Cientos de científicos han tenido que posponer o incluso cancelar sus proyectos de investigación. A largo plazo, la crisis de la COVID-19 podría crear una brecha en los niveles de producción científica, pero los investigadores, preocupados por la situación económica, esperan que este parón no frene las inversiones.
El pasado 14 de marzo, cuando se decretó el estado de alarma, el paleontólogo Adán Pérez García tenía que estar en Jerusalén buscando fósiles de cocodrilos. Unos días antes, sin embargo, Israel cerró sus fronteras para los viajeros procedentes de varios países, incluido España. Adán se quedó en casa.
“El estudio de reptiles fósiles de Israel tendrá que esperar hasta que las condiciones sean propicias para retomarlo”, cuenta a SINC el investigador del Grupo de Biología Evolutiva de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). La única alternativa fue reorganizar su agenda por el cierre de los centros de investigación.
El paleontólogo de la UNED, Adán Pérez García. / Foto cedida por el científico
Además de su viaje, tendrán que esperar la preparación de los restos fósiles y su estudio en laboratorio, así como las campañas en los yacimientos. “Pero esto no impide continuar, ni mucho menos. Los trabajos de campo y de laboratorio son imprescindibles para la ejecución de varias etapas de nuestra investigación, pero no suponen la mayor inversión en tiempo de nuestro trabajo”, explica el paleontólogo.
Sin embargo, sí lo son para otros científicos, como Marta Barluenga, vicerrectora de investigación y científica titular del CSIC en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN).
La investigadora trabaja con peces de agua dulce en un proyecto del Plan Nacional español para estudiar cómo se forman las especies desde la base genética de la aparición de novedades evolutivas en los animales. Su trabajo se centra en una región tropical en Nicaragua, en unos lagos “donde estas especies son especialmente abundantes”, detalla a SINC.
La crisis de la COVID-19 la ha sorprendido analizando en laboratorio las muestras de campo recogidas en noviembre de 2019, la época de reproducción. “Hemos tenido que paralizar todo el trabajo de laboratorio, primero porque hemos donado todo el material básico a hospitales y hemos dejado de ir al centro de trabajo. Esto nos supone haber interrumpido la toma de datos”, comenta.
Todos los científicos y científicas que trabajan con organismos vivos han detenido gran parte de su actividad por las medidas de aislamiento, pero deben seguir preocupándose por los animales que tenían a su cargo.
“Los laboratorios que trabajan con organismos vivos están encargándose de acudir con frecuencia para alimentar a los animales y limpiar sus instalaciones. Se han cancelado los experimentos, salvo en algún caso”, concreta Santiago Merino Rodríguez, director del MNCN.
En el instituto, Barluenga tiene peces que ha mantenido con vida, pero “en otras instituciones de forma obligada o voluntaria se han sacrificado los animales de experimentación”, subraya la investigadora.
Lo mismo ha ocurrido en el Laboratorio de Genómica Evolutiva y Funcional del Instituto de Biología Evolutiva (IBE) del CSIC-UPF, donde trabaja Josefa González Pérez con moscas de la fruta (Drosophila melanogaster). “Hemos tenido que interrumpir todos los experimentos. Solo accedemos al laboratorio para mantener los organismos de experimentación, pero no podemos realizar ningún experimento”, declara a SINC.
Entre los análisis pospuestos está su proyecto del European Research Council (ERC) que, para entender cómo los organismos se adaptan al ambiente, estudia varios mutantes a través de técnicas de secuenciación masiva y de edición genética como CRISPR/Cas9. También han debido interrumpir el proceso de creación de nuevos mutantes.
Los experimentos también han sufrido paradas en uno de los centros más punteros en nanociencia. Por primera desde su inauguración, el centro de investigación CIC nanoGUNE ha tenido que cerrar sus puertas “solo desde el 30 de marzo hasta el 9 de abril, salvo para servicios mínimos de mantenimiento”, declara SINC José María Pitarke, director del centro.
Aunque en general los trabajos se han mantenido en la distancia –incluso el microscopio electrónico ha operado en remoto los días del cierre–, algunos de los diez grupos de investigación, como el de Félix Casanova en nanodispositivos, no pueden realizar nuevos experimentos sin acceder a los laboratorios.
En su caso, los proyectos están relacionados con la espintrónica, que usa el espín del electrón para codificar y transportar información. Uno de ellos es en colaboración con la multinacional americana Intel, líder mundial en microprocesadores. La espintrónica permitirá mejorar la eficiencia energética de los futuros ordenadores.
