Un equipo del lnstituto Catalán de Investigación Química de Tarragona ha patentado un material azul que ‘atrapa’ el dióxido de carbono, uno de los principales culpables del calentamiento global. Este material se ha incorporado en novedosas membranas que serán comercializadas por la spin-off Orchestra Scientific. Las membranas tienen aplicaciones en el refinado de biogás, una fuente de energía renovable de gran potencial.
El año pasado, científicos del Investigadores de lnstituto Catalán de Investigación Química (ICIQ) descubrieron un material azul celeste que ‘atrapa’ a las moléculas de CO2. Esto ralentiza su flujo y permite separarlas de mezclas de gases.
Viendo el potencial de esta tecnología, decidieron patentarla. Ahora, la comercializarán a través una nueva empresa spin-off del centro llamada Orchestra Scientific.
La tecnología, desarrollada por completo en el ICIQ, incorpora este compuesto azul en unas finas láminas de plástico que, enrolladas, pueden introducirse dentro de tuberías. Cuando se circulan mezclas de gases por estas tuberías, las membranas azules ralentizan a las moléculas de CO2 y las separan del resto de gases como si de un tamiz se tratara. Esto tiene una gran utilidad en la purificación de biogás, una fuente de energía renovable con un potencial inmenso, señalan los autores.
El biogás es un combustible que se obtiene de la fermentación de compost y biomasa. Está formado principalmente por metano y dióxido de carbono. Este metano emitido directamente a la atmósfera tendría un efecto muy contaminante, por lo que normalmente se quema.
Efecto invernadero
“El efecto invernadero del metano es 21 veces mayor que el del CO2 y, sin embargo, no somos conscientes del peligro que representa,” explica Cristina Sáenz de Pipaón, consejera delegada de Orchestra Scientific. “Pero por separado, ambos gases tienen un valor añadido que podemos aprovechar,” añade.
El metano es el popular ‘gas natural’, y se utiliza en millones de hogares e industrias como combustible. Por otro lado, el dióxido de carbono tiene muchas aplicaciones desde la industria siderúrgica a la industria alimentaria (las burbujas de las bebidas carbonatadas o el relleno de las bolsas de lechuga son principalmente CO2).
El biogás necesita refinarse para convertirlo en metano puro, y así poder inyectarlo en la red de gas y aprovecharlo como gas natural. El proceso de refinado consiste en eliminar el dióxido de carbono (aproximadamente un 35% de la mezcla) y pequeñas cantidades de otros gases. Aunque en Europa apenas hay 500 plantas donde se refina el biogás, se prevé que en 2020 existan más de diez mil. España está a la cola de la UE con una única planta que inyecta en red.
El principal problema para purificar el biogás es que los métodos utilizados –basados en criogenia, altas presiones o reactivos químicos– son caros y muy contaminantes. Las membranas desarrolladas en el ICIQ son más sostenibles ya que trabajan a presión atmosférica, sin refrigeración, y pueden ahorrar más de un 25% en electricidad respecto a otras membranas.