Para dar respuesta a una de las grandes polémicas medioambientales de nuestro país sobre distribución de agua, un equipo de científicos ha desarrollado una evaluación cuantitativa de la demanda de agua para el golf. El trabajo, que se publica en el último número de la revista Irrigation and drainage, demuestra que el problema no es tanto la cantidad de agua utilizada como la concentración de campos de golf.
En un país como España, donde los recursos relacionados con el agua son cada vez más limitados, muchas voces se alzan en contra del uso desproporcionado e inútil de los campos de golf que, además, provocan efectos perjudiciales en el medio ambiente.
Según el equipo de científicos liderado por Juan Antonio Rodríguez-Díaz, investigador del Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera (IFAPA) de la Junta de Andalucía y autor principal de la investigación, la superficie total regada en 2005 fue de 10.000 hectáreas, “una superficie aún despreciable en comparación con la empleada por la agricultura”.
La investigación, publicada en el último número de la revista Irrigation and drainage, pone de relieve que el verdadero problema de la irrigación de los campos de golf no es el uso cuantitativo del agua, sino la concentración de campos en “determinadas áreas principalmente a lo largo de la costa mediterránea”, explica a SINC Rodríguez-Díaz.
Las zonas con campos de golf coinciden con importantes núcleos turísticos, donde la disponibilidad de agua es ya un gran problema. En algunos casos, como en el sudeste de la Península Ibérica, la demanda agrícola es muy importante. “Curiosamente, la agricultura más productiva del país”, apunta el investigador. Estos factores hacen que la lucha por el agua en esas zonas sea muy intensa.
Comparando la cantidad de agua que se emplea en diferentes sectores de la agricultura, los científicos han evaluado el volumen de agua que se usa para regar los campos de golf. Gracias a un sistema de información geográfica (GIS, por sus siglas en inglés), los autores del estudio han demostrado que la irrigación de los campos de golf es mínima respecto a la irrigación en la agricultura, si se considera el volumen total de agua consumido en todo el país. No obstante, para el investigador, “la concentración de campos de golf en determinadas zonas, ya de por sí deficitarias en recursos hídricos, podría implicar problemas locales de sostenibilidad de los mismos”.
Apoyada en datos reales obtenidos mediante encuestas y datos simulados según una distribución por regiones agroclimáticas, la investigación determina que un 41% del riego de campos de golf procede de la reutilización de aguas residuales y un 7% de las aguas desalinizadas, mientras que los usos agrícolas se nutren de las extracciones directas de agua.
Según el estudio, el problema no es tanto la cantidad de agua utilizada para regar los campos de golf -estimada en 28 €/m3 en zonas muy concentradas (incluyendo ingresos directos e indirectos)-, como que ese uso se concentre en sectores muy turísticos, lo que “causaría problemas locales”. El autor principal añade que “este valor económico es más alto que el que se puede encontrar en agricultura, incluso en cultivos de invernadero”.
Aunque las fuentes no convencionales (agua desalinizada y depurada tratada) representen un alto coste por metro cúbico para el sector agrícola, pueden ser viables para el golf, cuyo consumo representa ya la mitad de esas fuentes. La solución podría residir en aumentar la disponibilidad vinculada a fuentes no convencionales, en vez de a fuentes tradicionales (aguas superficiales y subterráneas). “Esto es necesario para asegurar que el agua se emplee de la manera más eficiente posible en los campos”, concluye el investigador.
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J.A. Diaz, J.W. Knox, E.K. Weatherhead. “Competing demands for irrigation water: Golf and agriculture in Spain”, Irrigation and Drainage ; 56 (5): 541-549, dic. 2007.