Cuando Biruté Galdikas llegó para instalarse en las selvas de Indonesia, hace casi 50 años, apenas había información sobre Borneo y menos aún sobre sus habitantes más solitarios: los orangutanes. Hoy es la mayor experta mundial en su comportamiento y continúa, a sus 73 años, estudiando y defendiendo sobre el terreno la conservación de esta especie en peligro de extinción.
Dice Biruté Galdikas (Wiesbaden, Alemania, 1946) que los orangutanes son solitarios, no necesitan al ser humano y no están interesados en nosotros. Sin embargo, si consigues que uno te mire a los ojos, “recordarás esa mirada el resto de tu vida”. La primatóloga, que ha visitado España recientemente para abrir el VII Congreso de Comunicación Social de la Ciencia en Burgos, es junto a sus “hermanas” –como se refiere a las primatólogas Jane Goodall y Dian Fossey– una de las discípulas del paleoantropólogo Louis Leakey, de ahí que se las conozca como “los ángeles de Leakey”.
Antes de que Galdikas se instalara en Borneo para estudiar a los orangutanes (al igual que hiciera Goodall con los chimpancés y Fossey con los gorilas), el ser humano especulaba sobre el comportamiento de estos solitarios primates desde la más absoluta ignorancia.
¿Cómo es su día a día en Indonesia?
Mi trabajo diario es muy diferente de un día a otro. Al principio, y tal vez durante los primeros veinte años, casi todos los días iba al bosque y buscaba orangutanes salvajes. Cuando los encontraba, los seguía. Al ver que cada vez más orangutanes quedaban huérfanos creamos un programa de conservación. Luego comenzamos a construir campamentos. Al comienzo, hace casi 50 años, solo teníamos dos, muy simples.
¿Cuánta gente trabajaba en estos campos?
Teníamos tres asistentes: el cocinero y dos más que se fueron para ganar más dinero. Solo se quedó un matrimonio con sus ocho hijos, pero los hijos no contaban [risas]. Después, a lo largo de los años, el número de asistentes creció porque necesitábamos que la gente se subiera a los árboles para recolectar muestras botánicas. De esta forma comenzamos a contratar a dayaks, que son los aborígenes de Borneo.
¿Cómo se comportaba la gente local con los orangutanes?
Realmente no existía mucha relación con la gente de nuestra área. Puede que con otros dayaks sí, pero en nuestra región a veces los cazaban y los comían. No era tabú matar orangutanes, sí a los macacos de cola larga. Pero no iban al bosque a buscar orangutanes, sino cerdos salvajes. Cazaban durante todo el día y si veían un orangután en un árbol podían matarlo. Incluso mi esposo, que es un dayak, cuando era niño y adolescente comió su carne, aunque nunca mató a uno. En estas aldeas nativas la gente compartía la caza con otros aldeanos o miembros de sus familias y del clan.
Cuándo comenzó a ser un destino turístico, ¿qué consecuencias trajo consigo?
Cuando llegué por primera vez no había turistas. La primera que nos visitó fue una niña de 14 años de Yakarta, que tenía espíritu de aventura. La segunda visita no fue realmente una turista, era Bárbara Harrison, la esposa del conservador del Museo del Estado de Sarawak. En 1960 Harrison escribió un libro sobre el comportamiento de los orangutanes, uno de los pocos escritos disponibles en ese momento sobre la especie. Había rehabilitado a algunos orangutanes y los había investigado en la naturaleza. Tenía algo de experiencia, se podría decir que científica, con los orangutanes.
¿Cómo fue ese encuentro con Bárbara Harris?
La había conocido antes de ir a Borneo. Estaba enseñando en la Universidad de Cornell en Ithaca. Fui a verla y me quedé con ella casi una semana. Me dio muchos consejos prácticos sobre cómo era vivir en Borneo y qué observar. Me fue muy útil porque cuando viajé a Borneo en 1971, prácticamente no existía nada escrito desde 1860 o 1870. Era como si fueras a visitar Arizona y lo único que encontraras fuera información sobre las guerras apaches.
Llegó hace casi medio siglo a Indonesia. ¿Qué se encontró al llegar a Borneo?
Todo lo que había leído era sobre cazadores de cabezas y no estaba tan lejos de aquello cuando llegué. Fui a pueblos donde tenían tótems que fueron erigidos para celebrar esta caza tribal de cabezas. Recuerdo haberle preguntado al jefe de una aldea cuándo había surgido uno de esos tótem y seguía allí desde 1939.
Su equipo ha instalado quince campamentos, de los cuales tres pueden ser visitados. ¿Qué perfil tienen los turistas que acuden a ellos?
Es interesante que haya hecho esa pregunta porque la mayoría de los que vienen a nuestros campamentos en el parque nacional son españoles. Dicen que es una experiencia increíble que no pueden tener en ningún otro lugar en el mundo.
Lleva toda una vida dedicada al estudio de los orangutanes, ¿nos queda mucho por conocer sobre su biología y su comportamiento?
Siempre nos seguirán sorprendiendo. Ocurre lo mismo que con la investigación de los humanos. Incluso nosotros, que hemos sido tan intensamente estudiados, todavía descubrimos cosas nuevas sobre nuestra psique o nuestra biología. Los orangutanes no se han estudiado tanto y seguirán sorprendiéndonos.
