Un artículo, publicado en el último número de la revista Environment and Urbanization, advierte de que se está culpando “injustamente” a las ciudades del 75 a 80% de las emisiones de gases invernadero de la humanidad, cuando el valor real está más próximo al 40%. Según los investigadores, esto supone una amenaza para los esfuerzos destinados a abordar el cambio climático.
Ante las declaraciones del ex-presidente estadounidense Bill Clinton, del alcalde de Nueva York Michael Bloomberg o de Agencias de Naciones Unidas, que afirman que entre el 75 y el 80% de las emisiones proceden de las ciudades, David Satterthwaite, autor del artículo y colaborador principal del Instituto Internacional para el Medio Ambiente y Desarrollo (IIED por sus siglas en inglés) demuestra que sólo dos quintas partes de todos los gases invernadero procedentes de actividades humanas se generan en las urbes.
“Culpar a las ciudades de las emisiones de gases invernadero desvía la idea de que en las ciudades se encuentra gran parte de la solución”, afirma Satterthwaite que utilizó datos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés). El investigador añade que “adecuadamente planificadas y gobernadas, las ciudades pueden ofrecer altos niveles de calidad de vida que no necesariamente entrañan niveles elevados de consumo ni grandes emisiones de gases invernadero”.
Las emisiones proceden también de la industria
La investigación manifiesta que la agricultura y la deforestación representan alrededor del 30% de las emisiones. El resto procede principalmente de la industria pesada, casas adineradas, y centrales eléctricas de carbón, fuel o gas localizadas en zonas rurales y en centros urbanos demasiado pequeños para ser considerados ciudades.
Sin embargo, el artículo también subraya que puede resultar engañoso atribuir las emisiones de gases invernadero a las ciudades. Por ejemplo, las emisiones producidas por las centrales eléctricas, deberían atribuirse a aquellos que consumen la electricidad, no a los lugares en los que las centrales eléctricas están ubicados. Las emisiones generadas por la industria deberían del mismo modo atribuirse a las personas que consumen los productos que la industria produce.
“La demanda de los consumidores dirige la producción de productos y servicios, y por consiguiente la emisión de gases invernadero”, declara Satterthwaite. “Al atribuir las emisiones a los consumidores en lugar de a los productores se demuestra que el problema no son las ciudades, sino una minoría de la población mundial con estilos de vida de alto consumo. Una gran proporción de estos consumidores no viven en las ciudades, sino en pequeños pueblos y zonas rurales”.
Además, la atribución de las emisiones de gas a los consumidores eleva la participación de emisiones globales de Europa y Norteamérica y destaca las “bajísimas” emisiones por persona de la mayoría de los habitantes de África, Asia y América Latina.
En general, el investigador aclara que “las personas adineradas que viven fuera de las ciudades son responsables de más emisiones de gases invernadero que aquellas que viven en las ciudades” ya que poseen casas más grandes que requieren ser calentadas y enfriadas, más automóviles por vivienda y un mayor uso de éstos.
“La forma en que se diseñan y funcionan las ciudades puede suponer una gran diferencia”, asevera Satterthwaite. “En la mayoría de las ciudades de los Estados Unidos el consumo de gasolina por persona es entre tres y cinco veces superior al de la mayoría de las ciudades europeas y sin embargo el nivel de calidad de vida no es entre tres y cinco veces superior”, prosigue.
El estudio confirma también que las ciudades ofrecen numerosas alternativas para reducir las emisiones de gases invernadero per cápita, como fomentar caminar, el uso de las bicicletas y el transporte público, así como el diseño de edificios que requieren un consumo energético mucho menor.
“Lograr reducir las emisiones de gases invernadero en el mundo depende de la capacidad de las ciudades en combinar un alto nivel de calidad de vida con bajas emisiones de gas invernadero y cumplir con ello”, concluye el científico británico.
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