“Todo el trabajo de laboratorio está parado y es nuestra materia prima. Iremos aprovechando lo que ya tenemos hecho para analizar y publicar los resultados, pero estamos limitados”, cuenta a SINC Casanova, que, como investigador principal, tiene estas semanas más trabajo del habitual para revisar trabajos.
La científica del MNCN Marta Barluenga durante la toma de muestra en un lago de Nicaragua. / Foto cedida por la investigadora
Algunos proyectos de investigación se deberán prorrogar al no poder terminarse a tiempo. “En nuestro campo –comenta Casanova– un parón de dos meses no es crítico, ya que podemos seguir justo donde estábamos al volver al laboratorio”. Pero sí lo es en los grupos de biología donde los tiempos de la propia naturaleza marcan el ritmo.
Como si un ordenador se hubiera apagado antes de guardar el documento de trabajo, muchos de los experimentos que han sufrido un parón no podrán retomarse allí donde se quedaron. “La palabra 'irrecuperable' la vamos a usar en algunos casos como los estudios con embriones o sistema de genes. Sin continuación, el estudio es irrepetible”, lamenta a SINC José E. Capilla Romá, vicerrector de investigación, innovación y transferencia de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV).
En su universidad, ante el Real Decreto-Ley que planteaba cesar todas las actividades no esenciales, se han estado autorizando, de manera excepcional, entradas al centro con rigurosos protocolos de seguridad sanitaria en el caso de los experimentos de larga duración. “Mantenemos las cosas para que no se caigan, en realidad”, indica Capilla Romá.
El cierre de miles de laboratorios en todo el mundo, incluidos los que estaban centrados en la investigación de otras enfermedades como el cáncer, ha desvelado una realidad aún más dura con la crisis de la COVID-19: su investigación de repente ya no es “esencial”.
En un preprint publicado esta semana, científicos del MD Anderson Cancer Center de la Universidad de Texas (EE UU) cuentan que los centros han parado los ensayos clínicos, algunas instituciones han mantenido los experimentos más irremplazables y otras los han detenido por completo, incluso eutanasiando a colonias enteras de ratones.
“Cerrar un laboratorio experimental o una plataforma de ensayos clínicos conlleva enormes consecuencias para el futuro de la ciencia del cáncer. Los reactivos experimentales preciosos, como los xenoinjertos derivados de pacientes o los ratones transgénicos, pueden llevar años en generarse”, apuntan en el trabajo. En su caso, tardaron cinco años en llegar al estado actual de la investigación.
Cuando puedan volver a sus laboratorios no comenzarán de cero, pero tardarán dos años en retomar los estudios donde los dejaron. Como ellos mismos dicen, su historia no es única. Es la realidad de investigadores e investigadoras de todo el planeta.
Josefa González necesitará varias semanas para retomar su trabajo de investigación en el IBE. “Los plazos de entrega se van a ver afectados. Todos los organismos de financiación deberían de tener esto en cuenta y alargar los contratos del personal y los plazos de entrega de resultados, o modificar sus expectativas en cuanto a los objetivos a cumplir”, señala a SINC.
Desde el Ministerio de Ciencia e Innovación, a raíz del Real Decreto-Ley 11/2020 del 31 de marzo se anunció, en este sentido, “la posibilidad de prorrogar los contratos de trabajo de duración determinada y financiados con cargo a convocatorias públicas de recursos humanos en el ámbito de la investigación, efectuadas por los agentes de financiación del Sistema Estatal de Ciencia, Tecnología e Innovación, entre las que se encuentran las convocatorias de recursos humanos de la Agencia Estatal de Investigación”.
En el caso europeo no está tan claro. “Hay una preocupación muy grande ahora mismo, sobre todo en el caso de los proyectos europeos. Se están tomando algunas medidas, pero se están pidiendo prórrogas caso a caso a la Comisión”, subraya Capilla, vicerrector de investigación de la UPV.
Para la solicitud de nuevos proyectos europeos los plazos se han ampliado. Científicos como Adán Pérez García, paleontólogo de la UNED, se han presentado a esas convocatorias. “Esta crisis sanitaria podría, por desgracia, terminar afectando también a la convocatoria y financiación de nuevos proyectos, lo que podría implicar tener que ajustar algunas líneas de trabajo”, señala.
