El impacto del diagnóstico de un tumor es mayor cuando, además, es muy raro y apenas hay datos sobre él. Es el caso del síndrome de Sézary, un tipo desconocido de leucemia y de linfoma con manifestaciones cutáneas que padece José Ramón Regueiro, inmunólogo en la Universidad Complutense de Madrid. Con el apoyo de la Asociación Española contra el Cáncer investiga cómo curar esta enfermedad.
Al principio, comenzó con el enrojecimiento del pecho. Como tiene un tono de piel claro y es alérgico al polen, diferentes médicos asociaron el malestar de José Ramón Regueiro a una reacción, primero alérgica y luego autoinmune. Ambas opciones eran erróneas y durante más de dos años no obedeció a ningún tratamiento. A finales de 2018 la situación se hizo insostenible, pues se extendió por todo el cuerpo.
Pablo Ortiz, dermatólogo del Hospital Universitario 12 de Octubre y profesor en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), propuso buscar en su sangre la respuesta. Y, por fin, en enero de 2019, llegó el diagnóstico: síndrome de Sézary.
A José Ramón, que es docente, experto en Inmunología y Vicedecano de Investigación y Doctorado en la Facultad de Medicina de la UCM, se le quedó la misma cara que a ti cuando lo escuchó: no tenía ni idea de su existencia. Se trata de un cáncer extremadamente raro cuya tasa anual es de una persona cada diez millones. Es decir, extrapolando los datos a la población española, entre cuatro y cinco personas diagnosticadas al año.
Entre las peculiaridades del síndrome de Sézary está que es un tipo de linfoma y de leucemia a la vez: el primero, porque se produce por linfocitos T tumorales en los ganglios linfáticos, y la segunda porque estos linfocitos viajan por la sangre.
El caso de José Ramón es especialmente peculiar si se tiene en cuenta su especialidad como inmunólogo: los linfocitos T. “Es un poco el colmo de un inmunólogo de linfocitos T, tener un tumor en ellos, pero bueno, qué le vamos a hacer”, comenta resignado y sin perder el humor.
Como la tasa media de supervivencia de esta enfermedad es de cuatro años, según sus cálculos teóricos, “sobre el papel, acabo de empezar el último año de mi vida”.
Esta leucemia agresiva tiene manifestaciones cutáneas, principalmente enrojecimiento y picor. Además, provoca la apertura de los poros de la piel, con el riesgo que eso conlleva, permitiendo la entrada de agentes infecciosos.
Es un poco el colmo de un inmunólogo de linfocitos T, tener un tumor en ellos, pero qué le vamos a hacer
“También desorganiza los ganglios y hace difícil la respuesta inmunitaria. Pueden llegar a la médula ósea, dificultar la producción de otras células y producir inmunodeficiencia. Entre la porosidad de la piel y la inmunodeficiencia, las infecciones son comunes”, explica Regueiro.
Desde su diagnóstico, diferentes terapias han recorrido su cuerpo: quimioterapia, citocinas o fotoaféresis. También recibió tratamiento con anticuerpos monoclonales dirigidos a una proteína del tumor. Este funcionó, pero solo un par de meses.
Como última opción, quedaba sustituir su mecanismo de generación celular de la sangre: llegó el trasplante de médula de su propia hija. Por eso, a día de hoy, no hay rastro de su linfocito T tumoral, pero tampoco del resto.
“Al principio, el trasplante fue bien, pero luego la médula respondía contra mis tejidos y estuve grave. Hoy ya puedo caminar, pero sin hacer esfuerzos, aunque no puedo salir a la calle por el peligro de infectarme de coronavirus”, explica Regueiro, quien ha pasado buena parte de 2021 aislado en una habitación especial del Hospital Gregorio Marañón.
En todo este tiempo, las plataformas Zoom o Meets han sido su salvación y no ha dejado de trabajar ni como director del grupo de Fisiopatología de las células T, ni como vicedecano. “Cuando estás metido en una habitación entre cuatro paredes, tener actividad es incluso bueno”, reconoce.
