Los fenómenos climatológicos extremos no dejan de aumentar y la mayoría de los países no están preparados para evitar los desastres naturales. El nuevo informe de Evaluación Global sobre la Reducción de Riesgos de Desastres presentado esta semana por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) propone medidas para evitar más pérdidas humanas y materiales.
En los últimos 30 años, cerca de 7.500 desastres naturales se han llevado la vida de más de dos millones de personas en todo el mundo. El 72,5% de estos fenómenos estuvieron relacionados con el tiempo, el clima o el agua. Para evitar más pérdidas humanas y proponer medidas eficaces para reducir los riesgos, el informe de la OMM revisa y analiza la frecuencia, geografía e impactos de estos desastres.
“Debe haber compromisos nacionales y regionales fuertes para avisar con tiempo a la población, y servicios climatológicos como herramientas elementales para reducir los riesgos de desastre”, ha explicado Michel Jarraud, Secretario general de la OMM.
A pesar de que cada vez más países den prioridad a la integración de sistemas de alerta en la gestión de respuesta y emergencia, el informe demuestra que todavía el 60% de los países miembro de la OMM no cuentan con la capacidad técnica para aportar la información meteorológica e hidrológica necesaria para mejorar la gestión de riesgos. Además, muchos de estos países, que son vulnerables a los fenómenos climáticos, no alertan a sus habitantes.
Uno de los objetivos de este trabajo, que tratará con más detalles la relación de los desastres con el cambio climático en la tercera Conferencia Mundial del Clima que se celebrará a finales de agosto en Ginebra (Suiza), es reducir a la mitad las muertes asociadas a los desastres acaecidos de 1994 a 2003 antes de 2019.
Hasta ahora, la sequía de Etiopía en 1983 es el desastre natural que más víctimas humanas ha causado, unas 300.000. Le siguen el terremoto de Tangshan en China en 1976, con 242.000 muertes, y el tsunami que afectó a los países del sureste del Océano Índico en 2004, con más de 226.000 fallecimientos.
En cuanto a las pérdidas materiales, el huracán Katrina que asoló el sureste de Estados Unidos generó las mayores pérdidas por un valor de 125 mil millones de dólares americanos en 2005. En el terremoto de Kobe (Japón) en 1995 fueron 100 mil millones de dólar, y en el de Sichuan (China) en 2008, 30 mil millones.
Según Jarraud, la OMM trabaja para establecer y mejorar la adaptación bilateral y multilateral para la modernización de los Servicios Nacionales Meteorológicos e Hidrológicos. También se están reforzando los sistemas de alerta a través de un enfoque multiriesgo, y la monitorización del desarrollo de riesgos, pronóstico y análisis del tiempo.
Aunque en los últimos cinco años los desastres se han incrementando, el desarrollo de los servicios meteorológicos con las infraestructuras de observación básicas, y el acceso a la tecnología puntera, han permitido disminuir las muertes a causa de fenómenos meteorológicos.
El informe de la OMM pone además de relieve el estrecho vínculo entre el riesgo de desastre y la pobreza, a lo que también se añade la “incuestionable realidad” del cambio climático global. El riesgo de mortalidad y de pérdidas económicas está sobre todo concentrado en un pequeña parte de la superficie de la Tierra. El análisis demuestra así que el 75% del riesgo de morir por inundaciones se concentra en tres países: India, China y Bangladesh.
En el caso de España, las sequías son el desastre natural que más afecta. De hecho, es el país de la Unión Europea que presenta mayores extensiones de cultivos afectados por la sequía (más de 50.000 kilómetros cuadrados al año). Aunque tiene que lamentar pocas pérdidas humanas en relación a países como China o Indonesia, el riesgo de morir a causa de un desastre natural es del 4%, siendo las inundaciones el principal peligro.
Un plan de acción eficaz
El informe propone una serie de medidas para mitigar los riesgos de desastres. Para ello, presenta un plan de acción con 20 soluciones y ejemplos de buena práctica que han permitido salvar la vida de muchas personas. El plan se centra sobre todo en los esfuerzos para luchar contra el cambio climático, reforzar la recuperación de la economía de los países afectados, apoyar las iniciativas de la comunidad, mejorar los gobiernos nacionales y locales, incentivar la adopción de marcos de desarrollo de alto nivel, e invertir en medidas sostenibles de reducción del riesgo de desastre.
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