Las cenizas volcánicas de la erupción del Etna que se produjo en marzo de 2012 y el frío intenso del invierno anterior desencadenaron el crecimiento repentino y masivo de fitoplancton en la cuenca de Yerápetra, una fosa abisal de 4.430 metros de profundidad, uno de los ambientes marinos menos productivos del Mediterráneo oriental. Según el estudio, fue el mayor flujo de materia orgánica de las últimas décadas.