En el mayor proyecto europeo sobre el cerebro humano, el Human Brain Project, el 85% de los líderes son hombres. Para tratar de corregir desequilibrios como este, el consorcio ha organizado una conferencia en Madrid sobre género y diversidad. Las expertas proponen cambios estructurales y educar en igualdad.
“En España fuimos educadas para otras cosas, no para liderar un equipo investigador, al menos, en mi época”. Pilar López Sancho (1953), profesora de investigación en el Instituto de Ciencia de Materiales del CSIC, sabe bien lo que es dirigir equipos. Especializada en Física de la Materia Condensada, un área mayoritariamente masculina, la científica ha liderado numerosos proyectos nacionales e internacionales.
Desde su posición lleva décadas impulsando la igualdad de género en la investigación, como cofundadora de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) y como presidenta y miembro de varias comisiones de igualdad.
López Sancho fue una de las participantes en la Conferencia sobre Género y Diversidad organizada por el Proyecto Cerebro Humano (HBP en inglés) la semana pasada en la Universidad Politécnica de Madrid.
Este macroproyecto financiado por la Unión Europea persigue acelerar la investigación en neurociencia, informática y medicina aplicadas al cerebro. “Podéis hacer historia en la dimensión de género”, aseguró a las asistentes Valentina Perrotta, representante de la Comisión Europea, durante el encuentro.
Las cifras dejan un amplio margen de mejora. Solo el 15% de las posiciones de liderazgo las ocupan mujeres. Para conocer la opinión de los miembros del HBP, la organización EAF Berlín (Alemania) diseñó una encuesta online.
El resultado más sorprendente fue que el 41% de los hombres que dirigían equipos pensaba que tanto varones como mujeres estaban prácticamente igual representados en los puestos de poder, algo que no se corresponde con la realidad.
Javier de Felipe, líder de uno de los subproyectos del HBP, se pregunta cuántas buenas científicas no ocupan puestos de liderazgo. “Apoyar a la mujer en ciencia es bastante más sencillo de lo que parece”, señaló a Sinc.
En el caso de las científicas que tienen hijos, el investigador propuso una ayuda económica como apoyo a los cuidados. También señaló la necesidad de compensar la carga familiar en el currículum, de modo que, cuando una mujer haya publicado menos artículos científicos durante una temporada debido a la maternidad, esto no le penalice.
La encuesta también analizó los puestos de trabajo de las parejas y cónyuges de los líderes del proyecto europeo. Mientras que la casi totalidad (el 94%) de las mujeres tiene cónyuges con carreras muy cualificadas, solo el 39% de los varones vive con parejas que también ostentan cargos con responsabilidad.
“No queremos hacer que los hombres se sientan culpables”, subrayó Krista Varantola, rectora emérita de la Universidad de Tampere (Finlandia) y asesora independiente del proyecto. Para evitar desequilibrios, Varantola cree que la clave reside en educar en igualdad desde muy pronto e introducir políticas para el cambio, como se hace en los países nórdicos.
En el caso de Suecia, las científicas tienen varios hijos y para ellas no existe el drama de elegir entre tener descendencia o una carrera profesional, según aseguró la filósofa de la Universidad de Upsala (Suecia) Kathinka Evers, que dirige otro de los subproyectos del HBP.
“Como líder impongo la igualdad de género”, explicó. En su opinión, un buen líder tiene que ser excelente en su campo y además contar con inteligencia, empatía y respeto hacia la diversidad. En cuanto a la separación de la vida privada de la profesional, Evers considera esencial respetar el tiempo libre y los fines de semana.
De izquierda a derecha, Krista Varantola, Chris Ebell, Katharina Schiederig, Ineke Klinge, Kathinka Evers y Javier de Felipe. / Sinc
En la conferencia también se analizó el peso que tiene el género en los estudios experimentales. Entre 1997 y 2000 en Estados Unidos se retiraron del mercado diez fármacos porque perjudicaban gravemente la salud y ocho de ellos repercutían negativamente en las mujeres.
“Hacer una investigación errónea cuesta vidas y dinero”, denunció Londa Shiebinger, profesora de la Universidad Stanford (EE UU) y directora del programa Innovaciones de Género. Sobre las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, Shiebinger no cree que exista un cerebro masculino y uno femenino y apuntó a que factores como la educación, la experiencia o los sesgos influyen en su desarrollo.
De Felipe sí considera que existen diferencias cerebrales entre hombres y mujeres, sobre todo en los circuitos, tal y como han revelado algunas de sus investigaciones. “Hay que estudiar las diferencias de género como un objetivo científico más”, planteó.
La dislexia, por ejemplo, es un trastorno con una mayor prevalencia en hombres que en mujeres. Amaia Carrión, investigadora del proyecto MULTI-LATERAL del HBP que trabaja en el Instituto Max Planck de Psicolingüística de Nimega (Países Bajos), ha estudiado este trastorno en menores y ha podido comprobarlo.
“Eso refleja que hay algo biológico que predispone de manera diferente a sufrir un síndrome y si realizas un diseño experimental que no lo tiene en cuenta puedes llegar a conclusiones erróneas”, indicó a Sinc.
Su carrera investigadora ha transcurrido entre Francia y Países Bajos, donde trabaja en la actualidad. La científica recordó que en el Instituto Max Planck de Psicolingüística, cuando se anuncia un nuevo puesto laboral están obligados a incluir una frase que recuerde que en igualdad de condiciones se prioriza a la mujer. Un ejemplo de cambios estructurales que nivelan los desequilibrios.
Londa Shiebinger hizo la prueba. Introdujo en el traductor de Google un artículo en castellano en el que se hablaba de ella para traducirlo a inglés. El resultado fue que en lugar de hablar de “ella”, todos los pronombres eran masculinos. “La inteligencia artificial tiene sesgos de género”, alertó.
Aunque hasta 1968 en Estados Unidos era habitual que los libros incluyeran pronombres masculinos casi en su totalidad, a partir de esa fecha la tendencia empezó a cambiar y se incluyeron más femeninos. La proporción pasó de cuatro pronombres masculinos sobre uno femenino hasta 1968, a ser de dos sobre uno en el año 2000.
“Si no intervenimos los estereotipos históricos seguirán”, afirmó la experta. Como solución propuso trabajar en equipos multidisciplinares de informáticos, abogados, historiadores y expertos en género que corrijan los algoritmos de los que se nutren los traductores, buscadores y otras inteligencias artificiales.
La agencia Sinc participa en el proyecto europeo SCOPE, coordinado por FECYT y financiado por la Unión Europea a través de Horizon 2020. Los objetivos de SCOPE son comunicar resultados visionarios de la investigación de proyectos asociados al Graphene Flagship y el Human Brain Project, así como promover y reforzar las relaciones en la comunidad científica de las Iniciativas de Investigación Emblemáticas de las Tecnologías Futuras y Emergentes (FET Flagships) en la UE.