En una sociedad más informada que nunca, ¿cómo logrará la especie humana evitar los mismos errores que las civilizaciones que ya han colapsado? El paleontólogo e historiador Eudald Carbonell, que lleva toda su vida estudiando la historia de nuestra evolución, tiene la convicción de que para llegar a una verdadera humanización de la especie es necesario un pensamiento social crítico. Ahora mira hacia adelante en un nuevo documental, En busca del futuro perdido.
¿Son los humanos agresivos por naturaleza, o seres pacíficos a los que la civilización corrompe? El estudio de un equipo de científicos españoles prueba que la violencia letal entre individuos es una característica específica de los primates, y el Homo sapiens la ha heredado durante el curso de la evolución. Pero no todo es herencia: la cultura y la organización social nos dan la paz.
Con menos de diez años de diferencia, dos ilustres personajes visitaron el misterioso archipiélago de las Galápagos. Uno era un aún jovencísimo Darwin, quien a bordo del Beagle escribió un diario de viaje donde ya se intuyen las ideas de El origen de las especies. Otro fue Herman Melville, el autor de Moby Dick, que les dedicó un feroz relato de viajes. Ahora, el libro Las Encantadas. Derivas por Galápagos pone ambos textos frente a frente.
Todos los rasgos de exclusividad que el ser humano se atribuía a sí mismo han ido cayendo: el uso de herramientas, la empatía, la autoconciencia… En su último libro, ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales?, Frans de Waal descubre al lector un abanico de conductas animales que empujan a concluir que, quizás, la cognición humana tampoco sea única.
El orgasmo de las mujeres pudo tener un papel fundamental para la vida humana: iniciar la ovulación. Según plantea un nuevo estudio de la Universidad de Yale, el placer femenino es un vestigio evolutivo, y en el pasado tuvo una función reproductiva que desapareció con la ovulación espontánea. Al mismo tiempo, el clítoris pasó de estar dentro del canal vaginal a su situación actual.
Hasta ahora no estaba claro el papel de los temnospóndilos –un grupo de anfibios extintos de grandes dimensiones– en los ecosistemas de hace 250 millones de años. Un nuevo estudio cierra el debate.
Algunas de las bacterias intestinales presentes en la actualidad en el ser humano y en los simios han evolucionado de forma conjunta con los homínidos durante millones de años. Según un nuevo estudio, estos microorganismos han estado conviviendo en simbiosis saltando de un ancestro a otro y dividiéndose en diferentes cepas al mismo tiempo que sus huéspedes se diferenciaban en especies.
El organismo planctónico Oikopleura dioica, un modelo animal utilizado en el estudio de la evolución y el desarrollo embrionario de nuestro filo (cordados), ha perdido la mayoría de los genes relacionados con el metabolismo del ácido retinoico, según un nuevo estudio. A pesar de ello, el organismo que no depende de la vitamina A y del ácido retinoico puede generar un corazón, lo que muestra cómo la pérdida de genes ha permitido una adaptación ventajosa.
Desde que Darwin demostró que solo los animales capaces de adaptarse genéticamente al entorno podían sobrevivir, muchos estudios han asegurado que los últimos cambios en humanos se produjeron hace unos 40.000 años. Ahora, un nuevo estudio de la Universidad de Harvard afirma que las personas seguimos evolucionando, pero más despacio. Los resultados indican que factores como el nivel educativo o la edad de la primera menstruación determinan el éxito reproductivo de las personas.
Aunque es más fácil pensar que solo cuando ganamos genes evolucionamos, ciertos seres vivos, como el organismo marino Oikopleura dioica de tan solo unos milímetros de longitud demuestran que perdiendo muchos genes, algunos esenciales para el desarrollo embrionario, se puede sobrevivir con éxito. Un grupo de la Universidad de Barcelona estudia a este animal para entender qué genes son prescindibles y por qué ciertas mutaciones son irrelevantes y otras son dramáticas para la salud.