Debería existir una retroalimentación entre la sociedad demandando ciencia y los científicos ofreciéndola. Ese es el escenario idílico que plantea José Luis Ferreira, Doctor en Economía por Northwestern University que ha basado gran parte de su carrera en la investigación de la Teoría de Juegos, materia que imparte en las aulas de Universidad Carlos III de Madrid, donde es profesor titular en el Departamento de Economía. Vela por el pensamiento crítico y el escepticismo como una manera de romper las barreras que existen entre las distintas ciencias y así trata de reflejarlo en su blog Todo lo que sea verdad. Participará el próximo 25 de abril en UNI-CIENCIA 2013 en la mesa dedicada a “La ciencia para pensar mejor”.
El objetivo de UNI-CIENCIA 2013 es acercar el conocimiento académico a la sociedad. ¿Cuál es el papel de la comunidad universitaria en este acercamiento?
Desde la universidad se comunica la ciencia a los alumnos y hay un permanente intercambio de conocimientos entre universidades, de modo que ese conocimiento queda dentro de la comunidad universitaria. Algunas cuestiones se transmiten de los licenciados a las empresas a las que se incorporan, pero el círculo sigue quedando cerrado.Es una cultura científica pero no llega al resto de la sociedad. No hay mucho acercamiento, en general.
UNI-CIENCIA 2013 pretende que no se cierre este círculo, ¿debería abrirse más la comunidad universitaria al público?
La divulgación científica es una asignatura pendiente en España que en los países anglosajones llevan mucho mejor.Deberíamos imitarlos, dedicar tiempo de los investigadores a divulgar, pero esto en sí ya es un problema, porque no tienen tiempo para hacerlo. Algunos científicos podrían dedicarse a ello desde la educación, aquellos que no se dediquen a la investigación. Entre este colectivo hay muy buenos divulgadores ya que conocen la ciencia y tienen un trabajo que les permite dedicarse a divulgar al tiempo que educan. Además, la sociedad debe estar dispuesta a aceptar la divulgación que les den y debe demandarla.
¿Qué más pueden hacer los científicos para evitarlo?
Hay algunas cosas que se pueden ir haciendo.Como científicos, hay que darse a conocer y aceptar que muchos no investigadores sean personas de valor para la comunidad científica porque son buenos divulgadores y no hacer desprecio de ello. Muchos científicos no le ven utilidad a la hora de hacer carrera académica, lo cual es cierto, porque los científicos somos los primeros que no se la damos. Es algo que no está acomodado en la cultura científica, aunque poco a poco se avanza. Hay una cátedra de divulgación científica en Bilbao y creo que es algo muy positivo y que se deberían crear más.
¿Cree que se valora suficientemente por parte de la sociedad y de las autoridades el trabajo de los investigadores?
La sociedad debe querer demandar estos eventos, porque si nadie nos quiere oír no sirve de nada la publicidad que se pueda hacer de los temas que se traten.Creo que debería existir una retroalimentación entre la sociedad demandando ciencia y los científicos ofreciéndola. En estos momentos no se exige por parte de la sociedad que se le informe, no hay una necesidad, por lo que es momento de trabajar por crearla, por ejemplo, desde los medios de comunicación, y en el intenten que haya gente que quiera oírnos, será la ocasión de hacer crecer la bola de nieve. Por otro lado, desde la sociedad misma y aunque no se vea la oferta, si se pregunta, organizan mesas redondas, entrevistas y se muestra mucho interés, al final los científicos sacarán un rato de su valioso tiempo para hablar de sus proyectos y conocimientos. La demanda así podrá atraer a divulgadores. Y hay que hacerlo cariño y aprender a ponérnoslo fácil unos a otros.
A colación de la mesa en la que interviene, ¿cómo puede ayudar la universidad a pensar mejor?
Ayuda pero no es nada fácil.Lo fundamental para mí es tratar de evitar compartimentar el conocimiento científico. En la UC3M enseño una asignatura para periodistas que trata de la aplicación del método científico en otras actividades y lo que extraigo de mi experiencia es que se produce un disociamiento cognitivo entre la ciencia y lo que no es ciencia. Si ponemos por ejemplo las predicciones del tarot, muchos dirán que son algo en lo que “crees o no crees”, y que en ello no tiene cabida el método científico, y no entienden que esas predicciones son hechos de la realidad cuya veracidad puede examinarse. Es una barrera importante que hay que traspasar. Muchos científicos comenten el mismo error, pierden su manera de proceder rigurosa cuando salen de su campo de conocimiento. Deberíamos encontrar una manera de enseñar ciencia a los alumnos en la que no se parcelasen tanto los conocimientos.
Usted ha investigado toda su carrera sobre la teoría de juegos, ¿en qué consiste?
La teoría de juegos no es más que el estudio de la decisión estratégica y con lo que se pretende con ella es utilizarla como herramienta. Si uno se encuentra en un entorno en el que haga lo que haga no altera su entorno, no necesitará utilizarla.Se usa mucho en economía pero otras disciplinas como la biología la emplean para entender las dinámicas evolutivas. La teoría propone unos modelos para estudiar una situación y la aplicación será tan buena como bien hecho esté el modelo, lo que puede ser complicado. A veces sólo disponemos de pequeños diseños de algunas partes de un problema complejo, pero en economía tenemos ya bastantes teorías, como la del oligopolio y las técnicas de negociaciones en las que se aplican estas decisiones que junto con el resto de conocimientos en economía pueden funcionar bastante bien.
También ha realizado proyectos de investigación sobre el escepticismo. ¿Conocer más sobre ello puede ser de ayuda en nuestro día a día?
El escepticismo es la suma del método científico y el interés de extenderlo. Para mí es la manera de romper las barreras que existen entre distintas ciencias. Es una actitud, no sé si estaré en lo cierto. En cualquier caso,tampoco es la panacea; hay muchos escépticos a los que les falta por romper alguna de esas barreras. Además, algunos colectivos intentan asociar el escepticismo con una apariencia radical y tampoco es eso. No se trata de plantearse cualquier cuestión a cada instante de la vida, porque así no se puede vivir, sino por ejemplo cuando hay algo de relevancia en juego, como en qué gastar más dinero o no, cómo tratar la salud y cualquier asunto que provoque especial curiosidad.
¿Qué les espera a los investigadores en los próximos cinco a diez años dadas las circunstancias actuales?
Como a todo el mundo, vacas flacas. Desde mi posición de profesor e investigador, puedo asegurar que la investigación es una inversión que siempre produce réditos importantes al país que la mima. Creo que es así y tengo que decirlo, pero por otra parte todos estamos pasándolo mal en esta crisis. Si todo el mundo está sufriendo recortes, es injusto reclamar que al colectivo al que se pertenece no le recorten, porque suena poco solidario. Honestamente, creo que en lo último en que se debe dejar de invertir es en educación y en investigación, aunque siempre haya algo que pueda ser más superfluo en lo que sí se pueda recortar en momentos malos, pero no por ello hay que dejar de cuidar la investigación. Quizás no sea el momento de viajar a Marte, pero no por ello debemos dejar de observar la luna y cuidar nuestros telescopios y utilizarlos. En mi caso, acepto mejor una reducción en mi sueldo que un recorte en el material necesario para los laboratorios y prefiero tener menos dinero en mi jubilación antes que tener una sociedad inculta y que no investigue.