacionadas con la exactitud”.
Referencia:
K McLoughlin et al. “Misinformation exploits outrage to spread online”. Science(2024)