Un equipo de investigadores ha desarrollado un dispositivo capaz de adaptarse a la marcha de su dueño, para así reducir el coste metabólico que conlleva la locomoción. Esta ventaja, equivalente a cargar con hasta 7 kg menos de peso, podría ser de gran ayuda para profesiones que implican una gran actividad física como trabajadores de equipos de rescate y militares.
Ingenieros de la Universidad Carlos III de Madrid han logrado que un robot llamado TEO se pueda comunicar en lengua de signos con personas sordas. Para ello, han combinado tecnologías de inteligencia artificial, redes neuronales y visión artificial.
Elena García Armada ha liderado el desarrollo del primer exoesqueleto pediátrico para ayudar a caminar a niños que sufren tetraplejia y atrofia muscular espinal. Esta investigadora en robótica del CSIC trabaja ahora para adaptar el dispositivo a otras enfermedades, como la parálisis cerebral. Para lograrlo necesita más financiación.
Investigadores de las universidades Politécnica de Valencia, Alicante y la portuguesa do Minho han incluido módulos adicionales a un robot comercial para crear Pharos, un asistente virtual que recomienda actividades físicas a las personas mayores dentro del hogar. Su principal diferencia respecto a otros similares es el minucioso seguimiento de los usuarios.
El científico Pablo Lanillos de la Universidad Tecnológica de Múnich (Alemania) quiere conseguir que las máquinas reconozcan su propio cuerpo como hacemos los humanos para crear versiones mejoradas de la inteligencia artificial. Ha presentado sus últimos avances en IROS 2018, el mayor evento mundial de robótica que se celebra esta semana en Madrid.
Ingenieros de la Universidad Politécnica de Valencia han presentado a VINESCOT, un robot que registra parámetros esenciales en los viñedos, como la disponibilidad de agua, la temperatura de las hojas de la vid y el vigor de las plantas. De esta forma ayuda a saber cuándo activar el riego y la mejor fecha para la vendimia.
Un rasgo típico de los mamíferos es su capacidad de experimentar sensaciones, algo que los robots están empezando a imitar. Con la ayuda de pieles artificiales y algoritmos, investigadores checos han conseguido que el niño-robot iCub sea consciente del contacto de un humano y que incluso note si alguien invade su espacio ‘vital’.