El análisis de 231 colmillos de elefante incautados ha confirmado lo que muchos sospechaban: el comercio prohibido del marfil se nutre casi exclusivamente de animales asesinados en los tres años anteriores –a veces incluso antes– a su incautación. El estudio, el primero de este tipo, confirma la expansión de la caza furtiva y niega que los colmillos procedan de las reservas antiguas almacenadas por gobiernos corruptos.
A pesar de los esfuerzos para detener el comercio de marfil, la caza furtiva se lleva cada año el 8% de los elefantes africanos, es decir, unos 96 ejemplares cada día. Esto se debe a la creciente demanda en Asia de los colmillos y otros productos ilegales procedentes de animales en peligro de extinción.
En EE UU el comercio de marfil se prohibió casi en su totalidad el pasado mes de junio, después de casi 26 años de prohibiciones internacionales, tras la caída en picado de las poblaciones de estos mamíferos en los años 80. A pesar de estas restricciones, se permitía la venta de marfil adquirido legalmente antes de 1976, incluidas reliquias y piezas de anticuario.
Dado que muchos comerciantes utilizan con frecuencia esta cláusula para cubrir sus ventas, asegurando que sus mercancías son más antiguas de lo que parecen, un equipo de científicos estadounidenses ha analizado la edad del material incautado según leyes internacionales durante los últimos años para averiguar cuándo y dónde los cazadores furtivos adquieren los colmillos.
El estudio, publicado en PNAS, ha combinado la datación por radiocarbono con análisis genéticos de los colmillos incautados y demuestra que más del 90% de este material procede de matanzas recientes de elefantes. Según el trabajo, los animales han sido asesinados como mucho tres años antes de que sus colmillos hayan sido confiscados en el mercado ilegal.
“Esto muestra que el marfil se introduce en el sistema muy rápidamente. Algunos elefantes son asesinados justo antes de que sus colmillos lleguen al carguero”, dice Kevin Uno, coautor de la investigación y geoquímico en el Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia (EE UU). Para el investigador, este dato tiene grandes implicaciones para la estimación del número de elefantes muertos.
Caza ilegal al alza
Los conservacionistas aseguran que la caza furtiva se ha disparado en los últimos 10 años. Prueba de ello es que los cazadores furtivos mataron cerca del 30% de los elefantes de la sabana de 2007 a 2014, lo que representa 144.000 animales. Además se estima que de 2002 a 2013 se aniquilaron cerca de dos tercios de los elefantes africanos del bosque. El estudio proporciona por primera vez información sobre el tiempo que tarda el marfil en llegar al mercado.
Este joven macho que yace muerto en la Reserva Nacional Samburu de Kania fue encontrado por las autoridades antes de que los cazadores furtivos terminaran de quitar sus colmillos. / David Daballen/Save the Elephants
“La respuesta es que no tarda mucho, lo que sugiere que existen redes muy bien desarrolladas que mueven el marfil a lo largo y ancho de África y fuera del continente”, aclara Lesley Chesson, coautora del trabajo y directora del laboratorio Isoforensics.
Para Thure Cerling, autor principal e investigador en la Universidad de Utah, el estudio proporciona otro método –independiente del recuento de animales– para ver qué está ocurriendo. “En realidad corrobora el recuento”, subraya Cerling.
En total, el equipo de investigación analizó la antigüedad de 231 colmillos procedentes de 14 importantes incautaciones de más de media tonelada llevadas a cabo en nueve países (Kenia, Tailandia, Hong Kong, Malawi, Malasia, Filipinas, Singapur, Taiwán y Togo) de 2002 a 2014.
Para poder decir cuándo murieron los animales, los científicos aplicaron un método forense, la datación por radiocarbono. Los ensayos nucleares llevados a cabo en las décadas de 1950 y 1960 duplicaron la concentración de carbono-14 radiactivo en la atmósfera, que permaneció en las plantas y se transfirió a los animales que las ingerían.
Los elefantes generan nuevo material en la base de sus colmillos, así que el marfil contiene la marca del carbono-14 de las plantas que han ingerido recientemente. Como los niveles de carbono-14 radiactivo han ido disminuyendo desde los años 60, los científicos pueden usar estas marcas en huesos, colmillos y dientes para determinar cuándo se formó el material.
De todos los colmillos analizados –cada vez más pequeños según han constatado los científicos–, solo uno tenía una antigüedad de 19 años entre el momento de la muerte del elefante y su incautación, y tres tenían una antigüedad de más de seis años. El resto tenía entre dos o tres años de antigüedad, lo que sugiere que el marfil no procede de reservas antiguas, sino de envíos masivos compuestos de piezas cazadas recientemente.
Mapa de las regiones de la caza ilegal
“Este trabajo demuestra que poco o ningún marfil antiguo, como el que poseen las reservas de los gobiernos, acaba en el mercado negro, lo que supone una buena noticia para la seguridad y monitorización de estos stocks”, dice Chesson.
Gracias a este trabajo, los científicos han podido reconstruir un mapa de las regiones en las que se han formado rápidos canales para que las piezas lleguen al mercado. Así, el marfil incautado analizado procede del este de África, de la región llamada Tridom (una zona intermedia entre Camerún, Congo y Gabón) al centro del continente, de África occidental o de Zambia.
Según el estudio, el marfil de África oriental es el que tiene una mayor proporción de muestras de tránsito rápido, de menos de 12 meses entre la muerte del animal y la incautación. Esto sugiere la existencia de un canal de distribución importante en esta región. Para los científicos, esta información permite señalar las peores regiones en las que se produce la caza ilegal. Desde 2010, más de 40 toneladas de marfil han sido incautadas.
Referencia bibliográfica:
Thure E. Cerling et al. "Radiocarbon dating of seized ivory confirms rapid decline in African elephant populations and provides insight into illegal trade" PNAS 7 de noviembre de 2016