Desde mediados de septiembre apenas hiela durante el día en el entorno marciano del rover Curiosity. La estación mediambiental REMS, de fabricación española, ha registrado una ‘agradable’ temperatura diurna de 6 ºC y la presión atmosférica también está subiendo ligeramente. Eso sí, por la noche hace mucho frío: por debajo de los –70 ºC, según los datos presentados esta semana en el Congreso Europeo de Ciencias Planetarias.
Imaginemos la siguiente situación. Finales de los 100 metros en los Juegos Olímpicos de Londres. Gana el jamaicano Usain Bolt. Hasta aquí nada insólito, salvo porque el corredor volvería a batir su propio récord, esta vez en 9,48 segundos. Según investigadores neozelandeses, esa sería su marca con un viento a favor de dos metros por segundo (velocidad máxima permitida) y a 999 metros de altitud. Seguramente, este récord tendrá que esperar porque la altitud de Londres es de 24 metros. Lo que está claro según los científicos es que las condiciones ambientales afectan, y mucho, al rendimiento deportivo.
La energía eólica terrestre abasteció un 16% del total de la demanda eléctrica española de 2010. Los parques marinos aumentarían la producción energética en España, pero por ahora sólo existen proyectos que avanzan con lentitud. Los expertos esperan que el futuro Plan de Energías Renovables (PER) 2011-2020 del Gobierno impulse de forma definitiva la instalación de estos molinos de mar.
La temperatura del agua situada en el Atlántico subtropical experimentó un descenso de 0,15ºC entre 1998 y 2006. Así lo revela un estudio liderado por el Instituto Español de Oceanografía (IEO) que sugiere que la circulación causada por el viento podría ser responsable de este “inusual” comportamiento.
Es la primera vez que se mapea el modo en el que se genera un viento tan poderoso en alturas aéreas.
El investigador Peter Baas, de la Organización Holandesa de Investigación Científica (NWO), ha cartografiado por primera vez el modo en el que se produce el fuerte viento nocturno los días con buenas condiciones meteorológicas, a 200 metros de altura, y cuyo conocimiento es importante para el sector de la aviación y la generación de energía eólica.
Usan redes neuronales para mejorar la predicción de la velocidad del viento