El gran cordón nervioso que recorre cada brazo de los cefalópodos está separado en segmentos, lo que les permite controlar con precisión los movimientos y crear un mapa espacial de sus ventosas.
Expertos israelíes en cefalópodos se plantearon por qué las ventosas de los pulpos no se adhieren a sus propios cuerpos a pesar de que ellos no son conscientes de sus movimientos. Para dar con la respuesta, los científicos probaron el comportamiento de estos animales, que son caníbales, ante los brazos amputados de sus congéneres.