Una investigación publicada en el Journal of Sports Sciences analiza la densidad mineral ósea en atletas kenianos de élite, comparando sus valores con sujetos control sudafricanos sanos de edad y antropometría similar. Los resultados son asombrosos: están muy por debajo de lo esperado para hombres de su edad según las guías de la Sociedad Internacional de Densitometría Clínica.
Uno de los factores clave para alcanzar el éxito en el mundo del deporte de élite es minimizar el riesgo de lesiones de los deportistas. En el caso del atletismo de fondo, hay especial prevalencia en las fracturas óseas por estrés, ya que los corredores se someten a grandes cargas de entrenamiento que acaban por llevar sus cuerpos al límite.
Aunque aún no se conoce exactamente el vínculo, parece que existe cierta predisposición a las fracturas de estrés en aquellos individuos con una baja densidad mineral ósea. A diferencia de lo que ocurre con la cadera o el cuello del fémur –donde los impactos repetitivos que supone la carrera a pie ayudan incluso a incrementar la densidad ósea–, la zona lumbar se ve menos expuesta a los impactos.
Además, está compuesta mayoritariamente por hueso trabecular, su recambio óseo es mayor y depende más de factores hormonales y metabólicos. Todo eso hace que se suela usar como indicador de la salud ósea de los deportistas.
Un nuevo estudio, en el que ha participado Jordan Santos-Concejero, de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), analiza la densidad mineral ósea en atletas kenianos de élite y compara sus valores con sujetos control sudafricanos sanos de edad y antropometría similar.
Para ello, midieron parámetros relacionados con la densidad mineral ósea y composición corporal en atletas kenianos de élite por absorciometría dual de rayos X con un escáner DXA, tanto en la zona del cuello del fémur y cadera como en la región lumbar. Además, se analizaron distintos parámetros biomecánicos con un sistema Vicon de captura del movimiento en 3D para valorar su posible influencia en la densidad ósea de los atletas estudiados.
Los resultados, publicados en el Journal of Sports Sciences, confirmaron en parte lo esperado. Los atletas kenianos presentaron una mayor densidad ósea en la región proximal del fémur y, de hecho, esa mayor densidad ósea parecía asociada a la carga de entrenamiento y la mayor rigidez articular de los atletas kenianos.
Sin embargo, en la zona lumbar, los resultados fueron muy distintos. “El 40% de los kenianos analizados presentaron valores de densidad ósea muy por debajo de la media esperable para hombres de su edad, según las guías de la Sociedad Internacional de Densitometría Clínica. Hasta el punto de ser clasificados como en riesgo de padecer osteoporosis por la Organización Mundial de la Salud", comenta Santos-Concejero.
Una población muy especial
Una de las posibles explicaciones para estos valores es un desequilibrio entre el gasto y aporte calórico de esos atletas, que se ha visto repetidamente en la literatura como negativo. Además, la alta carga de entrenamiento parece desempeñar un papel fundamental en esos bajos valores de densidad ósea en la zona lumbar.
Sin embargo, a pesar de esos valores aparentemente patológicos, la incidencia de fracturas de estrés en kenianos es relativamente baja. Una posible explicación son las menores fuerzas de contacto de estos atletas, tal y como se ha visto en estudios previos o, incluso, es posible que las guías estándar que se utilizan actualmente no sean representativas para una población tan especial.
No existen guías específicas para africanos del Este (a pesar de la influencia de la etnicidad en la incidencia de las fracturas de estrés). “Los resultados de este estudio vuelven a poner de relieve la complejidad del fenómeno africano en las pruebas de fondo, ya que un nuevo factor, en este caso su sorprendente densidad ósea, debe ser añadida a la ecuación”, concluye el doctor Santos-Concejero.
Referencia bibliográfica:
N. Tam, J. Santos-Concejero, R. Tucker, R.P. Lamberts, L.K. Micklesfield. ‘Bone health in elite Kenyan runners’. Journal of Sports Sciences, 36(4):456-461. 2018. DOI: 10.1080/02640414.2017.1313998