Este 5 de marzo ha fallecido a los 88 años el prestigioso biólogo evolutivo Francisco Ayala, que recibió la Medalla Nacional de Ciencia en EE UU. Desarrolló la mayor parte de su carrera en la Universidad de California en Irvine, pero perdió sus cargos tras varias denuncias por acoso sexual.
El biólogo Francisco José Ayala (Madrid, 12 de marzo de 1934) ha muerto en California (EE UU) poco antes de cumplir 89 años. Su carrera se centró en la genética evolutiva y poblacional, además de investigar los microorganismos que están detrás de diversas enfermedades parasitarias.
Estudió en Salamanca y se ordenó sacerdote dominico en 1960, pero enseguida dejó los hábitos y se desplazó al año siguiente a EE UU. Allí se doctoró en la Universidad de Columbia bajo la supervisión de Theodosius Dobzhansky –otro destacado genetista y biólogo evolutivo– en 1964. Más tarde, se trasladó a la Universidad de California en Davis en 1971, cuando se nacionalizó estadounidense, aunque mantuvo también la nacionalidad española.
En 1987 pasó a la Universidad de California en Irvine, donde investigó e impartió clases de biología. Ayala es conocido por sus estudios sobre el reloj molecular (técnica de estimación del lapso entre eventos evolutivos), así como por sus investigaciones sobre la reproducción de Trypanosoma cruzi, agente de la enfermedad de Chagas, y sobre la evolución del parásito Plasmodium, causante de la malaria, enfermedades que afectan a millones de personas.
Ayala también fue conocido por tratar temas relacionados con la genética, la filosofía y la bioética, así como por abordar sin complejos la relación entre ciencia y religión, un asunto del que habló con SINC en algunos de sus frecuentes viajes a España para recibir distinciones e impartir conferencias.
La muerte de Ayala “ha sido una pérdida para la ciencia y para el mundo”, ha valorado el físico teórico Lawrence Maxwell Krauss en su web, donde también destaca que tuvo “una notable amalgama de experiencias diferentes”.
“Antiguo sacerdote católico, se convirtió en uno de los biólogos evolutivos más importantes del mundo, demostrando que creer en Dios no implica renunciar a la evolución darwiniana como explicación de la diversidad de especies en la Tierra. De hecho -añade-, como él mismo habría dicho, la única creencia religiosa coherente con nuestro conocimiento del mundo es aquella en la que se reconoce la evolución como pieza central de nuestra comprensión de la vida”.
Ayala demostró que creer en Dios no implica renunciar a la evolución darwiniana como explicación de la diversidad de especies en la Tierra
El genetista fallecido llegó a ser, entre otras, miembro de la Academia Nacional de Ciencias de EE UU, asesor científico del presidente Bill Clinton y presidente de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAA), que edita la revista Science. Además fue nombrado doctor honoris causa en universidades de varios países.
Ha publicado más de 40 libros y escrito más de mil artículos científicos. Posee la Medalla Nacional de Ciencia de Estados Unidos y ha recibido numerosos galardones internacionales, incluyendo el Premio Templeton en 2010, dotado de un millón de libras esterlinas que destinó a su universidad.
Ayala también era conocido por sus grandes extensiones de viñedos en California. En 2011 donó 10 millones de dólares de sus beneficios como viticultor a la escuela médica de la Universidad de California en Irvine.
Pero su reputación se vino abajo tras las acusaciones de acoso sexual realizadas por cuatro mujeres. Una investigación interna iniciada en noviembre de 2017 sobre esas denuncias contra él se completó tras entrevistar a más de 60 testigos de la institución.
El 29 de junio de 2018 se anunció la pérdida de todos sus cargos y reconocimientos en la Universidad de California en Irvine, que decidió retirar su nombre de la Facultad de Ciencias Biológicas y de la Biblioteca Central de Ciencias. Ayala argumentó que sus comportamientos eran modales europeos de caballero. Finalmente, la Academia Nacional de Ciencias estadounidense terminó expulsándolo en 2021 por incumplir su código de conducta.