Además, viven en un universo diferente al nuestro, en las copas de los árboles. Su vida depende de su capacidad para descubrir y comprender dónde está la fruta. Por eso para los humanos es muy difícil evaluar ese tipo de habilidades. Lo mismo ocurre con los delfines, que no son particularmente visuales. Sus cerebros están dedicados a la audición y navegan por el mundo usando la ecolocación. Es muy difícil medir su inteligencia.
Biruté Galdikas durante su visita a Burgos / Anaís Pérez Martínez (SINC)
En el caso de los orangutanes, se suma que son bastante esquivos...
Son animales solitarios en la naturaleza cuando son adultos. Es una criatura que depende completamente de sí misma, por eso desarrolla un tipo diferente de inteligencia a la nuestra, que somos intensamente sociales.
¿Qué futuro les espera con la crisis climática que estamos viviendo?
Leí un informe realizado por varios expertos y llegué a la conclusión de que si los humanos no cortaran un árbol más, un tercio de las poblaciones de orangutanes desaparecería solo por el cambio climático. La fenología de la selva tropical está cambiando, los patrones de fructificación se están alterando y el cambio climático los perturbará tanto como a los humanos.
¿Qué opina de considerarlos “personas no humanas”, como ocurrió con Sandra, que fue liberada de un zoológico de Buenos Aires para trasladarla a un santuario?
Estoy totalmente a favor. Soy Presidenta de Honor del Proyecto Gran Simio. Su fama es una de las razones por las que acepté venir a España.
¿Y los zoológicos qué le parecen?
Creo que son algo anacrónico. Me opongo a ellos. También soy consciente de que en un mundo realista no puedes simplemente abrir las puertas y que todas las reglas sobre los animales cambien, pero no estoy de acuerdo con la idea de mantener a los animales en cautiverio.
Este año los incendios han fijado la atención en la deforestación de la Amazonía, pero en Indonesia también es un drama.
Es una tragedia. Llevamos años alterando los bosques y la naturaleza. No es un problema político, es por la forma en la que está construido el mundo. La industrialización mundial nos ha desconectado de la naturaleza y el proceso se ha ido intensificando a medida que han pasado los siglos.
Tenemos una agricultura industrial de la que todos obtenemos nuestros alimentos y es lo que está destruyendo la naturaleza. Usamos combustibles fósiles y tenemos un sistema económico que nos conecta a todos. Pero lo que estamos haciendo es destruir la Tierra. Se está acabando con el equilibrio entre las personas y la naturaleza. Los incendios en Indonesia, en el Amazonas y en Siberia son síntomas de esto.
¿Y qué ocurre con las plantaciones del aceite de palma?
Están aniquilando los bosques. ¿Y quiénes manejan estas plantaciones? Son conglomerados internacionales. También hay obviamente multimillonarios indonesios involucrados. He tenido contacto con una de estas compañías, conoces a las personas que las dirigen y son como tú y yo, pero su único propósito es que sus empresas sean rentables. Las plantaciones comenzaron aquí, pero ahora también están en Papúa Nueva Guinea e incluso en África. Todo este sistema económico está destruyendo los bosques. Solo quieren ganar dinero.
¿Cómo se puede convencer a las personas para que cambien estas expectativas económicas que no son sostenibles, que aprendan a ser más ‘pobres’?
No se trata de pobreza. Los trabajadores del aceite de palma en esas plantaciones en Indonesia puede que estén un poco más seguros desde el punto de vista económico, pero todavía son pobres. Es decir, tienen bicicletas, motocicletas y grandes antenas parabólicas, pero, ¿son más felices? Esa es la pregunta que hay que hacer.
¿Hay defensores del aceite de palma?
Yo he criticado el aceite de palma y en redes sociales respondo a las personas que dicen que el aceite de palma podría ser sostenible. Yo les constesto: “¿Cómo puede ser sostenible algo que se sustenta sobre los huesos de los orangutanes y las cenizas de los bosques?”. El aceite de palma y los estados madereros son responsables de que actualmente los orangutanes estén al borde de la extinción en estado salvaje.
¿Qué podemos hacer para pararlo?
No podemos cambiar los sistemas políticos, ese es el problema.
¿Se podría lograr mediante el activismo?
Activismo y votar, votar y votar. En EE UU Donald Trump fue elegido presidente, pero hubo una reacción y el partido democrático entró y se hizo cargo del Congreso. Yo no soy estadounidense, pero mi fundación tiene su sede allí y también fui a la universidad en EE UU. Hasta 2019 ningún presidente o candidato, fuera quien fuese, hablaba sobre cambio climático. ¿Y qué pasó? Incendios en el Amazonas, en Indonesia, en Alaska y grandes riadas en el río Mississippi.
Entonces, de repente los candidatos presidenciales de los partidos demócratas dijeron que era debido al calentamiento global. Ahora, en los debates de las elecciones primarias de este partido todos hablan de políticas sobre cambio climático. Esto ha sucedido en un año debido a esas inundaciones en el medio oeste.
Entonces, es un problema político e industrial.
Es como lo que dice la joven activista sueca.
¿Greta Thunberg?
Si, ella dice: ¿cómo os atrevéis a hacerle esto a las próximas generaciones? Hay un despertar, es algo que tiene que suceder.
Biruté Galdikas durante su visita a Burgos / Anaís Pérez Martínez (SINC)