Además de confirmar la presencia de agua helada y amoníaco en el gélido Caronte, el telescopio espacial ha descubierto dos nuevas moléculas en su superficie: dióxido de carbono, que se puede liberar desde el interior a través de cráteres de impacto, y peróxido de hidrógeno, formado por procesos de irradiación sobre el hielo del satélite.
La luna Io de Júpiter tiene gran actividad volcánica desde hace 4500 millones de años. Así lo revela la proporción de isótopos de azufre y cloro en su atmósfera.
Si las gotas de agua helada que salen de los océanos interiores de Encélado y Europa tienen restos de material celular, se podrían identificar con los instrumentos que llevarán misiones como Europa Clipper de la NASA, que despega este otoño. Así lo revela un experimento realizado por investigadores de EE UU y Alemania.
Los movimientos de la órbita de esta luna de Saturno, registrados por la sonda Cassini, indican la presencia de un océano subsuperficial, contradiciendo las teorías de que su interior es completamente sólido. La que algunos llaman ‘estrella de la muerte’ se suma así a otros cuatro satélites con un océano global: Europa, Ganímedes, Titán y Encélado.
Bajo la corteza helada de este satélite de Júpiter se cree que hay una gran masa de agua líquida salada, un buen objetivo para buscar vida. Ahora, las observaciones infrarrojas del telescopio espacial James Webb confirman que el dióxido de carbono detectado en el hielo exterior procede de ese océano oculto.
El 13 de abril parte la sonda Juice para explorar, en la próxima década, tres satélites galianos: Europa, Calisto y, sobre todo, Ganímedes. Bajo su gélida corteza se cree que hay grandes cantidades de agua, un elemento esencial para la vida. Comprender la física que gobierna estos mundos helados ayudará a entender lo que ocurre en lugares similares de nuestra galaxia.
La nave Juno obtiene las mejores fotografías hasta el momento de la colorida superficie de Io, la luna volcánica de Júpiter. / NASA
Con la ayuda de bolas de acero, investigadores del University College de Londres han molido agua congelada a –200 °C hasta conseguir una forma amorfa desconocida, con una densidad media muy cercana a la del agua líquida. Un proceso parecido podría ocurrir en las lunas heladas del sistema solar.
Imagen de Neptuno, con sus anillos y algunas de sus lunas, captadas por el Webb. / NASA, ESA, CSA, STScI
Para explicar la inclinación de Saturno, de unos 26,7 grados, y la juventud de sus anillos, formados apenas hace 100 millones de años, investigadores de EE UU proponen la destrucción de una antigua luna del gigante gaseoso. El estudio está basado en simulaciones y los datos recogidos por la sonda Cassini.