El cambio climático representa una de las mayores amenazas actuales para la biodiversidad y uno de los grupos animales más afectados por el aumento de la temperatura son los anfibios. Un equipo científico con participación española ha estudiado cómo las olas de calor afectan al tipo de dieta de tres especies de anfibios de la península ibérica: la ranita de San Antonio, la ranita meridional y el sapillo pintojo ibérico.
El rápido calentamiento de los océanos y la acidificación oceánica afecta negativamente a los cocolitóferos, un grupo muy abundante de de fitoplancton cacificado que desempeña un papel importante en el ciclo biogeoquímico y en la regulación del clima del planeta. El nuevo estudio alerta que, como consecuencia, los procesos de regulación de las concentraciones de carbono en la atmósfera y los océanos también se verán perjudicados.
Gracias al análisis de los patrones de los anillos en grosor de diferentes especies de coníferas en España y en Siberia, un equipo de investigadores, con participación de la Universidad Politécnica de Madrid, ha comprobado que en ambas regiones los cambios que se producen en las poblaciones de árboles coinciden. Esta creciente sincronía en las secuencias de anillos de crecimiento son la respuesta al aumento de temperaturas.
Investigadores de la Universidad de Córdoba y la Red Española de Aerobiología han analizado los cambios en la intensidad de floración en la península ibérica en los últimos 20 años combinando fenómenos como el cambio climático y la Oscilación del Atlántico Norte, NAO. Sus conclusiones indican que aún cuando las plantas disponen de mayor cantidad de CO2 para realizar su fotosíntesis y aumentar su vigor, la falta de lluvias asociada al cambio climático y a las oscilaciones de la NAO han puesto en serio peligro a la flora, que va descendiendo en cantidad y variedad de especies.
El calentamiento de las temperaturas provocó a finales de Pleistoceno la desaparición de especies como el mamut. / Wikipedia
Un nuevo estudio revela que las grandes desapariciones de la megafauna hace entre 60.000 y 12.000 años se produjeron en los períodos de calentamiento del clima y no durante las grandes oleadas de frío, como se creía hasta ahora. Gracias a los análisis cruzado de ADN de restos fósiles con una nueva escala de temperaturas de la época, los científicos recalcan la importancia de los cambios meteorológicos, frente a la actividad humana, que influyó, pero en menor medida.
Acanthochromis, la especie de peces con la que se ha realizado el estudio que apunta a que la capacidad para aclimatarse a temperaturas más cálidas a través de generaciones está en los genes. / Joao Krajewski
Las imágenes de las nubes en torno a la isla noruega de Jan Mayen muestran el intercambio de calor y humedad que enfría la temperatura del océano Atlántico / GWK Moore
Un total de quince años de investigaciones contribuyen a calcular con gran precisión el volumen de hielo almacenado en el archipiélago noruego de Svalbard, lo que permite conocer –en caso de que se fundiera por el calentamiento global– su aportación al aumento del nivel del mar.