ADRIÁN GARCÍA CANDEL / IFISC (UIB-CSIC)
La sequía y el aumento de temperatura ya provocan sustituciones de especies, mayor aridez y riesgo de incendio, y menor fertilidad del suelo y disponibilidad de agua, entre otros efectos negativos. Una amplia revisión de estudios y registros de datos revela hay especies menos resistentes al cambio climático y que el impacto del cambio climático se agravará en las próximas décadas.
Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid participan en un estudio internacional que analiza las posibilidades de adaptación de los cultivos de secano a diferentes zonas del Mediterráneo para paliar los posibles efectos del cambio climático.
El aumento del nitrógeno reactivo de la atmósfera proveniente de la contaminación atmosférica y de las actividades agropecuarias altera la distribución de las plantas en el ecosistema mediterráneo. Esta degradación del matorral favorece la aparición de plantas nitrófilas, también conocidas como malas hierbas, que pueden terminar desplazando a las especies autóctonas.
Las cenizas volcánicas de la erupción del Etna que se produjo en marzo de 2012 y el frío intenso del invierno anterior desencadenaron el crecimiento repentino y masivo de fitoplancton en la cuenca de Yerápetra, una fosa abisal de 4.430 metros de profundidad, uno de los ambientes marinos menos productivos del Mediterráneo oriental. Según el estudio, fue el mayor flujo de materia orgánica de las últimas décadas.
La reconstrucción de las tormentas en el Mediterráneo occidental ha permitido entender año a año las fluctuaciones del clima mediterráneo desde el 763 a.C. hasta el 2012. Los datos, obtenidos a partir de los registros sedimentarios del lago Montcortés en Lleida, confirman que el final de la presencia de los romanos en la Península (entre los años 370 y 670) coincidió con los tres siglos más secos, en los que apenas hubo tormentas.
La prohibición de descartes pesqueros impuesta por la Unión Europea podría aumentar a corto plazo la captura accidental de aves marinas amenazadas en el Mediterráneo por parte de los barcos palangreros. Así lo afirma un nuevo estudio que ha analizado la interacción entre las poblaciones de pardela cenicienta y la flota palangrera en Cataluña y Baleares. Según los científicos, es urgente adoptar medidas correctoras adecuadas a la flota de palangre antes de que la normativa se aplique para evitar que las aves se enganchen y mueran en los anzuelos.
Una investigación internacional, con participación de la Universidad Autónoma de Barcelona, muestra una extensa evidencia de la producción de leche prehistórica en el Sur de Europa. Las primeras comunidades neolíticas la produjeron desde el inicio de la agricultura, hace unos 9000 años, tan pronto como introdujeron la domesticación de animales.
Investigadores de la Universidad de Huelva han elaborado modelos para pronosticar el reparto geográfico de tres especies de pino: piñonero, carrasco y resinero en el sur de España. El objetivo es contar con la información necesaria para realizar futuros planes de reforestación ante el potencial escenario de aridez climática prevista para este siglo.
Hace diez años, los científicos pusieron un límite a la pesca en el mundo: el año 2048. Si se sigue con el ritmo actual, el colapso de biodiversidad acabaría a mediados del siglo XXI con esta práctica humana para conseguir alimento. Pero el biólogo Ray Hilborn, profesor de Ciencia Pesquera en la Universidad de Washington (EE UU), asegura que es posible el equilibrio entre la explotación marina y la estabilidad de los stocks a través una gestión efectiva de la pesca.