En plena celebración de la Cumbre del Clima COP30 en Brasil, Margarita Mediavilla Pascual, científica de la Universidad de Valladolid, advierte de que la transición hacia energías renovables no es solo un desafío tecnológico, sino también material y social.
Como en otras cumbres climáticas, aunque en esta de manera más evidente al celebrarse en Brasil, el evento es el reflejo de las contradicciones del mundo en el que vivimos.
El mundo de hoy no es el futuro de coches voladores y robots sirvientes que se imaginaba en el siglo pasado, y la visión actual de lo que el progreso debe traernos ha cambiado. Lo que esperamos de la ciencia para las próximas décadas es que encuentren soluciones contra el cambio climático y otras amenazas que ponen en riesgo nuestra supervivencia y la del planeta.
Este experto en polución atmosférica advierte que el ozono y el exceso de nitrógeno no solo dañan la salud humana: también reducen la fotosíntesis, alteran la composición de los ecosistemas y favorecen especies invasoras, lo que aumenta el riesgo de incendios en un escenario de sequías y cambio climático.
La OMS y sus socios internacionales reclaman situar la protección de la salud en el centro de la acción climática, ante la evidencia de que la dependencia de los combustibles fósiles y la falta de adaptación a un planeta más cálido tiene consecuencias devastadoras.
El incremento de superficie de agua expuesta por la construcción de embalses en España en los últimos 60 años ha tenido un impacto 22 veces más grande que el cambio climático en la pérdida por evaporación, según un estudio de investigadores de la Universitat de les Illes Balears, la Universidad de La Rioja y el Instituto Pirenaico de Ecología.
Un nuevo estudio liderado por el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) demuestra por qué la conservación debe integrar los efectos combinados de múltiples fenómenos climáticos extremos, y no solo incidentes aislados.
Un estudio internacional publicado en Science muestra que la cada vez mayor duración e intensidad de las sequías limita la capacidad de la vegetación para almacenar carbono y amenaza actividades como la ganadería y la agricultura.
Una reconstrucción de los niveles del mar durante los últimos 4,5 millones de años muestra que fueron hasta una veintena de metros más altos que los actuales. Los investigadores subrayan que los resultados no cuestionan la crisis climática actual, que ha ocurrido por las actividades humanas y solo en unas pocas décadas.