En la convulsa época del Imperio Romano, alrededor del año 270, alguien escondió un caldero lleno de monedas de plata y cobre cerca de lo que hoy es Valsadornín (Palencia). Dos hermanos lo descubrieron en 1937 gracias a una tormenta de verano. Después de diversas vicisitudes y una reciente restauración, ahora se puede admirar en el Museo Arqueológico Nacional.
“El tesoro fue encontrado de una forma totalmente casual el 19 de agosto de 1937 por los hermanos Eusebia y Tomás Roldán en el camino viejo de Valsadornín a Gramedo (Palencia). Tropezaron materialmente con un cacharro de bronce que el agua había puesto al descubierto, derramándose parte de su contenido. Con evidente curiosidad, a pesar del mal tiempo, se pararon a comprobar de qué se trataba. Vieron una cantidad de monedas que se apresuraron a recoger, así como la vasija que las contenía que estaba parcialmente enterrada”.
Así comienza el informe que la historiadora María Valentina Calleja publicó en los años 70 sobre el llamado tesoro de Valsadornín, una olla repleta de monedas de plata y cobre que hasta el próximo 13 de enero se puede admirar en la vitrina cero del Museo Arqueológico Nacional (MAN), justo a la entrada.
Según los expertos, se trata de uno de los más importantes testimonios arqueológicos de la inseguridad que sufría el Imperio Romano en las décadas centrales del siglo III. Alguien ocultó o perdió el caldero con su dinero hacia el año 270, y su desconocido propietario nunca lo pudo recuperar.
Lugar del hallazgo del tesoro en la actualidad. / MAN
Recientemente la vasija, todavía con monedas adheridas, ha sido objeto de una restauración y diversos análisis en el marco de una colaboración institucional entre el MAN, el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) y el Museo de Palencia, el verdadero propietario del tesoro y donde se exhibirá a partir del año que viene.
La olla todavía conserva unas 8.000 monedas amalgamadas en su interior, pero contenía además otras 2.421 que se encontraron sueltas o se desprendieron después del hallazgo. Las más antiguas se han datado hacia el año 240 y las más modernas de 269. La mayoría fueron acuñadas en Roma y pertenecen al reinado de Galieno, que gobernó con su padre desde 253 y en solitario entre 260 y 268.
El tesoro de Valsadornín ayuda a trazar un mapa del poder en la época romana. Las monedas aparecen con el nombre de 18 emperadores, emperatrices y sus herederos, que ponen cara a la inestabilidad política del Imperio, con dirigentes efímeros y usurpadores que se suceden y superponen en Roma, la Galia y Oriente.
En el momento del descubrimiento se estima que el tesoro pesaba 45 kg y que, antes de que desaparecieran algunas, contenía unas 15.000 monedas, todas ellas antoninianos. Los expertos también señalan que la vasija original sería más parecida a una olla que a un caldero (aunque hoy lo parezca), con boca estrecha, tapadera y dos asas, quizá para pasar algún tipo de cuerda o cadena para colgar.
Entre 2016 y 2018 el IPCE abordó su restauración, conservando el aspecto más aproximado al hallazgo original e interviniendo individualmente sólo un pequeño número de monedas desprendidas del bloque. También fueron realizadas diversas pruebas de imagen y composición metálica: radiografías, microanálisis mediante microscopía electrónica de barrido (SEM) y espectrometría de dispersión de energías de rayos X (EDX).
Los datos aún están siendo analizados pero, según los especialistas, resultarán de gran interés para confirmar o descartar diversas hipótesis sobre las técnicas romanas de fabricación de moneda o la variación del contenido real en plata de los antoninianos.
Este tesoro romano se descubrió de forma casual en 1937. / MAN/Ángel Martínez Levas
Vitrina CERO del Museo Arqueológico Nacional. / MAN / Paloma Otero
El antoniniano, creado en 215, fue la moneda más utilizada en el siglo III. Estas pequeñas piezas de vellón (aleación de plata y cobre) se han convertido en el icono de la llamada crisis del siglo III, cuyas consecuencias afectaron a todo el Imperio.
A partir de 235 y a lo largo de cincuenta años, continuas luchas por el poder, rupturas territoriales y una profunda crisis económica y social acabaron transformando el modo de vida romano. El antoniniano, cada vez más devaluado y con menos plata, refleja fielmente el deterioro de la situación.
El antoniniano se llama así por su creador, el emperador Caracalla, cuyo nombre oficial era Marco Aurelio Severo Antonino. Se reconoce por aparecer en el anverso el retrato del emperador con una corona radiada, emulando los rayos del sol, o el de la emperatriz sobre un creciente lunar. Sol y luna son imágenes asociadas desde antiguo al poder.
Las monedas se han fechado entre los años 240 y 269. Aunque la mayoría son del reinado de Galieno, incluyen también el de estos emperadores o emperatrices: Gordiano III (238-244), Filipo I (244-249), Otacilia Severa, Trajano Decio (249-251), Herennia Etruscilla, Treboniano Galo (251-253), Volusiano (251-253), Emiliano (253), Valeriano I (253-260), Mariniana Valeriano II, el mencionado Salonino Galieno (253/260-268), Salonina Macriano (260-261), Quieto (260-261), Póstumo (260-269) y Claudio II (268-270).
Ejemplo de antoninianos de la época del emperador Trajano Decio (el primero) y Galiano (los otros dos). / M123