Este movimiento social se creó en 2013 de forma paralela en España y en EE UU, y aglutinó a víctimas y supervivientes de violencia de género en los campus. En el caso de nuestro país, ya desde los años noventa, profesores pioneros en la Universidad de Barcelona, como el catedrático de sociología Ramón Flecha, se atrevieron a denunciar casos que conocían.
Este 5 de marzo ha fallecido a los 88 años el prestigioso biólogo evolutivo Francisco Ayala, que recibió la Medalla Nacional de Ciencia en EE UU. Desarrolló la mayor parte de su carrera en la Universidad de California en Irvine, pero perdió sus cargos tras varias denuncias por acoso sexual.
La periodista de ciencia muestra en su libro cómo el sector académico, con estructuras muy jerarquizadas, no es ajeno a los problemas de acoso que afectan a otros entornos laborales. Las víctimas suelen ser mujeres en situaciones de precariedad laboral, en la que su continuidad depende de su jefe.
Abusos, comportamientos sexistas, discriminación o comentarios de menosprecio perjudican la carrera de las investigadoras y hacen que muchas abandonen. El problema no es nuevo. Sin embargo, en los últimos años, las denuncias de acoso sexual de científicas y académicas se están tomando en serio.
El pasado mes de diciembre el Parlamento de Cataluña aprobó por unanimidad la incorporación a su legislación de la violencia de segundo orden que reciben quienes apoyan a las víctimas de violencia machista. Un estudio reciente recopila testimonios de víctimas y analiza esta forma de intimidación.
El Ministerio de Ciencia e Innovación ha presentado un estudio sobre la situación de las jóvenes investigadoras en España. Entre las conclusiones destacan que los clichés de género en ciencia continúan influyendo en la elección de sus estudios y que durante la carrera investigadora, un 8,6 % de las encuestadas había sufrido acoso sexual.
Para la revista Science, uno de los hitos de 2018 fue la denuncia y persecución del acoso sexual en el ámbito científico. En EE UU, la investigadora Julie Libarkin ha creado una base de datos abierta sobre casos confirmados y la neurocientífica Beth Anne McLaughling ha impulsado el movimiento #MeTooSTEM. Varias universidades españolas ya han estudiado el acoso sexual en sus campus.
El pasado 9 de enero, cien intelectuales francesas se oponían al movimiento #MeToo, se quejaban de un nuevo “puritanismo” feminista y defendían la libertad de los hombres a importunar a las mujeres con el flirteo. Días después, una de sus firmantes, la actriz Catherine Deneuve, ya ha pedido disculpas a las víctimas de abusos. El manifiesto ha generado un intenso debate social sobre la línea que separa la seducción del acoso, una diferencia que está bien analizada por los estudios de género: el acoso sexual es, sobre todo, un ejercicio de poder.
La revista Nature ha hecho su selección de las diez personas que han sido claves en la ciencia de 2017, casi todas para bien, aunque algunas de manera negativa. Desde las comunicaciones cuánticas y la edición del genoma hasta la amenaza de una crisis nuclear y el desmantelamiento de las protecciones ambientales en EE UU, la lista cubre los altibajos de la ciencia y los científicos en este año que termina.
Una investigación de la Universidad de Córdoba revela que más de la mitad de los chicos y chicas han sido víctimas del acoso sexual visual y verbal. Este tipo de acoso es el más extendido en las aulas y supone un riesgo alto para los propios agresores que están normalizando determinadas formas de violencia en pleno desarrollo de su personalidad.