A esta actividad se une el proyecto financiado por la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) Nueva inmunoterapia para el síndrome de Sézary, un cáncer sanguíneo ultrarraro. Los pacientes tienen un mal pronóstico y las opciones de tratamiento actuales muestran altas tasas de recaída, reacciones adversas o mortalidad. Por lo tanto, una de las prioridades en esta enfermedad es la búsqueda de un tratamiento eficaz.
A diferencia de los tumores de otras células (por ejemplo, las epiteliales, que son todas iguales) cada linfocito T tiene su especificidad para luchar contra patógenos concretos mediante un receptor de su membrana.
Los linfocitos T afectados viajan por la sangre. / Shutterstock.
En otros tumores de linfocitos, puedes permitirte eliminar los sanos para acabar con los tumorales (por ejemplo, los linfocitos B) porque se pueden sustituir por sus productos, los anticuerpos. Sin embargo, en el caso de los linfocitos T eso no es posible porque no existe recambio. Por eso, eliminarlos a todos no es posible porque el paciente se quedaría sin protección ante infecciones.
En el proyecto que lidera Regueiro, los investigadores proponen atacar a los receptores de las células T tumorales –solo esas, respetando a las demás– a través de herramientas inmunológicas.
“Esta terapia tiene que ser específica y personalizada en cada paciente porque cada uno tiene un linfocito T tumoral diferente y único”, señala el inmunólogo. Por eso, aunque en las enfermedades raras la pequeña muestra de pacientes dificulte el desarrollo de tratamientos al tener una escasa muestra para los ensayos clínicos, en este caso es un punto a favor y permite personalizar la terapia. Los primeros resultados del proyecto arrojan esperanza y buenos datos.
¿Cambia la visión investigar sobre algo que tú padeces? “No cambia mucho. Estoy aplicando mis conocimientos de linfocitos en esta patología, de la que entiendo porque lo estoy viviendo, y estoy capacitado para ver los problemas y las esperanzas de los pacientes. Pero si alguien me hubiese propuesto el proyecto sin necesidad de tener que padecerlo, también me hubiese apuntado”, reconoce.
El síndrome de Sézary se engloba dentro de los denominados cánceres raros. Estos pertenecen al grupo de enfermedades raras, definidas como aquellas cuya prevalencia es inferior a 50 de cada 100.000 casos. Según el proyecto europeo RARECARE, se han descrito hasta 198 tipos de cánceres raros. Los cánceres de nariz, de ojo o de glándulas salivares son solo algunos de ellos.
“A pesar de lo que indicaría su nombre, los cánceres raros en conjunto representan en total alrededor del 24 % de todos los casos de neoplasias malignas, incluyendo todos los cánceres que afectan a niños, adolescentes y a adultos jóvenes”, señala María del Mar Galera López, oncóloga del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid.
Galera y su compañera Rosa Álvarez son especialistas en sarcomas, tumores en tejidos de partes blandas o huesos, que comprenden menos del 1% de todos los cánceres en adultos. A su vez, hay descritos más de 100 subtipos de esta tipología.
A pesar de lo que indica su nombre, los cánceres raros en conjunto representan alrededor del 24 % de todos los casos de neoplasias malignas, incluyendo todos los cánceres que afectan a niños, adolescentes y a adultos jóvenes
A la dificultad del diagnóstico correcto y al retraso en la derivación del paciente se suman la falta de experiencia a la que se enfrentan la mayoría de los especialistas para tratar estos tumores. Además, debido a la baja incidencia de esta patología y su heterogeneidad, los estudios clínicos son más difíciles de llevar a cabo.
“Creemos que es esencial visibilizar los tumores raros para proporcionar más información, por un lado, a los pacientes sobre su enfermedad y, por otro, a los profesionales, para que los deriven a centros especializados que trabajan de forma multidisciplinar en estos tipos de cáncer menos frecuentes”, concluyen las oncólogas.
Con motivo del Día Mundial Contra el Cáncer, las profesionales recuerdan la importancia de la financiación y del apoyo institucional para impulsar la investigación en esta área.
La investigación y terapias personalizadas resultan claves. / Shutterstock