Celia Sánchez Ramos, investigadora de la UCM y Premio a la Mejor Inventora

“Un grupo de investigación sólo funciona con mucha ilusión”

Lleva cinco años investigando sobre su invento, ahora galardonado por tres veces en Ginebra: una lente extra ocular amarilla que protege a la retina de los efectos negativos de la radiación ultravioleta, presente en las fuentes de luz, y que puede conducir a la ceguera. Es profesora de la Escuela de Óptica de la UCM y ha prometido sorprendernos con nuevos inventos

Celia Sánchez Ramos
Celia Sánchez Ramos ha sido premiada por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. Foto: UCM.

Celia Sánchez Ramos encarna como pocas personas el dinamismo y el empuje vital aplicados a una causa: la mejora de las condiciones de vida y salud de sus semejantes a través de la innovación científica. Es difícil saber de dónde saca tanta energía, pero parece que se retroalimenta con la grandeza de sus objetivos, sin perder la humildad. En las últimas semanas, las entrevistas y las comparecencias ante los medios de comunicación, nacionales e internacionales se han sucedido. No por ello se ha visto interrumpida su actividad investigadora, respaldada por un sólido equipo de colaboradores. Sentados frente a frente comienza a contar con sencillez, pero con su contagioso entusiasmo, la génesis de su proyecto, ahora premiado.

“El inicio, propiamente, está en un proyecto muy pequeño del Fondo de Investigación Sanitaria, que dirige el profesor Benitez del Castillo, catedrático en el Clínico. Ése es el embrión. Tenemos una idea, se escribe y se busca la manera de demostrarla. Pedimos esta ayuda para trabajar con conejos, porque nos pareció, después de muchos estudios, que eran los mejores animales para utilizar como modelo, con una desventaja: que los conejos que se utilizan habitualmente en investigación son albinos. Y en este caso, eso no nos valía. Necesitábamos que tuvieran pigmento en la retina, ya que de lo que se trataba era de saber qué pasaba con el pigmento. Entonces tuve que recurrir a un genio, el profesor Usón, que es el director del Centro de Cirugía de Mínima Invasión, de Cáceres. Yo sabía que enseñaba técnicas nuevas a los oftalmólogos y que lo hacía con conejos pigmentados, y le pregunté dónde se hacía con estos animales”.

Una vez conseguidos, se procedió a realizar los experimentos estudiando en ratones los efectos de la exposición a distintos tipos de luz, analizándose sus retinas y estableciéndose qué tipo de luz natural y qué tipo de luz artificial resultan dañinas para la retina. En un experimento posterior, se implantaron lentes de contacto UCM-AET en las retinas de los animales, con el fin de establecer una barrera de protección contra la luz nociva, quedando demostrada su eficacia protectora al filtrar la luz y eliminando los factores nocivos. Todo ello de forma invisible y sin ningún tipo de molestia.

En los experimentos realizados con conejos se puso de manifiesto que en los animales cuya retina estaba protegida de forma artificial, se incrementó el número de genes que protegen a ésta, mientras que aquéllos que no tuvieron protección, se vieron más expuestos a la muerte celular programada (apoptosis) y a la degeneración macular que conduce a la ceguera. Entonces, ¿en qué consiste el invento premiado en Ginebra?

Una protección contra la luz dañina

“Se trata de un sistema para proteger la retina de la radiación dañina que nos rodea durante todo el tiempo que vivimos mientras tengamos los ojos abiertos. Este daño es irreversible, pudiendo degenerar en ceguera. Como la esperanza de vida es mayor, el riesgo de padecer una enfermedad de la retina también aumenta. El invento consiste en añadir, a cualquier superficie transparente que nos rodea, un elemento que absorba y elimine, en su gama de frecuencias, la luz dañina”.

Los ensayos se han completado con personas, poniéndose de relieve el carácter inocuo de estas lentes que no alteran en absoluto ni la percepción de los colores, ni los contrastes.

Celia Sánchez Ramos habla con entusiasmo de las personas e instituciones que la han apoyado en su largo periplo para progresar y culminar su trabajo, de sus nuevas patentes y de sus colaboradores, en los que no escatima méritos.

“Un invento de esta categoría implica a mucha gente trabajando y durante mucho tiempo. La investigación es así, y muchas veces sin saber lo que va a ocurrir. Ésa es la intriga. Si supiéramos el final qué va a pasar, no tendríamos que avanzar. Del nuestro grupo no tengo más que palabras de agradecimiento. Hay especialistas de toda índole: en biología, en farmacia, en medicina, en ingeniería, en informática y, por supuesto, en óptica. Es el trabajo de todos, y a mí me parece vital que sea así”.

Su concepto del trabajo de investigador resulta tan nítido como las lentes que diseña. Como sus medios que, aunque apreciables, son limitados.

“Los grupos de investigación sólo funcionan codo con codo, como decía Alberto, mi colaborador autista. Un colectivo así sólo funciona con mucha ilusión. Si te caes muchas veces, sabes que tienes que levantarte sí o sí, porque nadie va a hacerlo por ti, y teniendo un objetivo común: estamos todos en el mismo barco. Eso es lo que yo defiendo”.

Lo lleva en la sangre. Sus padres regentaron hasta su jubilación una óptica en el popular distrito madrileño de Cuatro Caminos. Ahora está empeñada en la noble, pero no menos difícil tarea, de dar a conocer e introducir su invento entre los círculos médicos especializados. Entretanto, nuevos proyectos y desarrollos de producto se forjan en esta factoría del ingenio aplicado que es la doctora Celia Sánchez Ramos.

Así, por ejemplo, trabaja en un sistema de identificación de las personas a través de características únicas del ojo, con aplicaciones en el campo de la seguridad. Pero hay más. Uno de los inventos de los que se siente más orgullosa, y para el que incluso está creando una empresa spin off, es un sistema para prevenir un determinado tipo de ceguera a nivel embrionario que, si no se advierte y se corrige en el primer mes de vida de la criatura, desemboca en una ceguera irremediable. Sólo en la Comunidad de Madrid, esta enfermedad provoca la ceguera de setenta niños al año. Una situación que la doctora Sánchez Ramos se propone cambiar radicalmente. Ella suple con talento y una voluntad férrea las limitaciones que de otra forma harían más compleja la materialización del invento. Lo suyo es, en resumen, sencilla genialidad.

Fuente: UCM
Derechos: Creative Commons

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