En el caso del ERC, el organismo ofrece flexibilidad en el plazo de entrega de los denominados “entregables” (resultado tangible del proyecto) e “hitos” (medición del progreso del proyecto) y de los informes. “Mi centro de investigación, el CSIC, depende del gobierno español que ha abierto la posibilidad de extender alguno de los contratos que finalizan este año”, explica Josefa González. La contratación de personal investigador o de apoyo a la investigación es otra de las principales preocupaciones de los equipos.
La investigadora Josefa González en su laboratorio. / Foto cedida por la científica
A los líderes de equipo, como Marta Barluega del MNCN, también les preocupa lo que pasará con las oposiciones convocadas para junio-julio de 2020. Esa misma inquietud la viven los que se van a presentar.
De manera general, la comunidad científica está aprovechando el teletrabajo para analizar los datos tomados antes de la cuarentena o para redactar tanto tesis doctorales como los estudios. “Las tesis doctorales se están posponiendo en su mayoría aunque las universidades están tratando de facilitar la defensa telemática”, recalca Barluenga.
Por ahora, las editoriales, a pesar de la situación, no están retrasando las solicitudes ni las entregas de los artículos revisados.
Félix Casanova, del CIC nanoGune, tenía justamente uno pendiente en el que se presentan los primeros resultados de la colaboración con Intel. “No nos han informado de ningún retraso por la COVID-19, pero como los tiempos de publicación pueden ser muy distintos entre las revistas, es difícil decir si hay afectaciones”, recalca. Se ha publicado en la revista Nature Electronics.
Lo confirma la investigadora del MNCN, también editora de tres revistas: “Todo el trabajo editorial se está manteniendo sin demasiados cambios. Los artículos que tengo bajo revisión están siendo procesados, los que tengo que revisar me los reclaman, y los que manejo como editora los envío a revisores y los están revisando”, detalla.
Sin embargo, a largo plazo y si la situación se alarga, “veremos una brecha en los niveles de producción científica debida a la necesidad de posponer algunas investigaciones en el tiempo”, destaca Santiago Merino Rodríguez, director del MNCN, quien espera que esta producción se recupere con rapidez.
“Deberemos encontrar fórmulas para poder recuperar el tiempo perdido, garantizando los protocolos de prevención y seguridad en el centro y en los laboratorios”, manifiesta José M. Pitarke, director del nanoGUNE.
Félix Casanova en su laboratorio del centro nanoGUNE. / nanoGUNE
La crisis del coronavirus marcará un antes y un después en muchos ámbitos, y la ciencia posiblemente no será una excepción. Con la crisis económica del 2008 aún en mente, los científicos temen los recortes en la financiación de la I+D básica.
“Veo con preocupación el advenimiento de una recesión económica, sobre todo por lo que ello implica a corto plazo en nuestra sociedad, pero también porque queriendo resolver el corto plazo, se puedan ver afectados los recursos que se dediquen a la investigación”, expone a SINC Pitarke. “Sabemos que en investigación lo que se pierde en poco tiempo cuesta muchos años en recuperar”, añade.
Durante la cuarentena, proyectos de universidades que tenían contratos con empresas del ámbito privado se han suspendido. “Esta crisis replantea los escenarios, y las empresas que tenían determinados proyectos en marcha se dan cuenta de que después de esto de lo que se van a tener que preocupar es de sobrevivir crudamente”, explica José E. Capilla, que ha detectado varios casos en la UPV.
“Va a haber un replanteamiento de prioridades para salir a flote y va a hacer que determinadas investigaciones o proyectos se caigan. Esto es inevitable, aunque creo que siempre es un error no apostar por la I+D”, continúa el vicerrector de investigación.
La pandemia de COVID-19 está demostrando, sin embargo, que son necesarias infraestructuras científicas, personal y un mínimo tejido empresarial para hacer frente a los retos de ahora y del futuro cercano “sin depender completamente de otros países”, comenta Josefa González del IBE. La crisis sanitaria ha puesto de manifiesto la importancia de contar con una buena masa de investigadores y de equipamiento, que responderán también ante otras emergencias como la energética y la climática.
“Nuestra capacidad para afrontar las crisis del presente depende en gran medida de la actividad investigadora del pasado. La capacidad que tendremos para afrontar las crisis del futuro dependerá en gran medida de la actividad investigadora del presente”, razona Pitarke, director del centro CIC nanoGUNE.
Con esta crisis, la comunidad científica espera que la ciencia básica, la que pretende conocer los mecanismos que manejan el mundo, no quede desprotegida. “Es imprescindible para generar conocimiento y aplicarlo a mejorar nuestra calidad de vida”, dice Marta Barluenga.