Coloridas piscinas hidrotermales hipersalinas e hiperácidas de Dallol. / Puri López-García
Los seres vivos, especialmente los microorganismos, tienen una capacidad sorprendente para adaptarse a los ambientes más extremos de nuestro planeta, pero quedan lugares en los que no pueden sobrevivir. Investigadores europeos han confirmado la ausencia de vida microbiana en algunas charcas saladas, calientes e hiperácidas del campo geotermal de Dallol, en Etiopía.
En Colonia (Alemania), doce voluntarios se sacrifican por la ciencia: pasan 60 días recostados en un estudio que simula las condiciones de microgravedad del espacio para contrarrestar la degeneración de huesos y músculos que sufren los astronautas. Su recompensa, además de 16.500 euros, es saber que están haciendo historia de la investigación aeroespacial.
Uno de los grandes atractivos de la isla de Santorini, en Grecia, es su espectacular paisaje volcánico, un entorno que también esconde parajes similares a los de Marte. Un equipo de científicos europeos y de Estados Unidos lo ha descubierto tras analizar rocas basálticas recogidas en una de sus calas.
El estudio de los minerales de la laguna de Las Eras, en la provincia de Segovia, podría permitir la identificación de la presencia de microorganismos tanto en rocas del registro geológico terrestre como en rocas marcianas. Un trabajo liderado por la Universidad Complutense de Madrid ha descubierto la relación entre un tipo de bacteria, del grupo de los firmicutes, y la formación en la laguna de magnesita y dolomita, dos minerales difíciles de precipitar a bajas temperaturas.
El sismógrafo de la nave InSight de la NASA ha ‘escuchado’ el que podría ser el primer terremoto detectado hasta ahora sobre la superficie de Marte. La señal se parece mucho a la de los temblores registrados en la Luna por las misiones Apolo.
La misión ExoMars TGO llegó a planeta rojo en octubre de 2016 para investigar el origen potencialmente biológico o geológico de las trazas de gases en la atmósfera. Tras un año en su órbita, los primeros resultados revelan una sorprendente ausencia de metano y confirman la relación entre las tormentas de polvo y el vapor de agua atmosférico.
El 15 de junio de 2013 el rover Curiosity descubrió una emisión de métano, un gas que puede tener origen biológico o geológico, en el cráter Gale de Marte. Al día siguiente sobrevoló esa zona la sonda Mars Express y lo volvió a detectar, según una revisión de sus datos realizada ahora. El origen de este metano parece estar en la fractura del permafrost marciano, pero el debate continúa.
Empleando el paradigma de computación sin servidor, un equipo de la Universidad Complutense de Madrid ha diseñado un sistema que logra un procesamiento más eficiente de los datos procedentes del instrumento MARSIS. Este radar, a bordo de la misión Mars Express, fue el que detectó recientemente evidencias de agua subterránea en Marte.
En junio de 2018 una tormenta de polvo dejó inutilizable el vehículo Opportunity en el valle Perseverancia de Marte. Desde entonces, la NASA ha intentado sin éxito contactar con el rover, hasta esta semana, cuando ha decidido dar por completada su misión, una de las más exitosas en el planeta rojo.