No todas las galletas María que tomamos al desayunar son iguales. Además de sus diferentes formas, el valor nutricional y algunas características como el crujido o el tiempo de “empapamiento” en la leche difieren enormemente entre marcas y tipos. Para conocer de manera detallada todos estos aspectos, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) y el Centro Tecnológico de Cereales (Cetece) de Palencia han elaborado un estudio que revela las diferencias existentes entre 35 tipos de galletas María, las más utilizadas en los desayunos españoles.
Ana Garcinuño, responsable de I+D del Cetece, explica en declaraciones a DiCYT que los productos seleccionados se han dividido en dos modalidades: galletas clásicas y galletas doradas, aquellas horneadas tras ser recubiertas de huevo. Aunque se han comprobado grandes diferencias a nivel nutricional entre marcas, el estudio pone de manifiesto que, en general, “la variedad clásica es menos grasa y calórica que las María doradas”. En este sentido, la grasa de origen animal o vegetal, que puede tener influencia en la salud y que se emplea sobre todo para intensificar el sabor, puede representar más del 40 por ciento del aporte calórico en la variedad de galletas doradas, lo que supone una gran cantidad a juicio de los expertos.
Asimismo, existen diferencias entre distintas categorías y también entre distintas marcas en cuanto a grasas saturadas (las más perjudiciales para la salud), azúcares y sodio. Respecto a las grasas, una ración de galletas clásicas debe suponer un 8 por ciento de la dosis diaria recomendada, mientras que en el caso de las doradas supone el 13 por ciento. En algunos casos, más del 70 por ciento de las grasas que contiene la galleta son saturadas, por lo que es muy importante leer la información nutricional que recoge el paquete.
Contenido en azúcares
Sobre los azúcares, el estudio recoge que ocho galletas, las recomendadas en un desayuno ideal de aproximadamente 440 kilocalorías, deben proporcionar algo más de un 20 por ciento de la ingesta recomendada de azúcar al día; mientras que una ración de galletas clásicas deben aportar el 8’5 por ciento del sodio, un porcentaje que sólo alcanza el 7 por ciento en el caso de las doradas. Tanto en azúcares como en sodio, la mayor parte de productos analizados tiene unos niveles buenos o aceptables.
En el trabajo se han analizado otros aspectos no nutricionales, como la facilidad de apertura del paquete, el precio (que puede variar hasta en un 360 por ciento entre determinadas marcas) o el etiquetado, es decir, los valores nutricionales y la información que se proporciona al consumidor. En lo referido al etiquetado, Garcinuño apunta que se trata de un aspecto “muy revisado” con el que cumplen la mayoría de fabricantes.
Otro parámetro analizado ha sido la presencia de galletas rotas al abrir el paquete. El límite tolerable, a juicio de los técnicos, es un 15 por ciento de las galletas rotas (unas tres por paquete en un envase de 200 gramos) una cifra que, si se sobrepasa, puede indicar que el envase no protege de roturas. En este aspecto, las notas más negativas han recaído en las galletas doradas.
El estudio se enmarca en el interés de la OCU por analizar diversos productos de consumo, como lácteos o carnes. La organización de consumidores y el Cetece habían colaborado anteriormente en un estudio sobre harinas, donde determinaron las diferencias entre las harinas destinadas a la repostería, a las frituras, a la elaboración de pan o las que se utilizan en los hogares.
Las clásicas, más crujientes, pero se empapan peor
El equipo técnico del Cetece ha realizado diversos análisis sensoriales a través de un panel de cata especializado en estos productos. De este modo, se han realizado pruebas de “empapamiento” en leche, un aspecto “muy valorado por el consumidor”, detalla la responsable de I+D del centro. El estudio pone de manifiesto que las galletas que más tiempo aguantan sin romperse al ser empapadas en leche son las María doradas, con variedades que alcanzan hasta los 20 segundos. Algunas de las clásicas peor calificadas apenas resisten tres segundos, el tiempo necesario para llevarlas a la boca. Sin embargo, son las más crujientes y las que resisten mejor sin desmigajarse al morderlas.