La falta de datos sobre el cuerpo femenino hace que multitud de objetos estén diseñados para el 50 % de la población, con consecuencias que van desde la probabilidad de morir en un siniestro a los efectos secundarios de los fármacos. Esto es lo que explica la periodista y divulgadora británica en su nuevo libro.
“¿Por qué la mujer no puede ser como el hombre?”, se pregunta Henry Higgins (Rex Harrison) en la película My fair lady, estrenada en 1964, cuando su protegida Eliza Doolittle (Audrey Hepburn) finalmente se defiende de sus humillaciones.
La periodista y divulgadora británica de origen brasileño Caroline Criado Perez habla de lo que ella llama 'efecto Henry Higgins' en su nuevo libro La mujer invisible (Seix Barral). Se trata del problema que se produce “cuando el diseño de productos usa el cuerpo masculino como prototipo universal”, dice a SINC en entrevista telefónica.
Además de por sus escritos, Criado Perez es conocida por su activismo en materia de género. Cobró protagonismo en 2013 a raíz de una campaña en la que criticó la decisión del Banco de Inglaterra de reemplazar a Elizabeth Fry por Winston Churchill en el billete de 5 libras, con lo que no quedó ninguna mujer en los billetes a excepción de la reina Isabel II. Finalmente consiguió que la imagen de la escritora Jane Austen apareciese en el reverso de los billetes de diez libras. La activista tuvo que soportar numerosas amenazas de violación y asesinato en Twitter que culminaron con dos arrestos. Tras ello, la red social instaló el botón de denunciar los tuits abusivos.
Ahora, en este último título, que resultó ganador del Premio de la Royal Society al mejor libro de ciencia de 2019, explora cómo afecta al bienestar de las mujeres que el mundo esté configurado por y para los hombres, desde oficinas que son demasiado frías para ellas porque se basan en la temperatura que necesitan ellos, hasta chalecos antibalas estándar que no se ajustan al cuerpo de las mujeres.
Precisamente fue lo que pasó en marzo de 2019 cuando la NASA tuvo que cancelar y posponer el primer paseo espacial de dos mujeres porque no tenían suficientes trajes espaciales de su talla.
“Olvidarnos de forma sistemática de incorporar el cuerpo femenino al diseño –ya sea médico, tecnológico o arquitectónico– nos ha llevado a un mundo menos acogedor y más peligroso para que las mujeres nos movamos en él”, destaca la autora.
Esta infrarrepresentación del cuerpo femenino en la información es lo que se denomina brecha de datos de género. “Desde la literatura, las noticias, las películas, la ciencia o la historia, lo masculino es visto como universal, a pesar de que representa solo a la mitad de la población”. El cuerpo masculino representa lo ‘neutro’.
Y advierte que “no recopilar datos sobre las mujeres les provoca problemas que pueden ser pequeños, pero también pueden ser mortales”.
Portada de ‘La mujer invisible’. / Seix Barral
Uno de los casos más llamativos que relata la autora es el sesgo en el diseño de los automóviles. Según señala, las mujeres, aunque habitualmente tiene menos probabilidades de verse involucradas en un accidente automovilístico, "cuando acaban envueltas en uno tienen un 47 % más probabilidades que un hombre de sufrir lesiones graves y un 17 % más de morir".
“Hay más muertes de mujeres en accidentes porque hemos diseñado la seguridad de los automóviles alrededor de los hombres”, alerta la autora.
Por ejemplo, en Estados Unidos no se introdujeron maniquíes femeninos en las pruebas de seguridad hasta 2011. Euro NCap, el programa europeo para la seguridad de automóviles, no lo hizo hasta 2015 y solo en el choque frontal, tal y como destaca en el libro.
"En cualquier caso, Euro NCap reconoció que a veces simplemente usan maniquíes masculinos a escala reducida. Pero las mujeres no somos hombres de pequeño tamaño", escribe.
Los cuerpos de hombres y mujeres no son iguales, reitera. "La distribución de la masa muscular es diferente. La densidad ósea de ellas es menor. El espacio entre vértebras también varía".
