Las grandes migraciones de aves marinas en el océano Atlántico pueden seguirse mediante el análisis químico de las plumas, según un novedoso estudio publicado en PloS ONE. Este trabajo abre una perspectiva inédita en el estudio y la conservación de aves marinas en diferentes áreas oceánicas.
En el estudio, los autores combinan técnicas de geolocalización con el uso de los trazadores biogeoquímicos para estudiar los movimientos migratorios de la pardela cenicienta (Calonectris diomedea), un ave marina de vida pelágica que pasa la mayor parte del tiempo en alta mar y sólo va al suelo durante la época de cría. Los autores, en concreto, analizan la huella biogeoquímica de las masas oceánicas mediante el estudio de la proporción de diferentes isótopos (C, N, H, O y S) y de la concentración de elementos pesados (Hg, Pb, Se) en las plumas.
"Los isótopos y los elementos pesados dejan una firma química en los tejidos biológicos" explica Jacob González-Solís, uno de los autores, junto a Raül Ramos y Xavier Ruiz, Daniel Oro y John P. Croxall. A diferencia de los hábitats terrestres, en el medio oceánico es mucho más difícil estudiar las migraciones de los grandes predadores. Su trabajo se centra en la pardela cenicienta como un organismo modelo para aplicar el uso de marcadores intrínsecos biogeoquímicos en el estudio de la migración en el medio marino. Por primera vez, el estudio revela que es posible seguir el movimiento de los organismos que hacen grandes migraciones en los océanos, como los atunes, los tiburones, las tortugas o los delfines, y sólo analizando los isótopos de una pequeña muestra de sus tejidos.
Las aves marinas se siguieron con geolocalizadores, unos pequeños aparatos que se colocan en la pata del pájaro y dan su posición durante todo el año. El equipo estudió pardelas de Baleares, Azores e Islas Canarias, y pudo comprobar que pasan el invierno en tres grandes zonas de invernada vinculadas a afloramientos oceánicos: el área de confluencia entre la Corriente de Brasil y las Malvinas delante de las costas de Brasil y de Uruguay; la zona de la corriente de Canarias, situada delante de la costa sahariana en la zona del Sáhara occidental y Senegal, y la de la corriente de Benguela, delante de Sudáfrica y Namibia, con aguas muy productivas. Gracias a la combinación de los análisis químicos de las plumas con el seguimiento migratorio mediante geolocalizadores, ahora es posible relacionar las diferentes masas de agua con determinadas composiciones de las plumas
La pardela cenicienta tiene unos patrones anuales de muda bastante constantes y definidos: unas plumas las cambian en la zona de cría y otras en la zona de invernada. La pluma, una vez ha crecido, es un tejido inerte, y por eso es especialmente adecuado para seguir la huella de los movimientos migratorios. A modo de conclusión, los expertos constatan que las plumas secundarias, que crecen durante el invierno, son un reflejo eficaz de la firma isotópica de la zona de invernada, independientemente de la zona de cría original de la pardela. En cambio, las primeras plumas primarias, crecidas al final de la reproducción, reflejan las firmas isotópicas de las áreas de cría. En última instancia, ello permitiría conocer la zona de cría y de invernada de cualquier pardela únicamente analizando dos plumas de su cuerpo.
Los autores también han detectado diferencias si estudian las formas isotópicas o bien las concentraciones de elementos traza. "Si quieres tener la huella inmediata de una determinada masa de agua en un tejido, la mejor opción es estudiar las composiciones isotópicas", apunta González-Solís. Incorporados de forma casi directa durante el proceso de formación del tejido, los isótopos son un reflejo directo de la composición isotópica de las fuentes de alimento, y en última instancia, de los niveles basales de los isótopos en diferentes masas de agua. En el caso de los elementos pesados, son incorporados con más retraso en la pluma, y de hecho, pueden bioacumularse durante mucho tiempo para ser excretados meses después.
Amenazas alarmantes
Conocer la dinámica migratoria de las aves marinas es vital para detectar las amenazas potenciales y proponer medidas de protección de los grandes migradores en el medio oceánico. La pesca de palangre, la sobreexplotación pesquera, la pérdida del hábitat natural y la contaminación son algunas de las amenazas más graves sobre el futuro de estas especies. La pardela cenicienta, catalogada como especie vulnerable, tiene una esperanza de vida media de más de 30 años, y hace una puesta única de un huevo por año, y por ello es particularmente sensible a todos los agentes que impactan directamente sobre la mortalidad adulta (por ejemplo, las capturas accidentales de los palangreros).
Más alarmante aún es la situación de la pardela balear (Puffinus mauretanicus), una especie endémica, fuertemente amenazada, que podría extinguirse en 40 años si no se controlan las capturas accidentales de la pesca del palangre.
"La técnica de los trazadores biogeoquímicos podría aplicarse en otras aves marinas migratorias. Si no sabemos dónde crían, dónde no pasan los inviernos, ni los riesgos que afrontan en estos grandes viajes oceánicos, no tendremos datos suficientes para entender las amenazas a las que se enfrentan en cada zona de invernada, corregirlas y mejorar la viabilidad de la población. Esta línea de investigación, finalmente, nos da elementos para entender el impacto del cambio global y climático sobre las especies migradoras en el océano, y los efectos en cadena que tienen lugar en el medio oceánico", concluye González-Solís.
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El artículo científico en:
Understanding Oceanic Migrations with Intrinsic Biogeochemical Markers