Genes de infarto

No sólo el estilo de vida afecta al funcionamiento del corazón. Algunos factores genéticos pueden predisponer al infarto de miocardio. Por eso, rastrear las conexiones entre el motor y el código de la vida puede contribuir a conocer cómo se desencadena el proceso y actuar sobre él desde la prevención. Con este planteamiento, investigadores españoles han detectado algunas variaciones génicas relacionadas con el infarto temprano.

Isabel Rodríguez García y Pablo Román García
Isabel Rodríguez García y Pablo Román García, en el laboratorio del Servicio de Metabolismo Óseo y Mineral del HUCA. Foto: FICYT.

Isabel Rodríguez es la investigadora principal de un proyecto que busca factores genéticos implicados en el infarto de miocardio y en la aparición y desarrollo de la placa aterosclerótica. Susp rimeros resultados fueron publicados en setopeimbre, en la revista que publicó la revista Coronary Artery Disease.

“Aunque la causa principal de los infartos de miocardio en España es el tabaco, al que se le unen la alimentación y el estilo de vida, antes de los 55 años no ha habido suficiente tiempo para que estos condicionantes provoquen un infarto”, afirma Rodríguez García, que es miembro del Servicio de Metabolismo Óseo y Mineral del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).

Por eso, su equipo de investigación ha analizado el ADN de 261 pacientes que habían sufrido un infarto de miocardio antes de los 55, "cuando los factores genéticos actúan de forma más clara y aún no están enmascarados por las causas ambientales".

¿Por dónde empezar a mirar en el mosaico de los 30.000 genes que forman el ADN humano? ¿Cómo mirar genes que llegan contener millones de pares de bases cada uno?

“Nos hemos centrado en las metaloproteasas, un tipo de proteínas que cortan a otras proteínas para que puedan desempeñar su función”, explica Rodríguez. En este punto, la investigadora no deja de señalar la referencia mundial que supone el trabajo sobre metaloproteasas que desarrolla el grupo que lidera Carlos López Otín en la Universidad de Oviedo, y que les ha servido de inspiración.

“Tijeras” que dañan el corazón

El vínculo de las metaloproteasas con el corazón es que estas proteínas están implicadas en la rotura de la placa de ateroma que se forma en la pared de las arterias. Así se forman fragmentos que pueden viajar y obstruir las arterias coronarias, lo que produce el infarto de miocardio.

Los investigadores se han centrado en la región de ADN que codifica la fabricación de la metaloproteasa MMP-1 y han localizado las variaciones individuales de este gen que influyen en el riesgo de infarto de miocardio. Pero en el laboratorio las causas y efectos no se encadenan de forma tan sencilla: “las metaloproteasas tienen un funcionamiento muy complejo, unas activan a otras, o la misma puede ser beneficiosa para unas funciones del organismo y perjudicial para otras”, señala Pablo Román García, investigador junto a Isabel Rodríguez en el Servicio de Metabolismo Óseo y Mineral del HUCA.

Después de haber analizado la asociación entre infarto y una variación determinada de un gen (polimorfismo), el trabajo no ha hecho más que comenzar. “A continuación, es necesario abordar estudios funcionales para analizar por qué esa variación genética se asocia a un mayor riesgo”, afirma Isabel Rodríguez. En palabras de Pablo Román, “si entendemos cómo las variaciones genéticas significativas se traducen en el funcionamiento del organismo, estaremos más cerca de diseñar estrategias para contrarrestarlas”.

En estos momentos, ambos están ultimando un estudio sobre las variaciones genéticas que influyen en la progresión de la placa de ateroma y que arrojarán nuevos datos sobre esta alteración.

La investigación ha sido posible desde una perspectiva de colaboración entre el Servicio de Metabolismo Óseo y Mineral que coordina Jorge Cannata; el Laboratorio de Genética que dirige Eliecer Coto; y los investigadores del Área del Corazón, entre los que se encuentra César Morís, Director Médico del HUCA.

El Proyecto, iniciado en 2008 con financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación a través del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), cuenta con una dotación de 98.000 euros y finalizará en 2010. Las mismas entidades apoyan al grupo de investigación a través de la Red nacional RedInRen, de la que forman parte. Y también el PCTI del Principado ha apoyado la labor, mediante la contratación de una investigadora predoctoral asignada al Proyecto: Sangre nueva hacia el corazón.

Huesos de cristal

Las interrelaciones que se dan en el organismo han guiado la investigación de Isabel Rodríguez y Pablo Román hacia la llamada “enfermedad de los huesos de cristal” u osteogénesis imperfecta. “Puesto que la MMP-1 corta el colágeno, hemos iniciado un estudio sobre su posible relación con esta enfermedad, que por afectar a menos de un 1% de la población está muy poco estudiada”, afirma Pablo Román.

La osteogénesis imperfecta es una patología que reduce la esperanza de vida a 30 o 40 años. “Debido a su escasa incidencia”, puntualiza el investigador, “existe muy poco conocimiento científico sobre ella. Y aunque este estudio pueda contribuir a fundamentar mejor el diagnóstico, es muy importante no crear falsas expectativas. La aplicación de este tipo de estudios aún está lejana, y se encamina a tratar de evitar casos futuros”.

Fuente: FICYT / SINC
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