La investigación, liderada por la Universidad Complutense de Madrid, sugiere comer dentro de un periodo de menos de doce horas al día para prevenir la obesidad infantil. Según los resultados, de carácter observacional, cenar tarde se asocia a una peor calidad de la dieta de la infancia.
Adelantar el horario en el que se realiza la cena y acortar la ventana de alimentación –comer dentro de un periodo de menos de doce horas al día desde la primera hasta la última comida– es una estrategia clave para mejorar la salud metabólica infantil, según un estudio realizado por la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
El trabajo, publicado en Pediatric Obesity, muestra que no solo es importante qué comen los niños, sino también a qué hora lo hacen. Este es el objetivo de la crononutrición, el estudio de cómo afecta al metabolismo el momento del día en el que se ingieren los alimentos.
“El papel de la crononutrición ha cobrado fuerza en los últimos años, sin embargo, la mayoría de los estudios realizados son en adultos. En niños, la disponibilidad de la información es menor debido a la complejidad para la recogida de datos y el desarrollo de estudios dentro de este grupo de edad”, destaca sobre la relevancia de este estudio Viviana Loria-Kohen, investigadora del grupo VALORNUT de la Facultad de Farmacia de la UCM.
En concreto, una ventana prolongada de más de 12 horas de alimentación se asoció con valores menos favorables de glucosa y colesterol, además de mayores índices de aterogénicos (que son indicadores para medir el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares a largo plazo). También se observó que tanto desayunar como cenar tarde se relacionaban con una peor calidad global de la dieta.
Para llevar a cabo el estudio, se contó con una muestra de 880 escolares de entre 8 y 13 años residentes en A Coruña, Barcelona, Madrid, Sevilla y Valencia. A través de cuestionarios respondidos por los padres y evaluaciones realizadas en las escuelas, se recogieron datos sobre horarios de comida, composición y calidad de la dieta, parámetros bioquímicos (niveles de glucosa, insulina, colesterol, triglicéridos) y medidas antropométricas (peso, altura, circunferencia de la cintura, pliegues corporales y composición corporal).
“Si bien se trata de un estudio observacional, sus hallazgos refuerzan la importancia de considerar el ‘cuándo’ se come como un factor más en la prevención del sobrepeso infantil, especialmente en países como España donde la cena suele realizarse tarde. La obesidad infantil es uno de los grandes desafíos de salud pública a nivel mundial”, añade María Dolores Salas González, también investigadora de VALORNUT.
Según la World Obesity Federation, para 2035 se estima que dos de cada cinco niños, niñas y adolescentes entre 5 y 19 años tendrán sobrepeso u obesidad.
Desde el grupo de investigación se sugiere seguir investigando en esta línea, incorporando variables como el cronotipo (si el niño es más activo por la mañana o por la noche), la duración de las comidas o los niveles de melatonina, para entender mejor cómo el reloj interno influye en nuestra salud desde la infancia.
Referencia:
Salas-González MD, Loria-Kohen V, Aparicio A, López-Sobaler AM, et al. “Meal timing, nutritional status and diet quality in a group of Spanish children”. Pediatric Obesity (2025).