Los arrecifes de todo el mundo están acorralados por el calentamiento global, según un nuevo estudio publicado en la revista Science. El trabajo, que ha medido por primera vez las tasas de blanqueamiento de corales en las últimas cuatro décadas, prueba que cada vez se repiten con más frecuencia los intervalos en los que ocurre este fenómeno.
En 2100 los océanos retendrán unas 310 gigatoneladas de dióxido de carbono generadas por la actividad humana, una cantidad suficiente como para disparar el inicio de la sexta extinción en masa que se producirá en los próximos miles de años. Esta es la conclusión a la que ha llegado un investigador estadounidense que ha asociado las perturbaciones que se han producido en el ciclo de carbono durante los últimos 542 millones de años con las cinco extinciones en masa anteriores.
Hace entre 116.000 y 129.000 años tuvo lugar la última interglaciación, una de las épocas más calurosas de la historia reciente de la Tierra. Por aquel tiempo, los niveles del mar eran de seis a nueve metros más elevados que los actuales. Un estudio revela datos preocupantes: la temperatura superficial marina de aquella época era similar a la de hoy.
La actual crisis de la fauna oceánica es diferente de las cinco grandes extinciones que han ocurrido en la Tierra en los últimos 550 millones de años. Ahora, cuanto mayor sea el animal, más riesgo de extinción corre porque sus ejemplares están más valorados para el consumo humano. Con estas nuevas pruebas, los científicos reclaman un cambio en los tratados de caza y pesca para frenar la sexta extinción en masa.
Los océanos son víctimas de la contaminación, el calentamiento del agua, y la calcificación de organismos, entre otros, provocados por las actividades humanas. Pero no todos los animales se ven afectados por igual. Pulpos, calamares y sepias se han beneficiado de los cambios: en los últimos 60 años estos cefalópodos han incrementado sus poblaciones.
Imagina un meteorito de varios kilómetros cayendo en un océano. Se origina un tsunami gigantesco, con olas de hasta 120 metros de altura que penetran más de 600 km en el interior de un continente. Este escenario apocalíptico pudo ocurrir en Marte hace millones de años, según los depósitos y las huellas geológicas que se han encontrado ahora en las llanuras del planeta rojo.
Las regiones antárticas son laboratorios naturales para estudiar la biodiversidad y el impacto del cambio climático. En la Antártida, algunos ecosistemas marinos son especialmente vulnerables a la acidificación del océano, causada por un exceso de emisiones de CO2 a la atmósfera. Estudiar los briozoos antárticos –invertebrados marinos que viven en colonias y forman esqueletos mineralizados– puede abrir nuevas perspectivas para comprender los efectos globales de la acidificación en los océanos.
Por segundo año consecutivo el hielo del océano Ártico ha marcado un nuevo récord al reducir su expansión durante el invierno. Así lo confirman los científicos del Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve (NSIDC) y de la NASA, que han recreado en un vídeo la evolución de esta masa helada desde septiembre de 2015 hasta marzo de 2016.
Si las emisiones de gases de efecto invernadero son demasiado elevadas en el año 2100, el nivel del mar podría aumentar entre 60 y 130 centímetros, según revela un estudio internacional en el que participa la Universidad Complutense de Madrid. El modelo, que combina métodos computacionales y estadísticos, tiene en cuenta tanto el comportamiento de las capas de hielo de Antártida y de Groenlandia, como el de los glaciares de montaña, y el de la expansión térmica del océano.