José Francisco Jiménez, investigador de la Universidad Pablo de Olavide, realiza en su última publicación Relatos biográficos de agricultores. Memoria de la revolución agrícola en la costa de Almería y Granada la reconstrucción de un fenómeno de la historia reciente andaluza mediante una narración común de vida de 42 agricultores.
La revolución agrícola vivida en el poniente almeriense y la costa granadina es producto del trabajo arduo de familias de agricultores durante décadas y no de una revolución tecnológica puntual. Esta es una de las principales conclusiones que alcanza un estudio realizado por José Francisco Jiménez, profesor de la Universidad Pablo de Olavide, en el que recorre la transformación agrícola acontecida en la costa oriental de Andalucía a través de las vivencias de sus protagonistas.
El trabajo, publicado por la Editorial Comares bajo el título Relatos biográficos de agricultores. Memoria de la revolución agrícola en la costa de Almería y Granada, profundiza en est parte de la historia reciente andaluza, según el autor, casi desconocida y caricaturizada.
“En muchas ocasiones se habla de estos agricultores como de personas soberbias, racistas y de nuevos ricos, pero lo que he encontrado son personas de origen muy humilde, con formación básica pero con un gran conocimiento sobre el sector que les ha valido para hacer de un desierto un lugar próspero económicamente”, señala José Francisco Jiménez.
Para realizar su estudio, el investigador ha contado, entre otras fuentes, con las historias de 42 agricultores de entre 33 y 95 años, procedentes de seis localidades distintas, que les ha valido para dibujar un relato biográfico colectivo que abarca desde mediados del siglo XX hasta nuestros días.
En concreto, el estudio parte de los inicios de la década de los '50, un momento en el que la población campesina de la zona, aquellos que cultivan la tierra para la subsistencia, se veían obligados a desplazarse a las campañas agrícolas de Sevilla, Cádiz o Granada e, incluso, a emigrar para sobrevivir. Esto era debido a que los cultivos de la región eran extensivos y con gran dependencia de las condiciones climáticas, en una época donde se sufrieron varios periodos de sequía.
La situación comienza a cambiar en las décadas de los 60 y 70, con el respaldo del Instituto Nacional de Colonización. El régimen creó las condiciones para estabilizar las zonas de origen, parcelando la tierra e impulsando técnicas como el enarenado. Toda la familia se implicaba en el trabajo, especialmente las mujeres, quienes compaginaban la casa, los hijos y la labor en los invernaderos.
Retomar las técnicas tradicionales
“El punto de inflexión en el que el poniente almeriense y la costa granadina pasan de ser tierra de emigrantes a destino de inmigrantes lo marca la puesta en marcha de la agricultura intensiva”, apunta José Francisco Jiménez. En su estudio, el investigador de la UPO recoge cómo, en la década de los '80, los agricultores retoman técnicas tradicionales como el invernadero tipo parral y van más allá introduciendo el uso de plásticos. De esta forma, los invernaderos se asientan como un modelo de producción que desborda a la familia y empieza a atraer personas procedentes, sobre todo, del norte de África.