Los aficionados a los espectáculos astronómicos tendrán que madrugar el próximo 28 de septiembre si quieren disfrutar del eclipse total de Luna, que se teñirá de rojo cuando la Tierra se interponga entre nuestro satélite y el Sol. En esta ocasión, además, la Luna estará en el punto más cercano de su órbita y se observará más grande.
ESA/Guillermo Cruzado
El espectómetro VIRTIS ha permitido registrar la abundancia de hielo de agua en el cuello del cometa 67P. / ESA
Las denominadas galaxias submilimétricas se caracterizan por su elevada tasa de formación estelar y por ser las más luminosas del universo. Hasta ahora su origen estaba poco claro, pero un equipo internacional de investigadores ha logrado efectuar simulaciones que revelan como la acumulación de gas durante mil millones de años está detrás de su formación.
La misión ExoMars 2016 despegará rumbo a Marte a mediados del próximo mes de marzo, en lugar de en enero como estaba previsto. El aplazamiento se debe a un problema con los sensores del sistema de propulsión de Schiaparelli, el módulo demostrador que aterrizará en el planeta rojo.
La madrugada del 28 de septiembre se producirá un eclipse lunar total, cuando la Tierra se interponga entre el Sol y nuestro satélite, que se oscurecerá y enrojecerá durante unas horas. El fenómeno servirá a los científicos para analizar mejor los impactos que se producen en la superficie de la Luna.
El próximo eclipse lunar ayudará a investigar los impactos en la Luna/ IAA-CSIC
Hace más de 3.000 millones de años, el planeta rojo sufrió grandes inundaciones en las tierras bajas del norte, y se creía que habían sido provocadas por el deshielo de la corteza superior del polo sur del planeta. Sin embargo, un estudio reciente con participación española explica cómo esas masas de agua provienen de la fusión de hielo subterráneo más antiguo, que se formó, en realidad, como consecuencia del cambio climático. Este hallazgo podría contribuir a localizar agua helada en la actualidad y desvelar si alguna vez hubo vida.
El instrumento SABER, a bordo del satélite TIMED (NASA), ha medido entre 2002 y 2014 un incremento de la cantidad de dióxido de carbono en la alta atmósfera de entre un 5% y un 12% por década, superior al detectado en las capas bajas. Este aumento inequívoco del dióxido de carbono en la alta atmósfera no depende de efectos naturales.