Criado Perez también destaca en el libro la brecha de datos que existe en la salud. Desde hace años, la comunidad investigadora señala que los ensayos clínicos que prueban la eficacia de los medicamentos no analizan los resultados por sexo.
“Estamos tan acostumbrados en pensar en los hombres como el género neutro que muchos investigadores dicen cosas como que las mujeres son demasiado complicadas para medir en un ensayo clínico. Es de locos”, se queja la escritora.
La respuesta que se suele utilizar como excusa, explica, son los diferentes niveles hormonales que tienen las mujeres por su ciclo menstrual.
"Cuando las mujeres están incluidas en los ensayos, tienden a ser evaluadas en la fase folicular temprana de su ciclo menstrual, momento en que sus niveles hormonales son más parecidos a los niveles de los hombres", apunta.
La idea es minimizar los posibles impactos que el estradiol y la progesterona pueden tener en los resultados de la investigación, como documentaba un estudio de la Universidad de St Mary (Reino Unido), que midió la ausencia de datos sobre el impacto del ciclo menstrual en los ensayos clínicos.
“Pero la vida real no es un estudio y esas ‘molestas’ hormonas tendrán un impacto en la eficacia del medicamento”, manifiesta la autora. "En realidad, esta interferencia puede ser importante. Las mujeres tienen más probabilidades de sufrir efectos secundarios".
Otro ejemplo es que la primera causa de muerte en mujeres en muchos países, como EEUU y España, son las dolencias cardiovasculares. Sin embargo, pocos tratamientos están pensados para ellas, tal y como explicó a SINC la investigadora Sara Cogliati. De hecho, las mujeres solo constituyeron el 25 % de los participantes en los principales ensayos sobre insuficiencia cardíaca congestiva realizados entre 1987 y 2012.
A esto se le suman los malos diagnósticos. A diferencia de los infartos cardiacos que sufren los hombres, "las mujeres no perciben ningún dolor en el pecho, más bien sufren dolor de estómago, falta de aliento, náuseas y fatiga. Estos síntomas a menudo son descritos como atípicos", recuerda Criado Perez. El desconocimiento de este cuadro sintomático hace que las mujeres tengan "especial riesgo de muerte" en las enfermedades cardiovasculares.
La periodista reitera en su libro y en la entrevista que “no se trata de una conspiración”, sino de un sesgo “que afecta tanto a hombres como a mujeres”.
“Este sesgo lo tenemos todos y consiste básicamente en que si pensamos en un ser humano, 9 de cada 10 pensarán en un hombre. En un estudio en el que hacían a la gente dibujar términos que no tienen género, como participante, la gran mayoría dibujaron un hombre. Aquí está la semilla de todo este tipo de problemas”, afirma.
También defiende el gran impacto que tiene la poca representación de las mujeres en los puestos de decisión. “Las mujeres también sufren el sesgo, pero la diferencia está en que cuando están en los equipos de diseño o de investigación, es menos probable que se olviden de que el cuerpo femenino existe”, aclara.
“Un gran ejemplo –continúa– fue cuando Apple sacó la primera pulsera de actividad con la que podías medir todo tipo de parámetros, pero no podías monitorizar tu periodo, algo que es importante para nuestro día a día. Y no fue a propósito. Simplemente esta firma se olvidó de que existe la menstruación. ¿Por qué? Bueno, porque no había mujeres en el equipo. Es tan simple como eso”.
Sin embargo, Criado Perez cree que, aunque es difícil aceptar que se tiene un sesgo, es importante aceptarlo para poder abordarlo de forma correcta.
“La gente piensa que tener sesgo significa que eres mala persona, pero no es así. Solo significa que eres humano. El problema es no aceptarlo y no poner en marcha los procedimientos para solucionarlo”, manifiesta.
La solución, propone, es llenar las “lagunas de conocimiento que hay sobre el cuerpo femenino” e incluir los datos en el diseño de los productos, y eso pasa por cerrar la brecha en la representación de las mujeres.