Tesoros bizantinos fundidos sirvieron para acuñar grandes cantidades de monedas de plata en el noroeste de Europa desde mediados del siglo VII, y una centuria después fueron sustituidos por metal procedente de una mina de la Francia de Carlomagno. El hallazgo revela profundas conexiones comerciales internacionales entre lo que hoy es Francia, Países Bajos y Reino Unido.