Los científicos han demostrado que escuchar música antes, durante y después de la cirugía reduce en los pacientes el dolor, la ansiedad y la necesidad de analgésicos. Así lo afirman investigadores británicos tras efectuar una revisión exhaustiva y sistemática de los estudios disponibles sobre el tema.
El verano suena a música y a festivales, pero la ciencia no es tan ajena a esa combinación. Carlos Sadness (Barcelona, 1984), es un músico Indie que estos meses está embarcado en una gira por España presentando su nuevo disco: La Idea Salvaje. Las letras están salpicadas de conceptos sobre astronomía o botánica. Aunque no se imagina dedicado al mundo científico, le encantaría que alguien inventara el teletransporte.
En un mercado cerrado y tradicional como es el de los instrumentos musicales, algunos valientes se están atreviendo a innovar. Entre ellos, dos jóvenes ingenieros españoles que desarrollan cajas de percusión con materiales que combinan fibras químicas –como las utilizadas en la fabricación de chalecos antibalas– y de carbono. Una de estas cajas, de su marca Rasch, fue reconocida el año pasado como la segunda mejor del mundo en el Nashville Drum Show, el festival internacional más importante del sector.
‘Más allá del horizonte– Homenaje a Stephen Hawking’ es el lema de la tercera edición del Starmus Festival que rinde tributo al físico teórico británico más famoso de la historia. Diez premios Nobel junto a otros nombres destacados de diversas disciplinas científicas se congregarán en Tenerife entre el 27 de junio y 2 de julio de 2016. La música será el otro pilar fundamental del festival del que se acaban de poner a la venta las inscripciones.
El músico Pablo Novoa ha formado parte de grupos míticos como Golpes Bajos y tocado con Los Ronaldos, Josele Santiago e Iván Ferreiro, entre otros. Menos conocida es su afición y formación científica. Es licenciado en Químicas y un apasionado de la divulgación en estas materias, lo que le ha llevado a colaborar con instituciones como el Centro de Supercomputación de Galicia.
Hacer posible conciertos con músicos separados por grandes distancias con un mínimo de latencia –retardo entre una interpretación musical y la escucha o grabación– es el objetivo de un proyecto conjunto del Centro de Supercomputación de Galicia y la Universidad de Santiago de Compostela. Para ello han realizado experimentos de demostración en vivo con tecnologías musicales pioneras en Europa y músicos profesionales.
Al repasar la carrera musical de Iván Ferreiro (Nigrán, 1970) sorprende la cantidad de alusiones que hace a la ciencia. No hay más que abrir el libreto de su último disco para hallar el número áureo, el dibujo de un pez pulmonado, útiles neandertales, la conjetura de Goldbach o un retrato de Thomas Edison. Le fascina la historia de Asimov: “Era un hombre al que le interesaba todo”, y añade, con retranca, que en sus días libres viaja a la ionosfera para hospedarse en el hotel ‘Aurora’.
Las reacciones ante algunos aspectos de la música son universales. Así lo han demostrado un equipo de investigadores de Alemania y Canadá que ha estudiado cómo afectaban ciertas piezas musicales a una tribu aislada de pigmeos de la selva congoleña y a un grupo de modernos de Montreal. Los científicos han comprobado que, aunque las sensaciones puedan variar, la respuesta de excitación o calma provocada por la música es la misma.
Gramófono de salón (Mammut, 1907-1914). El tamaño de su bocina permitía amplificar en gran medida el sonido. Gracias a la maquinaria, no era necesario accionar constantemente la manivela. / MUNCYT
Escuchar música nos hace sentir bien. Eso no es nuevo. Ahora, un estudio da un paso más allá y revela los efectos en el cerebro de nuestras melodías preferidas. Los resultados se publican hoy en Scientific Reports, una de las revistas de la editorial Nature.