El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (Irnasa) y la Universidad de Salamanca están estudiando los procesos físico-químicos que intervienen en la conservación y el deterioro de los monumentos construidos en piedra en Castilla y León. Además de realizar mediciones in situ, en el Irnasa, centro perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), los científicos recrean en el laboratorio las condiciones que tienen que soportar las rocas que se han empleado tradicionalmente en la construcción de los edificios monumentales, de manera que provocan un "envejecimiento acelerado" que sirve para estudiar cómo se degradan. Esta información resulta de utilidad para llevar a cabo trabajos de restauración.
Adolfo Carlos Íñigo, científico del Irnasa responsable de la investigación, ha explicado a DiCYT que el objetivo es estudiar los fenómenos ambientales que tiene que soportar la piedra, así como la influencia de los tratamientos de conservación. "En el laboratorio realizamos envejecimiento acelerado bajo diferentes condiciones. En el ámbito de Castilla y León, los factores fundamentales son los procesos de hielo y deshielo, así como cristalización de sales y la combinación de ambos factores", indica. Los científicos podrían estudiar otros factores de deterioro, como la contaminación, pero han considerado que en el caso de los monumentos de la región este problema es casi inexistente. Hasta el momento, el proyecto se ha centrado en las rocas silíceas de Zamora y Salamanca y en los granitos solidificados de Ávila.
El problema de la cristalización de sales se debe a que el agua disuelve sales, de forma que quedan diluidas cuando hay humedad, pero en épocas muy secas, cuando desaparece el agua, se concentran, cristalizan y aumentan de tamaño, haciendo saltar los minerales, especialmente si se trata de piedras muy porosas.
Los cambios de temperatura también son un fenómeno que influye, por eso, en algunos monumentos el equipo de investigación ha instalado una pequeña estación meteorológica. El problema es que el exterior de la piedra presenta los cambios más bruscos, sufriendo más el calor y el frío que el resto de la roca. Para estudiar estos fenómenos, los científicos han instalado dispositivos denominados células de flujos de energía.
Ya en el laboratorio, el envejecimiento acelerado de la piedra se consigue con cámaras climáticas. Una de ellas es de temperatura y humedad relativas, es decir, controladas por los investigadores para recrear las condiciones ambientales que afectan a la piedra. Aunque no se utilizan para este estudio, el Irnasa también dispone de otra cámara de corrosión, que serviría para analizar la contaminación, y otra de niebla salina para reproducir las condiciones ambientales de zonas costeras afectadas por los sales marinos.
Microambientes dentro de un mismo edificio
Todo este trabajo tiene aplicaciones a la hora acometer procesos de restauración. "Realizamos un diagnóstico para aplicar los tratamientos de conservación más adecuados dentro de los diferentes microambientes que se pueden aplicar hasta en un mismo edificio", señala Adolfo Íñigo. En este sentido, "no es lo mismo una parte basal que una parte alta de un edificio". También hay que tener en cuenta si está afectada por cristalización de sales. En este caso, hay métodos de desalación diferentes, como la aplicación de cataplasmas de arcilla.
En definitiva, "todo depende de dónde estén situadas las piedras, por ejemplo, la piedra de Villamayor en interiores podría conservarse en buen estado una gran cantidad de tiempo", apunta el científico. Sin embargo, en el exterior varía mucho según las zonas, si es una zona en la cual se moja pero se seca con rapidez el deterioro es leve, pero si se trata de una zona basal en la cual se moja y además se ve afectada por sales, el resultado es un deterioro agresivo y el mejor ejemplo es el estado en el que se encontraba la zona de la catedral de Salamanca que fue restaurada hace años y en la que se esculpió un astronauta, zona en la que "incluso se veían huecos dentro de la piedra".
Según Adolfo Íñigo, si los materiales se utilizaran teniendo en cuenta sus características, podrían durar bastante más tiempo, por eso, ahora se utiliza la piedra silícea en los zócalos, que es más resistente que la de Villamayor, en las partes inferiores.