La Universidad Cardenal Herrera CEU y la Universitat de València estudian las plantas medicinales de la comarca de Los Serranos y el uso que hace la población de ellas. Su objetivo es preservar estos recursos naturales mediante la redacción de un plan de desarrollo sostenible.
Desde los tiempos más antiguos, los humanos han confiado y siguen confiando en el poder de las plantas para curar o aliviar los síntomas de las más variadas enfermedades y dolencias, tanto de personas como de sus animales. Algunas personas mayores de los pueblos de Los Serranos, una comarca situada al norte de la provincia de Valencia, han conservado las tradiciones de sus ancestros y todavía recurren a las plantas del monte. Desde una herida, una gastroenteritis, la picadura de serpiente, una úlcera, los nervios, los dolores de la menstruación, fiebre, ciática, hemorroides, irritación de la garganta... la solución la encuentran en el campo.
La doctora Isabel Martínez-Solís del Departamento de Fisiología, Farmacología y Toxicología de la Universidad Cardenal Herrera CEU y la doctora Pilar Soriano, profesora del Departamento de Botánica de la Universitat de València, han unido fuerzas para contribuir a conservar este valioso conocimiento y proponer una ordenación de estos recursos naturales que deberían estar gestionados en el futuro por la Administración. El estudio lo está realizando Francisco Moratal, como parte de su tesis doctoral. Francisco es farmacéutico comunitario y tiene su oficina de farmacia en una comarca cercana y en el desempeño de su profesión se ha concienciado del interés de la fitoterapia como tratamiento de dolencias menores y de la necesidad de que el recurso de las plantas medicinales se ordene y sea gestionado por personal cualificado.
La comarca de Los Serranos, con una extensión de 1.400 km2, tiene más de la mitad de sus 17.000 habitantes en las 4 poblaciones más grandes. Los demás, se reparten en los 15 pueblos restantes, a los que se accede mayoritariamente por una estrecha carretera de montaña. “Uno de los motivos por los cuales se escogió la comarca para el estudio fue que es una zona todavía muy rural, poco presionada por actividad humana y en la que todavía se recogen y se emplean las plantas con fines medicinales”, explica Isabel Martínez-Solís, botánica experta en la materia.
Para estudiar el potencial medicinal de la zona, el farmacéutico Paco Moratal, a través de encuestas y entrevistas personales, está elaborando una lista de plantas que utilizan los habitantes. Además, a la vez recoge muestras y las analiza para poder comparar el conocimiento popular con los estudios de medicina tradicional. “Durante el último año he recolectado más de 260 especies en sus distintas fases de floración y por mis conversaciones con los vecinos he averiguado que continúan empleando unas 70. Los usos más habituales son para aliviar problemas digestivos y urinarios, en veterinaria y para curar heridas, tanto de personas como en animales”.
Sin embargo, según la doctora Martínez-Solís, desafortunadamente quedan pocas personas vivas que conserven este conocimiento. “La media de edad supera los 65 años porque los jóvenes emigran a las ciudades por la dureza del terreno y la falta de oportunidades en el campo laboral. Los pocos jóvenes que se quedan no están interesados en adquirir estas costumbres. De modo que a través de este estudio, intentamos evidenciar la situación y sentar unas bases que procuren la salvaguarda del saber popular etnobotánico”.
Contactar con las personas mayores de los pueblos fue, pues, uno de los primeros objetivos de Paco Moratal. En Andilla, la persona que mantiene la tradición que aprendió de su madre es Dolores Clavel Pérez. Esta población, situada a 900 metros sobre el nivel del mar, tiene empadronadas unas 300 personas, no hay cobertura de telefonía móvil ni farmacia, y sólo un médico visita el pueblo 3 días a la semana. La población más cercana es Villar del Arzobispo y se encuentra a 21 km (40 minutos de distancia en coche). Entre las plantas que utiliza, Dolores nos comenta: “Recurro a la raíz de la salvia oropesa para aliviar las hemorroides y quitar pus de granos; la “hierba de los cantores” o erisimo para la inflamación de garganta; el aceite de hipericón para quemaduras; la hierba de roca para bajar la tensión... también uso la gayuba y el rabo de gato, entre otras”.
El problema, apuntan las investigadoras valencianas es que no se conocen los efectos secundarios, reacciones adversas e intolerancias de estas plantas, que son en definitiva “sustancias medicamentosas”, e inevitablemente interactúan con otros medicamentos. Esto es especialmente preocupante en el caso de las personas mayores polimedicadas. Por tanto, dentro del proyecto, también se estudiará este aspecto, principalmente a través de las 1500 encuestas que se tiene previsto realizar.
El Colegio de Farmacéuticos
Para la fase del estudio de población proyecto se cuenta con la colaboración del Colegio de Farmacéuticos de Valencia que distribuirá a las 25 farmacias de la comarca los cuestionarios. Pero, para llegar a los pueblos sin farmacias, habrá que acercarse a los bares y hogares del jubilado. Una de las cuestiones que más complican el trabajo etnobotánico es que las plantas tienen diferentes nombres según la zona, por tanto, para facilitar el trabajo de identificación por parte de los vecinos, se está elaborando un manual de campo con fotografías de la flora en diferentes épocas del año. Así, se espera poder obtener una gran cantidad de información acerca de las plantas de recolectan, dónde crecen, para qué las utilizan y si las combinan o no con medicamentos.
Pilar Soriano supervisa la parte de la tesis relacionada con la vegetación, ya que según la altura y otras variables como el terreno, aparecen determinados paisajes. “Las plantas que estudiamos se encuentran formando parte de la vegetación entre 500 y 1000 metros de altura y podemos observar diferentes comunidades en función de la naturaleza del sustrato (calizo o silíceo) y de la altura, como sabinares de sabina rastrera en las zonas altas, de sabina albar en las zonas menos elevadas y carrascales y pinares en las zonas más bajas. En todas estas formaciones crecen plantas medicinales”. La doctora Soriano añade que hay paisajes que han cambiado a consecuencia de los incendios forestales y del abandono de la agricultura – hasta los años setenta la comarca producía cereal y uva–.
La tesis doctoral se enmarca en las líneas del SEPLAN (Servicio Nacional de certificación de Plantas y Hongos), que tiene un carácter interuniversitario, perteneciendo así a la Universitat de València y a la Universidad CEU-Cardenal Herrera. Desde este servicio ya se había documentado los recursos medicinales de El Saler y La Safor pero esta será la primera vez que se analiza una zona y se redacta una propuesta del uso del recurso para un desarrollo sostenible. En los mapas de cada área se incluirán las zonas donde la densidad de una determinada especie es la adecuada para no dañar el paisaje con la recolección de plantas, además de la información relacionada con el periodo de recolección. Los resultados del trabajo podrán ser utilizados por la Administración como una herramienta más para planificar y ordenar el territorio.