El proyecto europeo SHAMISEN trabaja para mejorar, en el caso de accidente nuclear, el seguimiento médico y las condiciones de vida de las poblaciones afectadas sin generar daños colaterales o ansiedad innecesaria. Participantes de 19 instituciones europeas y japonesas hicieron un análisis crítico de la respuesta a accidentes previos, particularmente en Chernóbil y Fukushima. El resultado es un documento de 28 recomendaciones para optimizar la respuesta a un accidente de radiación.
En el caso poco probable, pero no imposible, de un futuro accidente nuclear, ¿qué hacer para mejorar el seguimiento médico y las condiciones de vida de las poblaciones afectadas sin generar daños colaterales o ansiedad innecesaria? Esto es lo que el proyecto europeo SHAMISEN ha intentado responder a lo largo de los últimos 18 meses con un análisis de lecciones aprendidas en Chernóbil y Fukushima.
El resultado es un documento de 28 recomendaciones para mejorar la preparación y la respuesta a un accidente de radiación. “Se trata de una hoja de ruta dirigida a profesionales y autoridades nacionales y regionales para no repetir los errores cometidos en accidentes pasados”, señala Elisabeth Cardis, coordinadora del proyecto y jefa del programa de radiación de ISGlobal, una institución público-privada impulsada por la Obra Social ”la Caixa”.
Participantes de 19 instituciones europeas y japonesas hicieron un análisis crítico de la respuesta a accidentes previos. Una de las principales lecciones que resultan de este ejercicio es que el impacto de un accidente nuclear va mucho más allá de los efectos directos de la radiación e incluye consecuencias psicológicas, sociales y económicas considerables.
Otra gran lección es que algunas decisiones dirigidas a proteger a las poblaciones pueden ocasionar daños colaterales. Por ejemplo, en Fukushima, la radiación directa no provocó ninguna muerte pero la evacuación causó más de 600 muertes prematuras, sobre todo entre personas mayores y pacientes en estado crítico que fueron evacuados en condiciones poco adecuadas. Asimismo, el cribado sistemático de tiroides en niños generó una ansiedad innecesaria en los padres y en algunos casos condujo a intervenciones quirúrgicas innecesarias.
Sobre la base de estas y otras lecciones, y tras un proceso de consulta con diferentes actores nacionales e internacionales relevantes en el área, SHAMISEN elaboró 28 recomendaciones para mejorar la preparación (el antes) y la respuesta temprana, intermedia y de recuperación (el durante y el después) de un accidente de radiación. Cada recomendación incluye un por qué (basado en las lecciones aprendidas), un cómo, y un quién (responsables de implementar dicha recomendación).
Planear la respuesta
El documento resalta la importancia de planear la respuesta en tiempos de paz, e incluye recomendaciones para mejorar la formación de profesionales, establecer registros de enfermedades para poder saber si aumentan tras el accidente y protocolos y rutas de evacuación si fuese necesario. Para el “durante”, proporciona recomendaciones que incluyen garantizar una comunicación oportuna y fiable con respecto a la situación del accidente y los posibles riesgos asociados, y garantizar la adecuada recopilación de datos sobre dosis de radiación.
Para el “después”, las principales recomendaciones incluyen establecer un diálogo entre expertos y comunidades afectadas gracias a la intervención de facilitadores locales, y apoyar a las poblaciones que deseen realizar sus propias mediciones de radiación de manera que puedan tomar decisiones informadas (por ejemplo, qué alimentos consumir o cuándo regresar a sus casas).
También recomiendan llevar a cabo, de manera voluntaria, controles médicos de poblaciones afectadas, con un asesoramiento adecuado para no generar ansiedad innecesaria, así como lanzar estudios de salud pública a largo plazo sólo en el caso de ser informativos y sostenibles en el tiempo. Todas las recomendaciones se elaboraron tomando en cuenta dos temas transversales: la ética y la implicación de actores locales, incluyendo la población general.
Ahora el objetivo del consorcio europeo es hacer llegar las recomendaciones a todos los actores relevantes (incluyendo autoridades nacionales y organismos europeos e internacionales) para que éstas sirvan de guía a políticas dirigidas a mejorar la salud y condiciones de vida de poblaciones afectadas por accidentes de radiación.
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